Capítulo 4

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Tres meses después...

Todo se convirtió en una maravillosa rutina, los días que tenía turno, Harry se quedaba en casa y le ayudaba con los cultivos. Poco a poco empezó a ser conocido para todos. Él era un viejo amigo, que conoció en la ciudad y al saber la muerte de su madre, vino a darle a apoyo.

No tenía conflictos con él, salvo quizás el uso del pantalón, odiaba que ella usará ropa masculina, decía era lo más horroroso de la era moderna, lo que ella le parecía chistoso. Esa noche iba de regreso a casa en taxi, su auto estaba en el taller. Tenían días de no recrear lo que Harry había hecho el día anterior a su llegada y eso le hizo pensar que él se sentía bien con ella, así como ella con él. No sabía por qué eso le agradaba, hacia qué su corazón se acelerará. Lo cierto era que empezaba a gustarle y mucho, era un hombre muy atento, amable y cariñoso.

Había dejado de esculcar en el sótano, ya no lucia estresado, estaba más tranquilo y relajado. Se bajó del taxi y vio todas las luces apagadas, solo la de las entradas de la casa y adentro de la casa vislumbraba una luz, pero no energía.

— Gracias y linda noche — le dijo al hombre que siempre la llevaba a casa.

— Lo mismo doctora, saludes a Harry — cuatro meses en casa y era más popular que ella.

Tenía ese don de hacer amigos y lograr que todos le obedeciera. Los primeros días descubrió que los locales eran bisnietos de sus empleados, y que él conoció a casi todos. Era la novedad entre algunos amigos de su madre, los invitaban los domingos en las tardes. En ese entonces y bajo el pretexto de que sentía curiosidad por el pueblo, pedía fotos de sus antiguos pobladores. Alessia se quedaba como hipnotizada, viendo como reía observando las fotos.

Se daba cuenta que les reconocía por sus ojos brillantes y su sonrisa amplia. El regreso a casa era en silencio y veía en sus ojos la nostalgia, sentía pena por él, pero no sabía qué hacer para ayudarle, aunque su nostalgia se iba al día siguiente, se levantaba sonriente y silbando una extraña melodía. Eso fueron los primeros días, solo que ya se notaba más alegre y eso la hacía sentir dichosa.

Cruzó el jardín y llegó al pie de los escalones de la casa, temerosa de encontrar que estaba sola y que Harry había logrado regresar a casa. Metió la llave en la puerta y observó que estaba abierta. Más nerviosa aún, empujó con cuidado y se quedó en la puerta observando a su alrededor.

— ¿Harry? — preguntó a un vestíbulo sólo he iluminado de forma leve.

Dio unos pasos hacia el interior y pudo ver de dónde venía la luz, la chimenea que estaba tapada desde que llegó, funcionaba. A él lo vio al pie de ella, vestido en vaqueros y camisa a cuadros manga larga recogida hasta los codos. Alzó la vista hacia él, su rostro estaba iluminado por el fuego, sonreía feliz y eso hizo que su corazón latiera aún más.

— Te he visto leer en esa mesa con esa luz artificial. — murmuró y le estiró una mano hacia ella — el invierno iniciará pronto y no quiero irme sin saber que estarás bien. — tragó saliva al escuchar aquello, alrededor de la chimenea había dispuesto los muebles y algunas cosas que ella jamás había visto y frunció las cejas — Las subí del sótano, para que me recuerdes, alguna de ellas perteneció a mamá...

— ¿Ya comiste? — Preguntó intentando ignorar el nudo que se hizo en su garganta al escuchar de nuevo su partida y él negó.

— ¿No te gustó? No pensé que te ofendieras, son cosas que estaban sin uso...

— Si está bonito, Harry... — hizo una pausa al verle a él caminar hacia ella, tras tomarla de las manos sentarla en el sofá.

¿Cómo decirle que la idea que se fuera la deprimía?

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