13

225 21 5
                                    

Era la primera vez que Minying salía desde que inició el celo. Sus hermanos le dieron su aprobación al percibir que ya casi no había feromonas a su alrededor.

Aunque era difícil para Minying admitirlo, la verdad es que extrañaba bastante ver a su mate. La necesidad que había nacido en sus entrañas rogaba ser complacida con tanta intensidad que le era casi imposible aguantar más. Después de lo que había hecho teniendo en mente a su alfa, Minying sentía que ya no podía ignorar aquello que en su mente no era importante hasta ese momento. Satisfacer a su alfa.

Bueno, Minying jamás había pensado en hacer todas esas cosas que para los demás habitantes del palacio eran normales entre un alfa y omega. No podía ni siquiera contar la cantidad de veces que había oído a las sirvientas mencionar tantas cosas que él no entendía o no quería entender. Pero ahora tenía un alfa y había pasado su primer celo de verdad, lo que abría su mente a un sinfín de cosas que debía aprender si quería estar con su alfa. Y sabía que sus hermanos no le dirían nada.

Solo pensar en lo que Dak-ho le dijo era vergonzoso. Su hermano tuvo que decirle cómo aliviar su celo.

¡Ahhhhh! Es tan humillante.

Alejando esos pensamientos, Minying terminó de arreglar su ropa antes de tocar la puerta de la habitación de Minho. Según sus hermanos, el alfa se había aislado dentro de su habitación luego de llevarlo a qué se le pasara el efecto del celo. Al parecer nadie lo había visto, ni siquiera su hermana. A Minying le costó un poco salir de la vigilancia de sus hermanos para visitar a su mate. La verdad es que sus hermanos no querían que lo viera aún, debido al pequeño halo de feromonas que todavía permanecía en su cuerpo. Sin embargo, Minying no podía esperar.

La puerta permaneció cerrada durante un largo rato, por lo que Minying frunció el ceño y volvió a tocar. La ansiedad regresó, su omega sensible a todo por los restos del celo que no se irían por varias semanas. Sintió picazón en su cuello, sobre la glándula de aroma donde debía ir la marca algún día, y se llevó una mano hacia esa zona por reflejo. Contuvo las feromonas para evitar que alguien se viera afectado por ellas.

Justo cuando iba a tocar de nuevo, la puerta se abrió y una mano vino desde el interior para sujetar su muñeca. Habría chillado de temor, pero el aroma de su mate hizo ronronear cada fibra de omega en su interior. Se calentó la piel dónde el alfa tocaba. Minying jamás fue tan dócil como en ese instante, cuando Minho lo jaló hacia el interior de su habitación.

Minying chilló al ser acorralado contra la pared, tras cerrar la puerta a sus espaldas.

—¡Minho-hyung! ¡¿Q-Qué ha-haces?— chilló el príncipe.

Minho no le respondió. Minying estaba tan asustado por esa actitud que en realidad no tenía ningún sentido. El lado omega y sumiso de su cuerpo le hacía querer exponer su cuello para mostrar sumisión al alfa. Minying aguantó aquel impulso y puso sus manos en el pecho de Minho para que se alejara un poco.

—¡Minho-hyung!

Omega. Mi omega. Mío, mío.

¿Ah?

Minying se congeló. Su mate estaba en celo. Y él había entrado en su territorio sin pensarlo.

Puede que no supiera mucho, pero todo omega sabía que no podía meterse en el territorio de un alfa en celo. Mucho menos si era su mate.

Minying contuvo la respiración cuando el alfa olfateó su cuello, seguramente saboreando el ligero rastro de sus feromonas del celo. Para el diminuto príncipe, la presencia de Minho era tan intensa como una gigantesca botella de alcohol. Teniéndolo tan cerca, sus feromonas empezaban a filtrarse hacia el omega. Olían raro, distinto a lo que estaba acostumbrado. Más fuertes, más intensas que las feromonas usuales. Esa nube en su mente que recordó de su celo regresó, dejando a sus instintos tontos.

El Príncipe Omega Y Su Rey AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora