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Richie suspiró pesadamente y se dejó caer hacia atrás en su mullido colchón, que le lo recibió en sus blandos brazos, envolviendo su espalda, nuca y cuello. Apoyó sus brazos en su abdomen, sintiendo como ascendían y descendían con cada respiración, hinchando su pecho y deshinchándolo con una mueca de fastidio tiñendo sus facciones.

El de rizos azabaches quería llorar, quería arrancarse los pelos, gritar y patalear como un niño pequeño; chillar lo injusta que era la vida, pegar a su corazón por no escuchar a su cerebro y proporcionarle falsas esperanzas. Pero lo único que sus pocas fuerzas le pudieron permitir hacer fue resoplar con cansancio de nuevo, sintiendo como su corazón se apretujaba en su pecho cuando cerró los ojos por unos instantes. No pudo evitar proyectar en su cabeza los diferentes escenarios en los que Eddie podía estar en ese momento con aquella chica que se le había confesado ¿Cuál era su nombre? ¿Blanca? ¿Bea? B...¡Bianca! Sí, ese era su nombre. Solo de recordar como los ojos de su amigo habían brillado al pronunciar su nombre mientras sonreía ampliamente, el corazón del de gafas cayó en picado hasta llegar a su estómago y comenzar a quemarse con los ácidos que había en este.

Simplemente no lo veía justo ¿Por qué ella y no él? Vale, ella tenía unas buenas curvas y no le faltaba pecho, pero no era justo. Richie llevaba al lado de Eddie toda su vida y le parecía más que injusto que una niñata de pacotilla hubiese enamorado a Eddie de un día para otro. En parte se echaba la culpa a él mismo, sabiendo que él también podía haberse confesado, pero se autoconvencía de que no hubiese servido para nada, solo para ahuyentar al pequeño de cabellos castaños.

La mente de Richie era bastante retorcida y le obligaba a ver cada vez que cerraba los ojos, a su amigo estallando en carcajadas eufóricas por la gran noticia.

No era justo.

Richie se volteó en la cama, sintiendo como por su peso el colchón se movía con él, y se mordió el labio inferior para retener las malditas lágrimas. Porque no sabía qué hacer. Por una vez en su vida no tenía ni la más remota idea de adónde debía de ir ahora. Él siempre había seguido hacia adelante, sin saber lo que vendría, pero Eddie siempre le había guiado y Richie había aprendido a seguirle, no como un perro sigue a su amo, sino como un amigo va más atrasado para proteger las espaldas de su compañero. Para el bocazas no tener a Eddie como sustento significaba caerse al mar directamente y lo malo no era la caída, sino que no sabía nadar. Sentía que sin su flotador, se hundía lentamente a las profundidades de aquel lugar con agua salada, solo que en sus pensamientos, este mar estaba creado con las lágrimas que no había derramado y los sueños que no había cumplido. No tenía fondo; para él no había fondo. Y puede que esa fuera la verdad, puede que no hubiera fondo y que se ahogaría hasta la eternidad. No lo sabía, pero se dejó caer. Dejó de respirar por unos segundos y cerró los ojos , sintiendo como su cuerpo se relajaba y no oponía resistencia. Permitió que se hundiera por unos segundos, cayendo tan al fondo que la luz no llegaba, que el sonido no existía...¿Eso se sentía al estar solo? Se sentía vacío y sin ganas 

¿Pero qué mierdas le pasaba? 

Él era el gracioso del grupo, no podía permitirse llorar, no podía romperse. Richie tenía que hacer reír a las personas para que se olvidaran de sus problemas, él no podía estar triste, porque nadie le socorrería. Él ayudaba, abrazaba, despejaba las mentes nubladas y enseñaba el brillante sol, con su peculiar sentido del humor y su pesada personalidad. Él no podía permitirse estar triste; no podía, no debía.

Llamaron a la puerta de su casa, lo escuchó, escuchó los suaves toques en la planta de abajo que resonaron por todo el silencioso lugar, haciendo eco. Richie no se movió; no quería, no tenía por qué, pero volvieron a llamar esta vez con un poco más de efusividad, y ahí fue cuando el de cabellos azabaches apretó los labios con molestia y se levantó de la cama con fastidio. En el momento en el que sus pies, vestidos con unos simples calcetines, tocaron el suelo, todo su cuerpo se estremeció e incluso los pelos de su nuca se erizaron con violencia. Ya estaban en invierno, pero Richie seguía negándose a ponerse las zapatillas de estar por casa, le gustaba andar en calcetines, pese a los avisos de su madre, que pasaba el mayor parte del día en el trabajo, al igual que su padre. Aunque con su padre apenas se comunicaba.

TRUE LOVE [Reddie]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora