Capítulo 2

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Las bombillas dejaron de explotar, sin embargo, su madre no dejó de hablar sola. El misterio de las luces que exploraron y el temblor de la casa, pasó a un segundo plano, ahora le preocupaba la salud de su madre, que estaba cada día más deteriorada.

Lastimosamente no podía quedarse a tiempo completo con ella a pesar que lo deseara. Esa mañana, tenía turno de urgencias, le gustaba el trabajo, aunque siempre había pequeños percances en el camino.

Muchos de sus compañeros sabían de su especialización, eso y su cercanía al Dr. Cole, no caía muy bien entre ellos. Desconocía si era porque el comportamiento de ella era altivo, aunque no lo creía así, o porque a Cole le gustaba provocar a sus colegas y enfermeras. En resumen, ella no caía bien entre el personal femenino y sus colegas.

— Buenos días — dijo al entrar al hospital y solo los guardias le respondieron, algo muy normal.

Los demás médicos y enfermeras, la miraron con curiosidad y hasta fastidio. Caminó al lugar de los casilleros con el bolso en los hombros, una vez allí, metió la clave, abrió y empezó a cambiarse.

Tenía 28 años, 1,74cm, su cabello tenía ese tono del trigo maduro y sus ojos un color extraño, ni azules, ni grises. Esbelta, desde que tenía memoria era activa, de adolescente estuvo en el grupo de vóleibol y en la universidad en el de fútbol. Una vez terminó sus estudios y su doctorado siguió su rutina, pero en el gimnasio. Ahora el trabajo de campo, el hospital y demás, la mantenían ocupada. Sin embargo, de vez en cuando se iba a casa a trotando y dejaba su vehículo en casa.

No llegaba con el uniforme, tenía por costumbre ir siempre en pantalones deportivos: camisetas y tenis. Una vez en el lugar se cambiaba, no hacía parte de aquellos que se pavoneaban por la ciudad con el uniforme de médicos, el pecho erguido y sintiéndose más que los demás, en eso ella y Cole se parecían mucho.

— Buen día Alessia — habló una voz el mencionado detrás de ella. — ¿Qué tal pasó la noche Alicia? — Cole, como ella le llamaba, era el oncólogo que trataba a su mamá y el motivo de parte del odio hacia ella del personal femenino.

Se quitó la camiseta y se quedó en brasier, envolvió la prenda de cualquier manera. Al quererla arrojar a su casillero, vio la carta que había recibido hace unos días y la hizo a un lado con rabia, arrojándola al fondo junto con la propuesta recibida de la clínica donde antes trabajaba.

— No pasó muy bien, Cole — cerró la puerta del casillero con fuerza y Cole alzó una ceja curiosa.

— ¿La dejaste sola?

— La señora Clitbot la acompañará... creo que pediré unos días — hizo una pausa y se sentó en una banca puesta en el centro de la habitación. Se dispuso a quitarse su ropa y a ponerse su uniforme, se quitó los zapatos para ponerse la prenda inferior.

No había muchas probabilidades que le dieran ese permiso, pero bien valía la pena intentarlo. Cole no hizo comentarios y ella siguió desvistiéndose, el hacía lo mismo del otro lado de la habitación, era un hombre mayor de 40 años, pero con todo en su lugar y firme.

— ¿Por qué nunca aceptaste el puesto de gerencia? — preguntó luego de una pausa y caminando hacia ella. — tendrías más beneficios y en últimas es para lo que estudiaste.

Negó, si hasta los médicos con pocos turnos se quejaban en gerencia por todo y nada, no imaginaba los conflictos que ocasionaría que alguien de afuera ocupará un puesto, que pudo ser de un local.

— Dos locales estaba en la terna y ya tengo muchos "fans", gratis. — Cole sonrió divertido, le tendió una mano y la hizo levantarse.

De 1,85cm trigueño y de ojos verdes, el Dr. Coleman, era el centro de atención y el tumba bragas de la clínica. No sólo hoy día que se había separado, sino desde mucho antes. Se llevaba bastante bien con él y le ayudaba a sobrellevar la enfermedad de su mamá. Alicia le tenía gran estima y tenía una fe inmensa en el simpático hombre.

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