2

231 35 4
                                    

Minying se relajó tanto que terminó dormido apoyándose contra el árbol. Los animales aprovecharon su inconsciencia para acercarse y olfatear al muchacho que tan extraño les parecía.

Por un par de horas, el bosque permaneció en silencio, hasta que el sonido del metal chocando entre sí rompió el momento de tranquilidad, alterando a todas las criaturas que allí se encontraban. El príncipe se despertó con un salto, ya que el sonido lo había sobresaltado mucho.

Minying se levantó rápidamente, asustado de volver al palacio tan tarde. Se apresuró en salir del bosque, sin notar que su ropa estaba cubierta de tierra y su cabello lleno de ramas. Un par de hojas secas colgaban de su cabeza, pero no las notó. Lo único que ocupaba su mente era la necesidad de regresar al palacio antes de que sus hermanos se dieran cuenta de su ausencia.

Tuvo que detenerse cuando otro sonido metálico resonó en la quietud del bosque. Nervioso, deslizó su cuerpo por una apertura entre dos árboles y se agachó, esperando que la vegetación fuera suficiente para ocultarlo. Funcionó, ya que minutos después varios hombres de la Guardia Real pasaron frente a él, ninguno reparando en su presencia.

Con un suspiro de alivio, salió de su improvisado escondite de manera sigilosa, retrocediendo despacio. Casi abandonó su postura precavida antes de estrellarse contra el pecho de alguien.

Minying contuvo la respiración mientras trataba de pensar en una manera de escapar de aquella situación. Se dió la vuelta, pensando que sus hermanos lo castigarían al encontrarlo tan alejado del palacio. La emoción llenó su cuerpo cuando vio quién era la persona detrás suyo.

—¡General Lee!— exclamó como un niño.

—Minying-ah— murmuró el hombre, sorprendido de la apariencia del muchacho.

—¡General!— continuó Minying alegremente. Lee Jaewon siempre había sido amable con él. Lo abrazaba constantemente, y le susurraba que olía muy bien.— ¿Qué hace aquí? Pensé que aún estaba en el Reino de Incheon. Mis hermanos dijeron que usted no regresaría. Pero está aquí ¡Me alegro mucho de verlo!

—Tus hermanos...— el hombre fue interrumpido por el príncipe.

—¡Sí! ¡Dak-ho, Taeyang, Ji-hong, Seung y Hyun! ¿Los recuerda?— preguntó el Omega sonriente— ¡Usted solía jugar con ellos cuando eran pequeños! Pero nunca me dejaron ver...

Recordando sus "juegos", el General sonrió con malicia, analizando al joven príncipe frente a él. Su ida hacia el Reino de Incheon se había prolongado más de lo que esperaba. Habría querido volver antes, pero los cinco Príncipes Alfas se habían encargado de prohibirle la entrada al lugar. Querían mantenerlo alejado de su hermano menor.

—Minying-ah— llamó con voz ronca— ¿Tus hermanos saben que estás aquí?

Minying negó con la cabeza de inmediato.

—N-no— dijo nerviosamente— Me salí del palacio, por favor no les diga nada.

—Tranquilo, Minying— el General sonrió— Jamás se enterarán de ésto.

—Muchas gracias, General Lee. No sé cómo agradecerle.

El Omega sonrió agradecido. Pensando que no tenía de qué preocuparse, trató de caminar en dirección hacia el palacio sólo para ser detenido por una mano sujetando su muñeca. Regresó sobre sus pasos algo confundido de por qué el General no lo dejaría irse.

—¿S-sunbaenim?— preguntó dudoso.

—Has crecido mucho, Minying— empezó a decir el General.

—¿Huh? Gracias, usted también se ve más grande. El entrenamiento le hizo muy bien.

Sin darle una respuesta al príncipe, Jaewon atrajo el cuerpo del muchacho hacia el suyo, manteniendo un firme agarre en su muñeca. Con su brazo libre, rodeó la cintura del muchacho, dejando poco espacio entre ellos.

Minying empezó a sentir miedo ante el repentino acercamiento del General. Abrió la boca para preguntarle qué estaba haciendo, pero lo que salió de sus labios fue un chillido provocado por la nariz que se deslizó por su cuello. Algo húmedo tocó el área entre su hombro y cuello, por lo que se retorció con incomodidades. 

Los pocos chillidos que emitió el Omega fueron rápidamente silenciados por una mano que cubrió sus pálidos labios. Al ser empujado, su espalda chocó contra el tronco de un árbol.

—G-general, deténgase— logró decir en voz baja Minying.

—Permanece en silencio.

Con agresividad, el General movió la cabeza de Minying hacia la izquierda, exponiendo la sensible y suave piel de su cuello. De nuevo enterró su rostro en ésa área, saboreando al joven príncipe.

El príncipe sentía el familiar ardor de las lágrimas acumulándose en sus ojos. No le gustaba para nada la manera en la que estaba siendo tratado. Su inocencia le impedía comprender los vulgares deseos del Alfa que lo apresaba.

Gimió de dolor al sentir unos dientes clavándose en su piel. Sabía que éso era  incorrecto, pues sus hermanos le habían enseñado que no se debía morder a nadie.

Trató de alejar al General, golpeando su pecho. Pese a sus débiles intentos, no pudo mover ni siquiera un centímetro al fornido hombre. La desesperación logró que su lado animal se asomara, haciendo que sus uñas se afilaran como garras. Enterró sus garras en el pecho del General hasta que éste se apartó con un gruñido.

Sin esperar ni un segundo más, salió corriendo hacia el palacio, importandole poco el estado de su ropa. Tardó apenas unos minutos en alcanzar su ya conocido lugar de escape, el cuál atravesó con tanta rapidez que la roca del muro cortó su piel en varios lugares.

Se apresuró en llegar a su habitación, sin detenerse a reparar en las sirvientas que lo miraban curiosamente. Casi lloró de alivio cuando la puerta entró en su campo de visión. Corrió, y abrió la puerta violentamente, asegurándose de cerrarla tras de sí.

Su alivio duró poco, ya que tan pronto como se volteó, los rostros de cinco Alfas enfadados lo recibieron. Minying finalmente dejó que las lágrimas corrieran libres por su rostro, derrumbándose frente a sus hermanos.

—H-h-hyung— sollozó mientras se deslizaba al piso.

Los príncipes se apresuraron a socorrer a su hermano menor. De cerca, los moretones en su muñeca y cuello creaban una imagen perturbadora para los Alfas. De no haber sido por el frágil estado de su hermano, habrían empezado a pelear entre sí.

—Minying-ah— Dak-ho trató de calmarlo— ¿Qué pasó?

—Yo... Lo siento, hyung— el príncipe sollozó— Salí del palacio, y me dormí. Luego ví al General Lee, pero él... Él me hizo algo extraño.

Ante la mención del General, los príncipes se tensaron visiblemente. Se hacían una idea de lo que había hecho Lee Jaewon.

—¿Te tocó?— fue Ji-hong quién preguntó.

Minying se quedó en silencio, analizando la pregunta de sus hermanos. No entendió a qué se refería, así que asintió.

—¿Dónde?— inquirió Taeyang.

El Omega señaló su cuello con timidez. Aún le dolía la mordida, pero no quería alterar a sus hermanos. Claro que ya estaban alterados

—Minying, ve a bañarte— ordenó Dak-ho con un tono de voz serio. Cómo el muchacho no respondió, perdió la paciencia— ¡Ahora! ¡VE A BAÑARTE! APESTAS A ESE HOMBRE.

Con un chillido, Minying salió disparado hacia el baño. No le gustaba ver a su hermano mayor enojado.

—Lo lamento, hyung— murmuró mientras se alejaba— Sé que hice algo mal.

Mientras sollozaba, el Omega pasó directo a limpiarse. El resto de la noche se la pasó llorando sobre su almohada. Odiaba sentir que había enojado a sus hermanos.

El Príncipe Omega Y Su Rey AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora