Al otro día, cerca de la hora sexta, luego de haber almorzado, fue notificado que la reina solicitaba de su presencia en el jardín.
Con un poco de nervios decidió no hacerse esperar.
Si bien el entrante invierno en Francia advertía la pronta nevada que habría y el aire se sentía gélido, Agnès se mostraba pacífica en el exterior, observando las rosas en el jardín.
La sobrevesta que llevaba, llegaba hasta el suelo, con escote al frente y doblados en las mangas, ambos cubiertos de armiño. Una hilera central de hebillas de orfebrería recorrían el largo de la prenda en forma de decoración.Él, siendo escoltado por un guardia, se acercó a pasos lentos.
Agnès emanaba el mismo aroma que las flores frente a ella y era algo que le parecía interesante. El ser atraído al mismo olor que emites tenía algo qué decir de uno mismo, pero no profundizaría en ese detalle, al menos no en ese momento.
Apenas estuvo cerca, ésta volteó.
Su peinado trenzado sobre monturas metálicas, cubierto por un tocado ligero y sujetado por alfileres a un barbette, daban por resultado un griñón, el cual habitualmente usaban las viudas o las religiosas. Suponía que en éste caso, la reina era ambas.Los celestes ojos de la dama mostraban complacencia al verle y él hizo una corta reverencia.
Vió cómo las ruborizadas mejillas a causa de la flor de lirio se elevaron en una sonrisa y terminó por corresponder el gesto.El vaho que salía de la boca de la mujer más su pálido aspecto le provocó ofrecerle el propio manto de piel que le cubría, pero fue rechazado apenas las palabras salieron de su boca.
-El invierno es cruel para todos -Su serena voz sonó como un susurro al mismo tiempo volvía su vista al jardín y acariciaba el pétalo de una rosa marchita, para luego alejar su mano lentamente.- Aunque más para algunos -Agregó, volviendo su vista hacia el conde, observando fugazmente su cuello, precisamente la marca perteneciente a Thomas. Seguidamente la comparó con la de su hijo y las encontró igual de sanas e intactas. Faltaba muy poco para que el tiempo llegase a su límite y alguna de las dos desaparezca, pero ninguna parecía tener intenciones de hacerlo.
Suspiró y caminó hacia una banca, escuchando los pasos del menor tras ella.-Timothée tomó asiento, en silencio.
-Francia aún está lamiendo sus heridas causadas hace ya una década por la guerra, antes de que mi esposo falleciera -Él asintió, sin saber qué decir realmente, por lo cual prefirió callar.- El mercado está volviendo a florecer y si bien la recaudación de impuestos sigue descentralizada, sé que es cuestión de tiempo para que las cosas vuelvan a su mejor estado -Hizo una pausa, ahora sí mirándole fijamente. Le analizó por unos tortuosos segundos y luego de tomar aire, siguió.- Por eso usted, joven Bennet, tiene que entender en qué posición se encuentra la tierra que gobernará junto a mi hijo una vez sean unidos en santo matrimonio.
El de ojos marrones se acomodó en su lugar, aguantando el impulso de pasar sus manos por sus piernas, queriendo secar el frío sudor en sus palmas.
Carraspeó la garganta y tras un instante, habló.-Podrá gozar de tranquilidad, su majestad. Si bien la política inglesa difiere de la francesa en varios aspectos, estoy seguro que ser propiamente adoctrinado será suficiente para mi entender -Tranquilizó, hablando con seguridad, tragando la bola de nervios que sentía dejarle sin aire.- Tal así que llegado el día de mi boda junto a mis alfas, procuraré tener conocimiento de cómo posicionarme en mi poder. -Hizo especial énfasis en el plural de alfa, dejando en claro que estaba decidido a casarse con ambos. Para él era un doble o nada, literalmente.-
-El tener una voz de voto siempre es bueno -Concordó la castaña, ladeando su cabeza hacia un lado, con mirada melancólica.- Te aseguro que el reducirse a ser progenitor de los hijos del rey simplemente traerá tristeza. Debe de haber incentivo para poder ser parte de algo, lo que sea -Alzó su mano hacia la mejilla de Timothée, acariciándola con delicadeza. Éste se permitió recostarse en ella, nunca había tenido el afecto de una madre y el que una figura tan cálida como la de Agnès se le acercara de esa manera simplemente rompía todas sus barreras emocionales.- Sino, las paredes del castillo se verán más estrechas y el invierno, tanto como la guerra, más eternos -El hilo de su voz casi se quebrantó y calló justo cuando una lágrima se deslizó por su mejilla, corriendo el maquillaje en ella.
La mano que le tocaba se apartó rapidamente para secarse el rostro y con una angustiante sonrisa se levantó con velocidad, sosteniendo su vestido por los lados, comenzando a alejarse.- Me alegra que haya encontrado a sus destinados, joven Bennet. Es algo que ni siquiera un rey puede controlar, por más que lo desee -Y con una última mirada sobre el hombro, desapareció en el interior del castillo.-
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Casado Con 2 Alfas.
FanfictionUn omega cada cien mil tenía la fortuna o desdicha de pertenecer a dos destinados y aquél era el caso de Timothée, quien desde su nacimiento supo que no tendría simplemente un único lazo que completar. Pero lo que no se esperaba el joven era encont...