Me gustaría decir algo pero no hay palabras.
ENJOY
X
Al llegar en la habitación Amelia empujo los hombros de Luisita para ponerla sentada en el borde de la cama, la rubia con la respiración agitada y los ojos muy dilatados por el deseo la miraba sonriente. Una sonrisa sensual pero aun así tierna, como todas las sonrisas de Luisita.
Amelia sentía el corazón a punto de escaparse por el pecho y caer en las manos de la otra. Luisita paseo las manos por las piernas bien marcadas y morenas enfrente suyo. Las subió hasta los muslos, donde el vestido se había arrugado con el roce intenso entre ellas, dejando la parte inferior de las nalgas de la morena al aire. Pasó el dedo índice por aquella curva, mirando con detenimiento el pecho que subía y bajaba cada vez con más intensidad.
-Bésame. - Amelia rompió el silencio con una súplica y de pronto fue atendida.
Luisita le besaba la boca y sus cuerpos vibraban en la misma sintonía, como se de besos individuales se tratasen, cada parte entre sí. Los pechos se acariciaban mutuamente bajo la tela de la ropa, las caderas empujaban cada una a su parte para hacer que sus pelvis chocasen, las manos de Amelia le apretaban a cintura a Luisita, que tenía las suyas muy seguras en los brazos definidos de la fotógrafa.
La cremallera del vestido que usaba Amelia fue descendida poco a poco, dejando paso a sus hombros, sus pechos presos bajo un sujetador negro de encaje, una lencería delicada y cara. La morena dio dos pasos atrás y lo dejó caer del todo. Sonriendo al patearlo lejos, pero Luisita no la podía corresponder la sonrisa, estaba embobada mirándola a todos lugares excepto en la cara.
El sujetador hacia juego con unas braguitas también de encaje, los tacones rojos le daban un ar poderoso, que a Luisita le causaba serias consecuencias entre las piernas. La morena opto por elevar el juego un poco más y se dio la vuelta, quedando de espaldas a Luisita, paseo las manos de sus muslos hasta el cierre del sujetador. Pero fue impedida de seguir por un cuerpo caliente y ya sin la camiseta junto al suyo.
-Déjame. – El aliento caliente en su oreja le hizo temblar las piernas y ella sostuvo las manos sobre las otras en sus pechos.
-Luisa... - No sabía la razón, pero su nombre salía como una reza de sus labios. Solo y sin control.
Las manos hábiles de Luisita le quitaron el sostén y luego bajaran a las bragas, arrastrando los dedos por la piel descubierta, besando las nalgas, una y después la otra. Cuando retiro la pieza por los tacones hizo el camino reverso, pasando su lengua en la columna perfecta hasta acabar en su cuello. Girando a mujer para pegar sus labios a los de ella otra vez.
Amelia sentía cada caricia en todas las terminaciones nervosas del cuerpo. La piel erizada a todos los momentos y la humedad llegando hasta los muslos apretados.
Bajó las manos al cierre del sujetador de Luisita, y ello se fue de encuentro a las otras prendas, la falda siguió su rumbo sola cuando Amelia bajo la cremallera y entonces tomo su tiempo a admirar el cuerpo pálido de la rubia. Sus pezones rosados y erectos le hacían la boca agua. Le beso la boca, descendió al cuello, lamiendo, mordiendo, ganando tirones de pelo y jadeos en cambio, le excitaba demasiado la fuerza que tenía la rubia.
Cuando ya no le daba paso mantenerse en pie, de rodillas le bajo la tanga rosa que usaba, ella no hacia juego con el sujetador, era una pieza de tela tan pequeña que Amelia podría romper con los dientes, pero las bajó lentamente. Cuando se encontraron desnudas Amelia pensó por algunos segundos, miro arriba, a los ojos casi negros de Luisita y a sus labios entreabiertos. La rubia tenía una mano en su hombro y la otra le acariciaba el pelo. Tenía tanto deseo, pero tanta ternura a la vez. Amelia le sonrió. Acaricio el vellito en frente suyo con la nariz, sintiendo el aroma de la excitación de Luisita llenando aún más su proprio deseo.
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Como te veo
Roman d'amourAmelia y Luisita se conocierón de una manera tan rutinaria que a qualquiera le parecería tonto decir que estaban destinadas a encontrarse. Pero cuando el universo se encarga de hacer de las suyas, no hay manera a evitarlo. Esta historia me ha salid...