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Minho recuperó el control sobre su alfa luego de recibir el castigo asignado por la ley de Daegu: una sentencia dictada por los familares alfas del omega que tocó.

Como alfa, era humillante y muy irritante recibir más de veinte latigazos por tocar al omega que algún día marcaría y con quién tendría cachorros en el futuro. Sin embargo, Minho podía entender los sentimientos de sus cuñados, cuya confianza había perdido con las acciones del día anterior. Si él tuviera un hermano o hermana omega, Minho también querría matar al alfa que lo toqué sin antes haberlo marcado o siquiera iniciado planeaciones de una boda. Legalmente, él no tenía derecho a tocar a Minying de esa manera aún. No importa que fueran mates.

Minho se tomó dos semanas para recuperarse luego de los muchos latigazos que convirtieron su espalda en una violenta masa sangrienta. El alfa aún no podía moverse bien por todas las heridas en su espalda, pero hacia el esfuerzo para no preocupar a Minying. Cada día que pasara encerrado solo harían que Minying sé sintiera mal por las acciones de sus hermanos. Y Minho no podía permitirlo.

Así, con la espalda desgarrada y un dolor insoportable, Minho escapó la vigilancia de su hermana menor para ir en busca de su omega. Tenía que encontrarlo pronto. Su alfa estaba rasguñando las paredes de su mente, rogándole que lo dejara salir para buscar a su lindo Omega.

Encontrar a Minying no fue complicado. El Omega no había salido de su habitación desde aquella noche en la que los hermanos de su Omega lo dejaron herido. Minying se sentía demasiado culpable. Eso Minho lo sabía por el lazo que su alfa interno compartía con el Omega de Minying. El pequeño se sentía culpable.

El alfa de Minho estaba tan desesperado por cuidar de su Omega que brevemente tomó el control, nublando la visión del Rey y enviándolo a un rincón muy aislado dentro de su mente. Luego entraron a la habitación del Omega.

Minying estaba acurrucado frente a la puerta, su cabello desordenado cubriéndole el rostro por completo. Se veía tan pequeño y frágil en esa posición que el alfa de Minho no pudo evitar soltar un chillido bajo. Su orgullo como alfa estaba destruido por haber sucumbido a sus instintos, lastimando a su Omega en el proceso. Si hubiera controlado su lujuria quizás Minying no estaría sufriendo de la culpa y tristeza.

El pequeño príncipe estaba llorando. Sus sollozos eran dagas que se enterraban en el corazón de Minho. Toda su diminuta figura temblaba. Era desgarrador verlo así.

Minho no quería nada más que envolver al inocente Omega entre sus brazos. Lo hizo. No había nada que pudiera detenerle de consolar a su preciado mate.

—Minying.

El Omega alzó la mirada con sorpresa, como si no hubiera notado la intrusión de su alfa hasta ese momento en el que oyó su voz.

Los ojos de Minying estaban rojos e hinchados luego de horas llegando. Sus mejillas se habían ruborizado intensamente y su labio estaba roto, de seguro porque se había mordido para acallar los sollozos. Su hermoso cabello negro como la tinta estaba desordenado. Minying lucía terrible. Nada pudo haber lastimado a Minho tanto como esa imagen.

Ni las espadas ni las flechas que cientos de veces se hundieron en su piel eran tan dolorosos como la expresión en el rostro de aquel alegre y extrovertido Omega.

—Minying-ah— su voz se quebró por el dolor mientras se arrodillaba frente al sollozante príncipe.

—A-Alfa.

Minying se lanzó a sus brazos y lo abrazó tan fuerte que Minho perdió el equilibrio por un instante.

Minho sostuvo a su Omega, suspirando de tristeza ante sus sollozos. El dolor que sentía era inmenso por el mero hecho de que lo había causado.

Era su culpa no poder controlarse.

Minho pasó varios minutos susurrando palabras dulces en el oído del príncipe para que se calmara. Lo abrazó. Le dió besos en el rostro. Frotó círculos en su espalda. Dejó salir feromonas para apaciguar a su Omega.

Minho se quedó junto a Minying, sosteniendo su frágil cuerpo incluso después de haber caído en la inconsciencia ambos.

Al día siguiente.

Minho despertó con el dulce aroma de Minying haciéndole cosquillas en la nariz. Abrió los ojos esperando encontrarse con el triste y decaído Minying al que había acurrucado durante la noche.

El Minying que se encontró no era aquel, sino el sonriente y alegre de siempre. Sus labios estaban curvados en una amplia sonrisa que llenó el pecho de Minho de una calidez agradable. Minho sostuvo su cintura como lo había hecho desde la noche y se dedicó a acariciarle el cabello como una forma de cariño. Podría haberse quedado allí durante todo el día.

Minying se acurrucó sobre su pecho, hundiendo la cabeza en la unión de su cuello y hombre. Minho contuvo un gruñido antes de discretamente olfatear a su Omega, sintiéndose satisfecho por los feromonas de felicidad que salían de él. Su dulce aroma ya no estaba teñido por la tristeza.

Minho se deleitó en el simple acto de sostener a su mate.

Pudieron haber pasado horas y a ninguno le importó. Estaban disfrutando de está momentánea tranquilidad. Después lidirian con la manada de hermanos furiosos.

Minho inhaló profundamente el aroma de Minying, grabándolo en su memoria. Al mismo tiempo el Omega hizo lo mismo, solo que él se atrevió a besar el cuello de su alfa. Eran sus instintos actuando.

—Minying-ah— susurró Minho con una expresión calmada. —No te dejes llevar por tu Omega interno o nos meteremos en problemas otra vez.

Al recordar los problemas de la última vez, Minying emitió un chillido triste.

Minho lo tranquilizó.

—Ya, todo está bien. Todo está bien, mi lindo y precioso Omega— susurró mientras paseaba su nariz por el cuello del menor.

—Alfa— chilló Minying, exponiendo su garganta en señal de sumisión.

Los colmillos de Minho se extendieron ante la silenciosa propuesta de su mate, pero el alfa logró contenerse antes de cometer una equivocacion. Si quería estar con Minying, debía hacerlo de la manera correcta.

Marcarlo en un momento de debilidad estaba mal.

Minho supo que habían pasado demasiado tiempo encerrados cuando el estómago de Minying soltó un gruñido. Esbozó una sonrisa leve, puesto que no quería avergonzar al Omega, antes de levantarse con él en brazos.

—¿Tienes hambre, Minying-ah?— preguntó, su nariz rozando la manzana de Adán del pequeño Omega.

—Sí, alfa— fue la respuesta dócil y tierna que recibió Minho.

—Ven, vamos a darte algo de comer.

Minying no se despegó de Minho incluso después de que se puso de pie. El principe se aferró a Minho, rodeandolo con sus brazos y piernas a medida que caminaba hacia el exterior.

Tan pronto puso un pie fuera de su recamara, Minho fue interceptado por Dak-ho.

Dak-ho les dedicó una mirada. Vió a Minying envuelto alrededor del alfa, mas no dijo nada. Ya había castigado a Minho por pasarse de la raya y confiaba en que no lo haría otra vez. Por el momento, podía dejar en paz a su hermano para que disfrutara a su mate.

Con una sonrisa amable, Dak-ho le entregó a Minho un recipiente pequeño.

—Es para sus heridas.

Minho no hizo más que asentir.

Dak-ho se fue después de eso, para deleite de Minho. No quería más interrupciones inesperadas en su tiempo con Minying.

Minying decidió frotar su nariz contra el cuello de Minho para obtener más de su aroma. Le gustaba mucho.

El desayuno les fue llevado por una sirvienta.

Minying estaba tan feliz siendo consentido por su mate que no pensó en nada más. Quería quedarse allí durante todo el tiempo que fuera posible.

Nada pudo sacarlos de su pequeño paraíso.

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⏰ Última actualización: Apr 11, 2023 ⏰

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El Príncipe Omega Y Su Rey AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora