Aquí otra vez. Nuevo capitulito, espero que disfrutéis leyendo tanto como yo disfruto escribiendo.
Amelia se levantó arrastrando las sabanas hasta el baño.
- ¡Joder, en media hora no llego, es que, no llego!
Tendría que estar en una sesión de fotos para una marca en treinta minutos y aún estaba en bragas corriendo por la casa tras un jersey que había utilizado en la misma semana. Cuando por fin lo encontró, terminó de arreglarse en tiempo récord y salió apresurada puerta a fuera, con la mochila en el hombro, un cigarrillo entre los labios y las gafas oscuras ocultando las ojeras.
En cuanto aguardaba, ya enfadada el tercer motorista de Uber que solicitaba, revisó su mochila de trabajo:
-Cámara...Ok, ordenador...Ok, objetivas...ok y ok.
Entro en el coche con uno "buenos días" seco y el motorista se puso en marcha sin dedicarla otra palabra más.
Luisita tomo el ultimo sorbo de su machiatto con caramelo y dio la última callada a su cigarrillo electrónico, el puto vicio, antes de adentrar en el edificio. Cambio las gafas oscuras por las transparentes y entrego su identificación al señor que le permitiría adentrar.
- Aquí está señorita Luisa. Que tenga un buen día.
- Muchas gracias. – Respondió con una sonrisa amable.
La rubia estaba parada mirando al móvil cuando noto movimiento a su lado, pero no levantó la mirada. La mujer a su lado murmuró algo como una palabrota y a ella le pareció adorable el sonido de su voz. El pitido del elevador le tiró de la nube del Instagram y cuando las puertas se cerraron tras las dos mujeres ella respiró hondo y el perfume amaderado que la persiguió todo el fin de semana la golpeó en lleno. Miro al lado y la estaba la chica del bar y sus rizos, en esta ocasión bajo una gorra con el símbolo del Atlético de Madrid, Amelia. Su nombre resonaba en su cerebro y ella allí parada en el lugar, sin articular palabra. ¿Dónde estaba la impulsividad cuando la necesitaba? Se reprochó a sí misma.
Amelia notaba un par de ojos le quemando la piel, también sintió el perfume, pero creyó ser su mente pervertida le poniendo de tonta otra vez, como el domingo cuando juraba que veía la rubia en el metro de camino a casa.
- Hola ¿Amelia no? – Luisita por fin articuló una palabra. ¡Gracias a la Diosa en el cielo!
Esa voz, no era un sueño, ni una ilusión. Luisita la miraba con una sonrisa blanca y tan dulce que Amelia sintió el corazón acelerado en el pecho.
- Hola. – No olvidaste mi nombre, alá. ¡Punto a Amelia Ledesma señores! Su yo interior vibraba como en la final de la Champions. – Luisa.
- ¿Se recuerda de mí? – En su interior Luisita bailaba vestida solo en bragas al saber que la chica que rondaba sus pensamientos hace dos días le recordaba.
- Como para no recordarte. ¿Cómo estás? – Bien jugado Amelia, ahora la pusiste colorada, mírala, que guapa es. La comería...
- Bien... ¿Tu? – Dios. ¿Soy yo o realmente me está mirando así?
- Bien.
Ninguna de las dos sabía exactamente lo que decir, se quedaron atrapadas en las miradas de los ojos a los labios y así viceversa, fueran salvas por el pitido les avisando que habían llegado a decima segunda planta. Amelia puso el brazo derecho en el sensor invitando Luisita a salir primero.
- Gracias. El mío es allí. – Señalizó a las puertas de vidro con símbolos del feminismo colgados y el nombre "Atómica" en rosa vibrante.
- Anda, pues yo también.
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Como te veo
Любовные романыAmelia y Luisita se conocierón de una manera tan rutinaria que a qualquiera le parecería tonto decir que estaban destinadas a encontrarse. Pero cuando el universo se encarga de hacer de las suyas, no hay manera a evitarlo. Esta historia me ha salid...