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El frío de Alaska la golpeó al abandonar el camión

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El frío de Alaska la golpeó al abandonar el camión. Habia soportado un largo camino junto a individuos que la observaban como el manjar más delicioso en medio de tanta hambruna. Either se pasó todo el viaje temblando y no solo por el frío, sino por el miedo de que aquellos tipos le hicieran algo malo.

Afortunadamente no fue así, había llegado sana y salva a la nevosa ciudad, donde la esperaba su frío apartamento, con algunos pocos muebles y una pequeña chimenea que no tardó en ser encendida por la castaña. El frío escapaba de su boca en forma de humo, y la tristeza que la embargaba no la ayudaba para nada.

Estaba decepcionada. Quizá de ella misma por ser tan apurada respecto a sus sentimientos. Leon jamás le habia dado indicios de nada que no sea más que interés por un buen polvo y algo de solidaridad al dejarla pasar algunos días en su hogar. Por lo que rápidamente asumió que ella había sido la estúpida enamoradiza.

Aquella mujer, Ada, le había provocado una inseguridad enorme gracias a unas simples palabras. Un simple polvo, ella no era un simple polvo, o si? No lo era, eso seguro, pero de que manera la veía Leon? La rompería pensar que solo era una imagen sexual en la vida del rubio.

Por alguna razón le importaba aquel agente y la opinión que tenia sobre ella, eso no quería decir que influyera en su vida pero si le interesaba. Aunque de todas maneras, ella ahora era una prófuga y toda posibilidad con Kennedy era nula.

Un escalofrío la recorrió de pies a cabeza mientras una ráfaga de realidad la golpeó. Ella era una jodida prófuga, alguien que debía escapar continuamente y nunca podría tener su hogar. Y lo peor de todo es que ella estaba pagando algo que no había hecho.

Decidió dejar de pensar en eso y enfocarse en la manera en la que conseguiría dinero para abastecerse de ahora en adelante. No tenia nada, además de un titulo como abogada del que no podía ejercer, por lo que solo le quedaba tomar trabajos simples de poca paga.




●●●




A la mañana siguiente, luego de domir tiritando de frío sobre un viejo colchón de resortes, decidió recorrer Alaska para familiarizarse un poco con aquel lugar que ahora sería, o intentaría ser, su hogar.

Por fortuna de ella, los vecinos parecían ser muy amables, con aquellas dulces sonrisas y pequeñas palabras de bienvenida. Sus huesos estaban congelados bajo un simple saco de lana, que fue una se las pocas cosas de abrigo que Leon había rescatado de su antiguo apartamento.

Sus brazos la abrazaban mientras sorbia su rojiza nariz. Sus mejillas también se hallaban con un tenue color rojo mientras sus pasos eran lentos por los caminos de Alaska. Agradecía que su edificio no se hallara tan alejado del centro, lo que le permitía tener todo el comercio cerca, sin obligarla a moverse demasiado. Le estaba pareciendo más que complicado instalarse a la nueva manera de vivir a la que se veía sometida actualmente.

Luego de visitar un bar, una tienda de ropa, una joyería, logró convencer a la dueña de una cafetería para que le diera una diminuta chance de demostrarle que tenia experiencia para trabajar allí. Se veía desesperada por conseguir al menos algo de dinero, la estaba pasando mal con tanta frialdad en aquel apartamento y no veía la hora de darle su esencia con unos pequeños detalles.

Ya había anochecido para cuando decidió regresar a su apartamento, con una pequeña bolsa de tela entre sus dedos donde había unos pocos alimentos que la ayudarían a pasar algunos días.

La tenue luz de la luna era lo único que iluminaba su camino, mientras se mantenía alerta a cada sonido a su alrededor. Le encantaba Alaska, pero por las noches debía admitir que le causaba escalofríos la Soledad y silencio del lugar.

Corrió hacia el edificio cuando oyó unas pisadas detrás de ella y soltó un suspiro de alivio cuando cerro la puerta detrás de ella. Su pecho subía y bajaba violentamente y por primera vez se sintió sola, con unos inmensos deseos de llorar. Se sentía desprotegida y completamente vulnerable, sensación que había olvidado luego de pasar días junto al rubio que, sin darse cuenta, había robado su corazón.

Subió las escaleras, porque ni ascensor había, mientras aguantaba los sollozos y apretaba la bolsa contra su pecho. Un frío sudor le recorría la espalda, haciéndola sentir aún más frío, pero eso no se comparaba con su desolación emocional. Estaba triste y se sentía rota.

Abrió la puerta con sus manos temblorosas. Se asustó cuando notó las luces prendidas, pero todo miedo quedó en el olvido al ver la silueta en medio de la sala. La bolsa escapó de entre sus manos, chocando contra el suelo, mientras sus ojos su boca se abrían y sus ojos expulsaban las incontenibles lágrimas.

-Leon?-

-mhm, así no es como me gusta que me llames-

La chica soltó una sonrisa entre lágrimas mientras recordaba su especial manera de llamarlo.

-agente Kennedy-

❝𝗨𝗡𝗞𝗡𝗢𝗪𝗡❞  LEON S. KENNEDYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora