El crujir de la tierra seca y las pequeñas piedrecitas bajo nuestros pies resonaron por el bosque en el que, mi hermana pequeña y yo, nos encontrábamos caminando. La cálida brisa de verano hizo mover las hojas de los árboles y consiguió mezclarse a la perfección con el canto de los grillos, creando así una melodía de lo más enigmática. En momentos como ese me sentía como si estuviese dando un paseo por un mundo fantástico, de esos de los que hablan los libros o reproducen las películas de hadas y todo tipo de criaturas mágicas.
Dada la oscuridad a esas horas de la noche, mantenía la linterna de mi móvil apuntando al suelo para evitar tropezarnos con alguna raíz que sobresaliese. Audrey, mi hermanita de diez años, enredó los dedos de una de sus manos con los míos mientras canturreaba una canción que atraería al duende Jaramillo. Según ella, esos seres existían y, con la letra de esa melodía, lograría que saliese de su escondite. Yo lo dudaba mucho, pero no era nadie como para destruir el sueño de una niña que aún no había tirado sus dientes de leche.
A cada paso que dábamos, más nos adentrábamos en el bosque del pueblo al que solíamos venir en las vacaciones de verano: Saranac Lake. Cuando me tomé unos segundos para mirar hacia atrás, pude comprobar que ya no se veían las luces de las farolas que pertenecían a nuestro hogar; nos habíamos alejado bastante. Durante toda nuestra travesía, no hacía más que esperar a que mi novio me mandase aquel mensaje de «buenas noches» que siempre me mandaba o a que Audrey me dijera que estaba cansada y que quería volver. Lo que antes sucediese estaría bien.
—¿Crees que Jaramillo se haya ido a dormir? —preguntó mi hermana.
En el instante en el que puse mis ojos en ella, vi que estaba un poco apenada. Aquella no era la primera vez que salíamos en su busca y eso parecía ponerla bastante triste.
—Bueno, ten en cuenta que es muy tarde —respondí.
La niña me miró con atención, pero luego volvió a poner la mirada en el suelo con un puchero temblándole en los labios.
Me sentí tan mal, que decidí rectificar y darle algunas esperanzas más. Estaba claro que esa noche no encontraría a ese duendecillo, ni ninguna otra, pero tenía un plan. Pensaba esconder un peluche o algo que se asemejase a esa criatura detrás de un matorral o un árbol con la intención de que, a la noche siguiente, Audrey pudiese verlo, aunque fuese de lejos. Incluso se me pasó por la cabeza que mi madre o mi padre se dedicasen a moverlo para que quedase algo más creíble y realista.
—No te desanimes, busquemos por unos minutos más. Si no lo encontramos seguimos mañana, ¿vale? —propuse.
Una amplia sonrisa se dibujó en su rostro, llenándome de satisfacción. No perdimos el tiempo y aceleramos el paso a la vez que cantábamos esa cancioncilla. Poco después, mi teléfono vibró en mi mano, avisándome de la entrada de un mensaje. Directamente pensé en Ronan, mi novio. Estaba segura de que era su mensaje y también de que mi rostro me estaría haciendo parecer una boba enamorada. El mismo del que Audrey se reía siempre que tenía oportunidad, pero ni siquiera le di importancia. Llevábamos juntos un año y tres meses y le quería mucho. Era difícil que no se me notase en la cara.
—Jaramillo, Jaramillo. ¿Dónde estás? ¿Dónde estás? Venimos a verte, venimos a verte. Sal de ahí... —cantó la pequeña, sacándome de mis pensamientos de forma repentina.
Reí al escucharla. Tenía una vocecita tan dulce y suave que me causaba gracia, y no porque no me gustase, al contrario, me encantaba oírla.
Solté un sonoro suspiro de cansancio y miré al frente. Sin embargo, en esa misma dirección, a tan solo unos metros de nosotras, flotaba una luz. Eso captó toda mi atención, y Audrey no tardó en percatarse del fenómeno tan extraño que teníamos ante nuestros ojos. En cuanto cesamos nuestro camino, ella apretó mi mano con fuerza, el miedo a lo desconocido empezaba a hacerse presente en su cuerpo.
—Gaia... ¿Qué es eso? —Su voz salió temblorosa.
Ladeé la cabeza para poder observar esa extraña cosa luminosa desde otra perspectiva. No tenía pinta de ser un farol o algo por el estilo, no había absolutamente nada que la sostuviese. Estaba levitando.
—Esperaba que me dijeras que era Jaramillo —contesté en un hilo de voz apenas audible.
Me solté de su mano e hice el ademán de acercarme, pero mi hermana volvió a sostenerme para evitar que me alejase de su lado.
—Espera aquí —pronuncié.
Me deshice de su agarre alrededor de mi muñeca y esperé un rato para ver las intenciones de la pequeña. Ella se abrazó a sí misma, mirando aquella luz con temor en sus ojos, aunque también con un hilo de curiosidad que me hacía ver lo deseosa que estaba una parte de su ser de acercarse y contemplarla más de cerca. En el caso de que se le ocurriera hacerlo, lo impediría.
Me acerqué con cautela al orbe flotante, sin apartar la vista de la luz que este desprendía. A poco que me aproximé, pude notar que, en realidad, era una pequeña llama de un color azulón. Cuando me posicioné a tan solo un paso de aquello, mi ceño se frunció.
Esa cosa envuelta en llamas era un corazón. Un corazón humano. Este era de un tono rojizo oscuro, con pequeñas partes ennegrecidas, como si se estuviese pudriendo de alguna forma. También latía con calma, sin parar.
No pude evitar extender uno de mis brazos hacia a él, en un intento de saciar mi curiosidad. Acerqué los dedos a las llamaradas candentes, pero antes de que pudiera llegar a rozarla, el corazón comenzó a moverse de forma muy violenta. Latía desenfrenadamente, como si estuviese asustado. Este empezó a emitir más llamas de su interior y, a cada segundo que pasaba, el ambiente se volvía más cálido.
Retrocedí un par de pasos sin creer aún lo que estaba presenciando.
—Gaia... —me nombró mi hermana, al borde del llanto.
—Audrey... ¡Corre! —grité.
No me giré para comprobar si ella me había hecho caso, aunque el sonido de sus pasos alejándose me lo confirmaban. Antes de que pudiera siquiera salir corriendo tras mi hermanita, el corazón ardiente colisionó contra mi pecho, entrando en él y haciéndome sentir un ardor insoportable en la piel. Un grito ensordecedor salió de mi garganta al notar el dolor tan intenso que sentía dentro del tórax, era como si me estuvieran quemando viva.
Mis rodillas se doblaron y caí al suelo, incapaz de soportar tal sufrimiento. Me arañé el pecho con fuerza, como si eso me fuese a servir de algo. Los gritos desesperados y de aflicción me salieron uno detrás de otro y la sensación de que mi corazón se acababa de convertir en una bomba de relojería se apoderó de mi cuerpo.
En apenas un milisegundo, algo dentro de mí estalló, nublándome la vista de a poco hasta el punto de no ser capaz de ver nada.
Por aquí os dejo el prólogo y, antes que nada, me gustaría dedicárselo a dos personitas que supieron del proyecto antes de publicarlo y me ayudaron con sus opiniones. Gracias TatianaS_Happy y gracias desii211299 , os quiero mucho. 💚
De primeras, ¿qué os ha parecido? 👀
He visto que ha habido mayoría de votos en que las actualizaciones sean los sábados, así que el próximo (mañana no, que es muy pronto) publicaré el capítulo 1. Gracias por acompañarme en esta nueva aventura. 🥺
Besooos.
Kiwii.
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Corazón vagabundo: enjaulado
FantasiaGaia despierta con dos corazones consigo y Rem, el dueño de uno de ellos, busca recuperarlo a toda costa para no morir. * Gaia despierta de un coma después de cinco años, descubriendo lo caótica que se ha vuelto su vida, sintiendo un peso de más en...