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Minying no estaba seguro de lo que debía hacer. Después de lo que pasó con Minho, ni siquiera podía salir de su habitación sin sentirse avergonzado. ¿Cómo podía enfrentar a sus hermanos o a Minho, luego de haber actuado de manera tan vergonzosa? Incluso si fue su Omega quién hizo esas cosas, tampoco le desagradó mucho sentir la respiración de Minho en su cuello.

Era tan vergonzoso pensar en ello ahora. Primero su Omega actúa de manera extraña solo por el cambio de olores en la ropa de Minho, y luego provoca que el alfa interior de su mate saliera.

Minying rodó con vergüenza sobre su cama, enterrando la cabeza entre las sábanas para ocultar su sonrojado rostro. Se sentía muy avergonzado, y no había salido de su habitación más que para comer y hablar con sus hermanos para asegurarles que estaba bien. Tenía mucho miedo de lo que dirían sus hermanos si sabían de lo que hizo.

El Omega cerró los ojos, solo para encontrarse con la imagen de su alfa olfateandole el cuello de nuevo. Recordaba ese incidente cada vez que intentaba relajarse.

-¡Minying-ah!

El príncipe emitió un sonido de queja al oír que su hermano Seung invadía la habitación sin aviso. Hizo un puchero que luego se transformó en sonrisa al ver que traía dulces de arroz, su favorito.

-¿Hyung, como los conseguiste?- preguntó un rato después, con granos de arroz ensuciando sus delicados labios.

-Soy el cuarto príncipe de la provincia de Daegu- replicó Seung desde su posición acostada en la cama del más joven.

-Hyung...

-Y los cociné yo mismo.

Minying soltó una risita ante la expresión cansada que tenía su hermano. Sabía que Seung era el menos agraciado en la cocina de todos sus manos y le conmovía pensar en que había hecho todo eso por él.

Seung miró a su hermanito mientras comía, analizando su entorno con una mirada indescriptible. Dado que Minying no había salido de su habitación durante varios días, ninguno de sus hermanos alfas había verificado que no hubiera ningún aroma fuera de lo común en el joven Omega. Todos sabían que los omegas, Minying en especial, eran sensibles a los aromas desconocidos.

El cuarto príncipe captó un olor familiar en aquella habitación. Habría preguntado, pero se distrajo con las risitas que soltaba su hermano menor.

Pasaron muchas horas bromeando en su habitación hasta que Minying decidió salir. Hablar con su hermano le recordó que no debía avergonzarse de nada cuando se trataba de su familia, además de recordarle que había todo un mundo afuera de su habitación.

Sus hermanos se mostraron sorprendidos cuando lo vieron parado frente al comedor con una deslumbrante e inocente sonrisa en sus labios. Ninguno dijo nada después de que Dak-ho les diera una significativa mirada, silenciosamente diciéndoles que cerrarán la boca y no mencionaran el extraño comportamiento de Minying.

-H-Hyungs- llamó tímidamente el Omega, después de escanear el lugar.

-¿Si, Minying?

-Uhm...yo, eh, me gustaría saber dónde están los hermanos Jung.

Dak-ho le envió otra mirada a los alfas, más seria que la anterior. Luego se aclaró la garganta antes de hablar.

-Min-Ah está en su habitación. El Rey Minho salió hace poco.

-Oh.

Aunque su rostro permaneció tan alegre como siempre, Minying no pudo evitar deprimirse ante la falta de su mate. Era un Omega joven y sano en la edad óptimo de reproducción que recientemente había empezado a interactuar con las feromonas de un alfa dominante, que también resultaba ser su mate, el hombre destinado a ser su compañero por el resto de sus vidas.

El Príncipe Omega Y Su Rey AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora