Paris.

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Simplemente un aviso de que cuando use las cursivas significa que los personajes estarán hablando en francés, así no tengo que poner el texto en ese idioma y luego traducirlo entre paréntesis y se les hace más llevadera la lectura.

La sangre azul sí existía y había un por qué.
Los pertenecientes a la realeza simplemente encontraban sus parejas destinadas en otros que fuesen poseedores de algún título nobiliario. Había sido así desde siempre, conservando un tipo de linaje real.

Timothée Bennett, hijo del conde de Inglaterra, siempre pensó que sus destinados serían un par de barones o, si tenía suerte, algún marqués.

Aunque no estaba seguro de poder encontrarlos a ambos ya que aquello rara vez ocurría, dejando a un alfa sin su pareja de por vida, vagando solo por el mundo o conformándose con alguna otra persona que no le pudiese llenar el alma como lo haría un destinado.

No tenía grandes expectativas a decir verdad. Su padre, cuarto hijo de un duque heredero de la nada, le había enseñado a siempre esperar lo peor, y así hizo.

Al menos hasta su cumpleaños número veinte, en el que fue enviado junto a otro conde como suplencia de su enfermo padre hacia Francia, donde debían de asistir a la fiesta de coronación del nuevo rey.

Tuvieron un viaje comprendido de todo un día en carroza desde Londres hasta llegar a las costas de Eastbourne, luego medio día en barco desde Eastbourne a Dieppe y finalmente dos días nuevamente en carroza desde Dieppe hasta la anhelada París.

Ya para cuando habían llegado, Timothée se encontraba dormido, con la boca entreabierta y alrededor de ésta un poco de azúcar de los dulces bollos que había comido esa mañana dentro del gran carruaje, acompañados del té con miel y limón.

-¡Despierta, hemos llegado! -Le sacudió del brazo Charles, el otro conde.- No debiste de haber comido tanto -Regañó el alfa un par de años mayor que él y amigo de toda la vida.-

-Lo sé -Resfregó sus ojos, aclarando su vista ante la iluminación. Primeramente vió los rubios cabellos del hombre frente a él y la mirada de desaprobación en sus azules ojos. Luego se percató que la puerta de la carroza estaba abierta y un guardia beta esperaba silenciosamente por ellos a un lado de ésta del lado exterior. Notó por su vestimenta que efectivamente se encontraban en París.-

Además, el olor a la salvaje naturaleza que les había acompañado durante la mayor parte del trayecto en los largos caminos de tierra, había desaparecido. Ahora, simplemente podía sentir el leve aroma a café tostado que desprendía naturalmente de Charles y el de los bocadillos que habían quedado sobre la pequeña mesa a su lado.

Frunció el ceño mientras se hacía hacia adelante, levantándose de su asiento.

-Buenos días, señores -Habló el guardia una vez bajó del carruaje. Él, a pesar de ser políglota desde niño gracias a la insistencia de su padre de suplantarle en sus viajes cuando la vejez le estuviese venciendo como lo hacía al día de hoy, tardó un poco en procesar a causa del sueño.- Mi nombre es Bernard Chevalier, sargento de la guardia real.

-Buenos días -Terminó por contestar Charles al notar que él no lo haría. Un poco avergonzado simplemente asintió con su cabeza en forma de saludo.- Soy el conde Edevonne y junto a mí el conde Bennett -La mano de su compañero fue a parar a su hombro y él volvió a asentir.- Hemos venido en representación del rey Oscar -El beta frente a ellos asintió, como lo había hecho él hacía unos segundos antes.-

-Síganme por favor, caballeros -Él avanzó detrás de su amigo luego de que éste le mirara sobre el hombro, indicándole que caminara.-

Vio el castillo parisino sin tanta sorpresa, era similar al de Versalles, el cual había visto en uno de los viajes junto a su progenitor.

Casado Con 2 Alfas.Where stories live. Discover now