Imagina que el Covid-19 llegue a tu casa, pero no de la típica manera en la que te lo imaginas; con todos los síntomas y las complicaciones, sino en persona.
Esto es lo que le ocurre a Mel Steiner. Ella recibe al Covid en carne y hueso.
Con esta v...
No puedo asegurarte nada Mel —dijo el doctor tomándole la presión a su padre—. Dio positivo y ahora todo es incierto.
Su padre se encontraba en la cama sin fuerzas. Ella había llamado al hospital para que el personal médico fuera a hacerle la prueba.
—¿Pero no hay nada que le pueda recetar para los síntomas?
Covid estaba en la habitación arrumbado en un sofá leyendo. Mel sintió que la situación era irónica, pero el pálido doctor ni siquiera se había fijado en la presencia del chico.
El doctor sacó su libreta y escribió algo, luego la arrancó y se la entregó.
—Ahí están los medicamentos. Esos solo lo aliviarán, pero como ya sabes Mel, no hay nada que podamos hacer para curarlo. O vence la enfermedad, o se deja vencer por ella.
Mel miró a Covid y apretó ligeramente los puños. Sentía demasiada ira por ese imbécil. Luego miró al doctor que iba con una mascarilla blanca, lentes, y unos guantes. Respiró profundo tratando de calmarse.
—Está bien doctor, le daré los medicamentos.
—Por ahora es adecuado que continúe en casa, si empeora debe ser internado.
—Bien.
Suspiró. Una profunda tristeza la embargó de repente. Salió de la habitación al mismo tiempo que el doctor, y se dirigió a la suya. Se lanzó a la cama y se hundió en un mar de lágrimas.
Lloró por todas esas veces que había podido pasar un buen momento con su padre. Como aquella vez cuando él le construyó un columpio a Melvin de pequeño y la invitó para estrenarlo.
—Oye Mel, ¿quieres columpiarte primero?
—No gracias, mamá me invitó a maquillarme.
O esa vez cuando la invitó a dar un paseo en moto.
—Mel, ¿te gustaría dar una vuelta en la moto?
—No, mamá dice que eso no es para damas.
Pronto cumpliría los 18, y había pasado casi toda su vida complaciendo a su madre. Fue un error querer agradar a la gente en vez de pasar tiempo con su padre, el cual estaba próximo a morir. Como había dicho el doctor; “todo era incierto”.
—No llores Mel, él…puede curarse.
Sintió que se le escaseaba el aire, y se percató que un cuerpo tibio la abrazaba por detrás con ternura. Lo reconoció de inmediato por el perfume.
Covid
Estúpido Covid.
—¡Esto es tu culpa!—gritó histérica.
—Aquí vamos con lo mismo…—Covid se incorporó y se dirigió a la puerta—. Sabes, creo que te vendría bien estar sola. Yo solo intentaba consolarte
Dio un portazo y se fue.
Mel se dirigió a su tocador y se miró al espejo. Observó como las lágrimas bajaban por sus mejillas, y sus ojos se enrojecían. Miró el lote de maquillaje que tenía en la superficie, y también en los demás compartimentos. Recordó a su madre diciéndole desde pequeña:
—Para ser una niña linda debes maquillarte Mel, esa cara tan pálida que tienes no te sienta bien.
Siempre le repetía lo mismo. Desde su infancia ella había sido adoctrinada por el camino de la superficialidad. Debía mostrarse lo mejor posible ante la sociedad, sino sería rechazada, y no había cosa que le causara más miedo que la exclusión.
Tomó el maquillaje y lo lanzó con fuerza al suelo.
—¡Estúpido maquillaje!
Abrió un cajón en donde tenía una colección de labiales. Agarró un puño y los lanzó al suelo.
—¡Por ustedes nunca pude lucir el color natural de mis labios!
Así estrelló todo su maquillaje contra el suelo. Debía admitir que se sentía bien descargar todo lo que por mucho tiempo había guardado dentro.
Apoyó los codos en la superficie del tocador, y se pasó la mano por el pelo. Volvió a desbordarse en llanto.
