➳Capítulo 11★

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           Una posible solución

—Qué pasará con mi padre —dijo Mel.

Covid se acomodó en el mueble de la sala, y luego la miró serio.

—No lo sé Mel, realmente uno no sabe hasta dónde llega la capacidad de las personas. Unas son más débiles que otras, pero al final nunca se sabe.

Por la noche Mel se había quedado pensando en algunas soluciones, y había llegado a una conclusión. Había pensado en algo que podría asegurarle la salud a su padre. Era un plan que podría fallar. Era arriesgado, pero debía intentarlo, debía protegerlo. Ahora su familia era lo más importante, sobre todo su hermano y su padre, porque al parecer era lo más sincero que había tenido.

—Covid te invito a un picnic y no me digas que no.

Covid arqueó una ceja y la miró extrañado.

—¿Qué tramas Mel Steiner?

—¡Nada! Yo sólo tengo muchas…dudas y me gustaría que las respondieras.

—Está bien, acepto —dijo Covid no muy convencido—, pero asegúrate de usar mascarilla. Ya hay demasiada gente contagiada.

Mel asintió con una amplia sonrisa que casi parecía falsa, luego subió a arreglarse. Tomó en cuenta el consejo de Covid y se colocó una mascarilla, también unas gafas como complemento.

Pidió a su padre las llaves del auto. No era muy buena conduciendo, pero el lugar a donde irían no quedaba muy lejos.

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Llegaron a un parque natural. Caminaron hasta una pequeña elevación, y después de tender una manta se sentaron.

La vista no era la gran cosa, pero desde ahí se podían observar algunos árboles y algunas casas.

El fresco viento transmitía paz.
A su alrededor había algunas personas. Todos estaban distanciados y llevaban mascarillas.

En esto se había convertido el mundo, en una manada de miedo y temor. En inseguridad e incertidumbre, en ilusiones de mejoría que se vendían como pan caliente en los medios. A ese punto habían llegado las personas, al punto de separarse, y no por el bien, sino por el miedo, reflexionó Mel.

—Y bien —dijo Covid con su mascarilla puesta. Mel se había quitado la suya—, cuales son todas esas preguntas que tienes sobre mí.

Su corazón se aceleró y por un momento quiso salir huyendo, pero luego algunas preguntas llegaron a su mente. Consideró que después habría tiempo de ejecutar el plan maestro.

—¿Cuáles son tus orígenes?

—Querrás decir mi historia —corrigió.

El suspiró. Su mirada se perdió en el horizonte y su mente parecía perderse junto a ella.

—Creo que esto es algo que han ocultado en todos lados —dijo Covid, mirándola—. Lo ocultan detrás de historias estúpidas, pero…esta es la verdad....

Y Covid empezó a narrar su historia. Todo había empezado en el instituto de Virología chino de Wuhan. Un científico americano llamado John Trisher, residente de China, quiso realizar un experimento que contuviera un virus.

John era un hombre reservado y de rasgos extraños. Su postura encorvada y su frente arrugada, daban la impresión de que era un ser ermitaño y malévolo. Se dice que la humanidad le repugnaba, y que sus orígenes no eran del todo humanos, aunque lo último es solo una suposición.

Trisher era practicante de Dhar, o magia oscura, y cierto día hizo un pacto con un demonio para poder hacer realidad su macabra fantasía.

—Entró a su laboratorio, mezcló todos los químicos necesarios, y después hizo un ritual —dijo Covid con simpleza—. Pasaron casi dos horas y John pensó que nada valdría la pena, pero entonces, yo me materialicé, o una parte de mí.

Mel no se había dado cuenta de en qué momento sus labios y sus ojos se habían abierto más de la cuenta. Había estado prestando atención fascinada.

—Wou —dijo Mel—. Tú eres tan…real.

Covid sonrió.

—Y tú tan falsa.

—¡Oye!

Mel siguió la mirada de Covid que seguía perdida en el horizonte, y pensó que esa era la oportunidad perfecta.

—Iré a buscar la canasta, la dejé en el auto.

Se levantó y caminó de prisa hasta el autor. Una vez allí, respiró profundo e introdujo la llave para encenderlo.

—Este es el momento —murmuró para sí misma.

Su corazón palpitó con más fuerza y sus manos temblaron un poco. Presionó el acelerador y dio la reversa.

Desde el espejo retrovisor logró observar a Covid. Estaba muy distraído como para mirarla.

Aceleró sintiendo como todo su cuerpo hacía lo mismo.

Después de haberse alejado unas cuadras, una amplia sonrisa se formó en sus labios. Ya todo había terminado. La pesadilla había llegado a su final.
Su padre se recuperaría, pasaría más tiempo con él y con Melvin, y todo sería igual que antes, solo que con una nueva Mel.

Había dejado atrás a ese ente dañino. Estaba a salvo, todos lo estaban.

Al llegar a su casa parqueó el auto en la marquesina. Se desmontó casi queriendo gritar de la emoción y tocó la puerta.

Sus ojos negros brillaban de entusiasmo.

Al notar que nadie abría, volvió a timbrar.

—¡Mamá soy yo, Mel, ábreme!

La puerta se abrió y dejó ver a alguien que no era su madre.

—Hola, Steiner.

El corazón le dio un vuelco del susto y en su mente solo había confusión. Sus ojos se igualaban a dos monedas. La boca se le secó y no pudo hablar con normalidad, solo tartamudear.

—Pe-pero tú…te dejé…el parque…como…

Covid sonrió. Esa amplia y asquerosa sonrisa de triunfo que ella odiaba.

—Soy un ente fantástico Mel, no te puedes deshacer de mí.

Mel se puso una mano en la frente y negó con la cabeza. Maldijo internamente al pensar que se despojaría de aquel embrujo de una manera tan simple.


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Holiwis.

Espero que este capítulo les haya gustado. No se olviden de dejar su voto.

Así que Mel pensaba deshacerse de Covid...Esa si no la sabía.

¿Intentará Mel otro plan?

Díganme que opinan.



★★★

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Covid: Un giro inesperado ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora