xiv. d o g p i n k

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xiv. Perro rosa

       Habíamos logrado salir vivos de Medusa, pero de pie por muy poco

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       Habíamos logrado salir vivos de Medusa, pero de pie por muy poco. Pensé que iba a terminar cómo una bonita estatua.

Esa noche nos sentimos bastante desgraciados.
Acampamos en el bosque, a unos cien metros de la carretera principal, en un
claro que los chicos de la zona al parecer utilizaban para sus fiestas. El suelo
estaba lleno de latas aplastadas, envoltorios de comida rápida y otros desechos.

Habíamos sacado algo de comida y unas mantas de casa de la tía Eme, pero
no nos atrevimos a encender una hoguera para secar nuestra ropa. Las Furias y la
Medusa nos habían proporcionado suficientes emociones por un día. No
queríamos atraer nada más.
Decidimos dormir por turnos.

Me acomodé con la cabeza en la tierra y me dormí. Estaba muy cansada.

Bostecé y caí en los brazos de Morfeo

• Horas después

Un lamido en mi mejilla hizo que me sobresaltara. Sobre mi estaba un caniche

—No no, ella no es un girasol humano—Le dijo Grover

Tomé al caniche entre mis brazos y lo empecé a acariciar.

—¿Cómo se llama?—Le pregunté a Grover

—Gladiolus, Sarah. Sarah, Gladiolus

—Hola Gladiolus—Saludé. El ladró

—Dice que le caes bien—Tradujo Grover

—Tú también me caes bien, Gladiolus

Nos la pasamos conversando entre Grover, Gladiolus y yo.

Grover fue a explorar y yo fui con él, necesitábamos aire fresco.

—Se quien eres—Me dijo

Tragué saliva, ¿qué?

» Tu eres Adhara

—Eh Grover, puedo explicarlo

—Soy sátiro, tonto y cobarde pero tengo un poco de inteligencia Sarah, ¿o le debería de llamar Señora Adhara?—Habló. Cómo si intentara de que no lo pulverizaran e intentado sonar valiente

—Tú llámame Sarah y la propina vez que me digas Señora Adhara tendremos serios problemas—Dije en tono burlón.

Reí junto con Grover.

Cuándo regresemos me senté con las piernas cruzadas al lado de Grover y con Gladiolus en mi regazo.

Percy abrió los ojos.

—Vaya —dijo Annabeth—. El zombi vive.

—¿Cuánto he dormido?

—Suficiente para darme tiempo de preparar un desayuno —Le lanzó un paquete de cortezas de maíz del bar de la tía Eme—. Y Grover ha salido a explorar. Mira, ha encontrado un amigo.

Tenía problemas para enfocar la vista.

—No, qué va.

Parpadeé.

—¿Estás hablando con… eso?

El caniche gruñó.

—Eso —me avisó Grover— es nuestro billete al oeste. Sé amable con él.

—¿Sabes hablar con los animales?

Grover no me hizo caso.

—Percy, éste es Gladiolus. Gladiolus, Percy.

Miró a Annabeth, convencido de que empezaría a reírse con la broma que me estaban gastando, pero ella estaba muy seria.

—No voy a decirle hola a un caniche rosa —dijo—. Olvidadlo.

—Percy —intervino Annabeth—. Yo le he dicho hola al caniche, Sarah le digo hola al caniche. Tú le dices hola al caniche.

Gladiolus gruñó.

Le dijo hola al caniche.

Grover le explicó que había encontrado a Gladiolus en los bosques y habían iniciado una conversación. El caniche se había fugado de una rica familia local, que ofrecía una recompensa de doscientos dólares a quien lo devolviera.

No tenía muchas ganas de volver con su familia, pero estaba dispuesto a hacerlo
para ayudar a Grover.

—¿Cómo sabe Gladiolus lo de la recompensa? —preguntó.

—Ha leído los carteles, lumbrera —contestó Grover.

—Claro —respondió—. Cómo he podido ser tan tonto.

—Así que devolvemos a Gladiolus —explicó Annabeth con su mejor voz de estratega—, conseguimos el dinero y compramos unos billetes a Los Ángeles. Es fácil.

—Otro autobús no —dije con recelo.

—No —me tranquilizó Annabeth.

Señaló colina abajo, hacia unas vías de tren que no había visto por la noche en la oscuridad.

—Hay una estación de trenes Amtrak a ochocientos metros. Según Gladiolus, el que va al oeste sale a mediodía.

Llevamos a Gladiolus a su casa, con su familia. Un señora muy repipí que había pagado los doscientos dólares y luego nos había alejado cómo si fuéramos escoria.

Miré una última vez a Gladiolus, me miraba suplicante. Cómo diciendo; ayuda

No me resistí y lo intenté. Me concentré en tirar la ventana y que Gladiolus estuviera entre mis brazos.

Cerré los ojos con fuerza y sentí como mi melena rubia flotaba en el aire.

—Oh santa Estigia

Gladiolus estaba entre mis manos, regozando de alegría y ladraba feliz.

Goddes Of Heroes And The Lightning Thief¹Donde viven las historias. Descúbrelo ahora