Tras unos intensos cinco minutos de carrera continua para escapar de aquellas criaturas que querían hacer daño a Rem y capturarnos a nosotros dos, llegamos a la entrada de Regnum Nemora. Cal había utilizado aquel truco de súper velocidad para librarnos de todo aquel que quiso interponerse en nuestro camino, pues los habitantes de Villa illecebra no perdían ni un solo segundo en impedirnos seguir.
Aquellas cincuenta mil monedas de oro que pedían por la cabeza de Rem estaban trastocando a la gente hasta tal punto de querer conseguir la recompensa por medio de nosotros. Supuse que querían atraer al chico con nuestra presencia. Solo con eso, ya sabía que nuestro viaje iba a ser bastante complicado.
Calaham dejó caer su hombro izquierdo contra un árbol, agotado. Me soltó la mano y buscó en su alforja una de las botellitas que había metido antes para bebérselo de un trago; sabía que se trataba del mismo líquido que le dio a su hijo para que se recuperase. Una vez que se la terminó, me hizo un gesto con el brazo para que continuara caminando y emprendimos de nuevo el rumbo. Yo iba haciendo malabares con las pertenencias de Rem, apenas podía con todo y había estado a punto de perderlas por el camino.
—Tenemos que adentrarnos en el bosque antes de que empiecen a buscarnos por los alrededores —advirtió.
—¿Quiénes eran?
—Pertenecían a la Guardia de los Eternos. —Suspiró, aún un tanto exhausto—. Son unos completos patanes en su mayoría. Están tan desinformados sobre los Dracars, que no saben cómo tratar con ellos. Solo saben usar la fuerza. Ese tío quería dejarle fuera de juego con fuego. Pero a los Ignis, ese elemento solo les fortalece y les cabrea. —Hizo una pausa—. Para saber a qué tipo de Dracar te estás enfrentando, primero debes saber qué color es el que se enciende cuando tocas su piel. Idiotas...
—Un Dracar es... ¿un dragón?
—Más o menos.
—¿Cómo que «más o menos»?
—El dragón lo tiene dentro —aclaró—. En su alma.
Estaba asustada.
Rem era un monstruito sanguinario y yo lo estaba ayudando. ¿A cuento de qué? Lo habían condenado, principalmente, por asesinato. Acababa de matar a dos guardias delante de mí como si no importasen sus vidas, era un asesino condenado a muerte.
No podía seguir ayudándole.
No quería.
Pero tampoco podía abandonarlo, mi cuerpo no me dejaba, mi cabeza no me lo permitía. Había una parte que se preocupaba por él y que deseaba que estuviese bien, ¿por qué? ¿Por qué me importaba tanto? No le conocía y era malo. Nada tenía sentido y eso me cabreaba, algo no andaba bien conmigo, pero no sabía el qué.
El mago se movía con rapidez, queriendo alejarse lo antes posible de allí. Aquello me obligaba a acelerar el paso, en cambio, me era más sencillo seguir su ritmo que el de Rem. Abracé con fuerza sus cosas para que no se me cayeran al suelo y, acto seguido, le pregunté lo siguiente:
—¿No vamos a buscar a tu hijo?
—No, nos encontrará.
—Pero ¿y si le atrapan?
—Nadie se va a atrever a acercarse a él cuando su dragón interior tiene el control de su cuerpo. Todos temen a los Dracars, y más a uno que no ha aprendido a dominar sus impulsos asesinos. Se sabrá cuidar —me tranquilizó—. Es una de las razas que más odio recibe, es muy raro ver a un Dracar fuera de Regnum Ignis.
Asentí y opté por confiar en él.
Durante una hora estuvimos andando por las profundidades del bosque, alerta a lo que pudiera pasar. Estaba todo tan poblado de árboles y vegetación, que me daba miedo que alguna de las criaturas que nos buscaban apareciese detrás de algún arbusto. Había suficientes sitios en los que esconderse, allí era todo gigantesco; las rocas, los hierbajos, los troncos, todo. Era bonito a la vista, pero muy bueno para las emboscadas.
ESTÁS LEYENDO
Corazón vagabundo: enjaulado
FantasyGaia despierta con dos corazones consigo y Rem, el dueño de uno de ellos, busca recuperarlo a toda costa para no morir. * Gaia despierta de un coma después de cinco años, descubriendo lo caótica que se ha vuelto su vida, sintiendo un peso de más en...