réunion.

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Lewis ordenó que el omega fuese escoltado a su habitación y que los mismos guardias cuidaran la entrada de ésta, suplantando a los que habían sido enviados anteriormente.

Por otro lado, invitó al campesino a quedarse en el palacio hasta que pudiesen concretar momento exacto para la solución que tenían planeada, pero éste rechazó su oferta, diciendo que tenía trabajo por hacer. "Vendré en la mañana" fue lo único que dijo antes de marcharse.

Y mientras tanto, él quedó solo en su oficina, con la cabeza hecha un lío y su lobo totalmente loco.

Se sentó la silla detrás de su escritorio y pasó sus manos por su rostro, suspirando, queriendo desahogar un poco todas las emociones que le llenaban por dentro.

Tenía que dejar de comportarse como un animal, lo sabía, pero sus instintos nunca habían estado a ese nivel de intensidad y no conocía muy bien cómo controlarlos.

Aquél conde inglés inconscientemente había logrado que se viera como una bestia frente a su pueblo con tan sólo su presencia.

No mentiría, todo lo que había visto del omega hasta el momento le había fascinado. Desde lo sedoso y largo de su cabello negro hasta su suave piel, la cual había sentido erizar bajo sus manos.

Con sólo pensar en él volvía de sus manos puños, intentando en vano controlar a su acelerado alfa, el que le pedía entre gruñidos reclamar a aquél hombre lo antes posible.

Ojalá fuese así de fácil. Si todo el tema de alma fragmentada no hubiese ocurrido, seguramente él hubiera dado otro tipo de espectáculo a los ojos de los presentes y lo reclamaría frente a quien fuese necesario para dejar en claro que ese omega era simplemente suyo.

Pero no era así. Al parecer debía de permitir que un simple campesino pueda posar sus manos en su posesión más preciada.

Pensó en hacerlo desaparecer, desde el primer momento en el que lo oyó proclamar al pelinegro como suyo lo había hecho, pero sabía que si era cierto lo que su boca soltaba, quien sería el más afectado sería el omega y él no se veía capaz de crear ese tipo de dolor en el muchacho.

Pequeños golpes en la puerta lograron apartarlo de sus pensamientos y él dio acceso, sabiendo de antemano de quién se trataba.

Su madre, con el rostro afligido, caminó hacia el interior del lugar, cerrando la entrada detrás de sí.

Agnès caminó con pesar hasta su hijo, abrazándole aún sentado, colocando el rostro de éste sobre su pecho.

Ella más que nadie sabía el impacto que la situación podía generar en su hijo. Nunca se había ocupado de hablarle mucho sobre ese tipo de casos porque lo sentía irrelevante. Eran tan pocas las probabilidades que le sucediera que llegó a la conclusión de que informarle lo básico sería más que suficiente y ahora se arrepentía.

Acarició el cabello de Lewis lentamente y sintió su pecho encogerse aún más cuando las lágrimas de su querido hijo mojaron su vestido.
Permitió que las grandes manos del alfa le rodearan como lo hacía cuando simplemente era un crío e intentó calmarlo con su olor.

-Lo sé, lo sé -Habló bajo, sintiendo una agria sensación en la garganta. Le dolía ver a su único hijo de aquella manera y el sentirlo tan vulnerable como cuando corría a sus brazos siendo aún un cachorro, le partía el corazón.- Podrán solucionarlo -Animó, besando la cabellera del ojiazul, secando a tientas con su mano las mejillas humedecidas en llanto de éste.-

El lugar se había llenado del aroma a frustración y tristeza que emanaba el alfa, mezclado con el de consolación y seguridad que Agnès expulsaba instintivamente.

Casado Con 2 Alfas.Where stories live. Discover now