Capítulo 2 "- Semitransparente -"

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Quinientas páginas de un ensayo sobre la importancia de la vida animal en el planeta.

Treinta ejercicios de matemáticas y una prueba de los 118 elementos de la tabla periódica; todo para mañana a primera hora. Estaba cruda, no tenía nada de mis deberes hechos y ya era la hora de la cena. Por lo general soy de las personas que lo deja todo para el final pero ya era el final del día y todavía seguía con mi hoja en blanco sobre la mesa.

Suspiré y agaché la cabeza hasta pegar con el escritorio; mi cabeza ya se había recuperado totalmente y no tenía excusa alguna para faltar mañana a clases. Las tareas de ayer y las que habían puesto hoy se acumulaban a mi lista de deberes; estaba perdida, no era posible que las terminara para esta noche. Cerré mi libro de química y aparté mi cuaderno del escritorio avanzando hacia el comedor donde mi familia esperaba por mí para comenzar a cenar.

Mi padre estaba hablando por teléfono y mi madre servía la ensalada junto con Kat, la hija obediente de la familia, según mamá. Ella aun llevaba puesto su uniforme azul de trabajo y su bata blanca estaba colgando en el perchero cerca de la puerta; para mí que ella no se quitaba nunca esa ropa por presumirla, le encantaba que la gente la viera entrar en una habitación y que la reconocieran como doctora, a ella le encantaba ese tipo de atención.

–_______, ¿terminaste tus tareas? –preguntó mamá, ella tenía el pelo recogido en un elegante moño y sus ojos azules resplandecían por el calor que provocaba el horno en la cocina. No era capaz de mentirle a esos ojos…

–Todavía me falta terminar una parte –pero tenía práctica en tergiversar un poco la verdad.

–Me alegra, porque ya mañana si vas a clases–Entonces ella me creyó, pero era obvio que Kat no, por la mirada que me lanzaba. Ella ya conocía perfectamente mis mentiras, ambas nos habíamos vuelto buenas leyéndonos mutuamente.

–Oye mamá –dije para cambiar de tema; antes de que a Kat se le ocurriera abrir la boca – ¿Sabías que tenemos nuevos vecinos?

–Sí, llegaron ayer por la mañana –dijo ella sirviendo aun la ensalada.

–Solo llegaron un chico y una señora, creo que es la madre –se metió Kat en la conversación.

–Sí, muy atentos por cierto –dijo mi madre deteniéndose por un momento –el muchacho se ofreció a traerte hasta aquí cuando estabas inconsciente.

–Pobre valiente, le toco subir hasta el cuarto piso contigo en sus hombros –dijo Kat aun metiéndose en la conversación.

Me quedé paralizada, ¿ese chico me cargo hasta aquí? ¡Qué vergüenza!

Desde hace una semana que el elevador en el edificio ha estado fallando y probablemente le haya tocado subir por las escaleras; vaya que no era un tramo agradable de caminar y mucho menos conmigo montada sobre sus hombros, había comido mucho últimamente y había tenido una leve subida de peso. Mis mejillas se enrojecieron, ahora sabía cómo era que se enteró de mi golpe.

– ¿Cómo lo dejaste subir hasta el cuarto piso por las escaleras y conmigo? –le dije a Kat, esto tenía la firma de ella por todas partes.

–¿Qué querías que hiciera? yo no te iba a cargar hasta aquí, hice suficiente tratando de subirte al auto; aunque el doctor Henry me ayudó también –una sonrisa tonta se le dibujo en el rostro– Y déjame decirte que te pusiste más pesada, no deberías de cenar tanto.

La fulminé con la mirada.

–Ya cállate, quieres.

–Pues a mí se me hizo un buen jovencito –añadió mamá.

– ¿Qué jovencito? –preguntó papá una vez que terminó con su llamada telefónica.

–El nuevo vecino, el chico de al lado –completo mamá–el que trajo a _______ ayer por la tarde.

–Ah, ya.

Genial, ahora todo el mundo sabía de esto. Simplemente genial.


(...)



Después de la cena, fui a mi habitación y decidida, aunque sin ganas, comencé a hacer mis tareas. Mi celular vibró en la mesa y al ver el nombre de mi llamante, lo contesté.

–Dime, Linda.

–Oye, ¿querrá tu hermana llevarme mañana a su trabajo para ver si tengo futuro en la medicina forense? –me preguntó ella.

–Pfftt.

– ¿Qué? ¿Qué dije de malo?

–Tendrás que preguntarle tú misma, sabes que no soy su mensajera.

– ¡Cómo eres!

–Mejor te doy su número.

Y con eso nos despedimos.

Estaba realmente enojada, últimamente todo giraba en torno a Kat. Ella era, por no decir menos, la hija perfecta, la hija soñada para todo padre. Siempre surgían comparaciones entre ella y yo, aunque fueran inconscientemente, pero en todas yo siempre resultaba ser la menos agraciada, educada e inteligente. Incluso Kat era más esbelta y bella que yo; somos hermanas pero no nos parecemos en nada, mientras que Kat es rubia, pálida y con unos ojos azules como los de mi madre, yo soy pelo café oscuro y mi color de ojos, herencia de mi padre, eran de un tono marrón, además estoy un poco más bronceada que ella. Ambas somos bajitas y la única ventaja es que me queda su ropa.
Suspiré y mejor comencé a hacer mi tarea; ya eran las 8:40 y por más que lo desee, estas no se hacían solas.

Yodo-53, Bismuto -83, Cadmio-48, Haf… Hafnio -72…

Desesperada lancé mi tabla periódica lejos, atravesó el otro lado de mi habitación; ya no quería seguir estudiando, eran ya las… 8:55. ¡No puede ser! Solo habían pasado quince miserables minutos desde que comencé y ya quería acabar.

–Mejor avanzo con el ensayo de biología –pensé.

Entonces tomé una hoja en blanco y comencé a escribir, se supone que soy buena diciendo muchas cosas sin sentido.

Llevaba ya veinte páginas de mi ensayo, al parecer no todo estaba perdido. De repente un sonido agolpado llegó hasta mi habitación. Me sobresalté, sonaba como una batería.

Ésta siguió sonando, al parecer alguien tocaba una canción. Se escuchaba cerca de mí pero a la vez lejos; tal vez Kat tenía encendido el televisor. No le di mucha importancia y continué escribiendo inspirada en mi reporte para mañana.

Cuando quise arrancar nuevamente, la música golpeó aún más fuerte y esta vez me levanté furiosa directo para la habitación de mi hermana.

-Quieres bajarle a eso… -pero una vez dentro no había un solo ruido de música, de hecho Kat estaba durmiendo tranquilamente; hasta que hablé y la desperté. Ella se ponía de un humor de perros cuando alguien interrumpía su sueño.

– ¿Qué te pasa? Me despertaste –se quejó ella. Tenía puesto el pijama más ñoño que yo haya visto, algo con arcoíris, nubes de algodón y unicornios voladores.

–Es que en mi cuarto hay mucho ruido, pensé que tenías puesto el equipo de sonido –dije inocentemente.

–Pues obviamente no soy yo ¡duh!, ya lárgate de aquí y déjame dormir, tengo que ir a trabajar dentro de cinco horas.

Y con eso me lanzó una de sus almohadas y antes de que me golpeara salí y cerré la puerta de un solo golpe.

El departamento estaba a oscuras y el ruido ya no se escuchaba por ningún lado, entonces regresé a mi habitación, pisando accidentalmente a Moca en la cola.

Lo llevé conmigo, cargándolo en mis brazos y dándole mimos en el camino.

Una vez dentro, increíblemente el ruido de batería seguía, solo que ahora iba acompañado por música de algún reproductor.

Comprendí que provenía de al lado. Ese departamento estuvo vació durante mucho tiempo y ya me había acostumbrado al silencio; recordé a los nuevos vecinos. Seguramente era el chico, no me quejo de la música porque realmente tenía buen gusto, pero yo estaba haciendo mi tarea… ¡YO! La más distraída de la clase y la más cabeza dura estaba aquí haciendo su tarea y no me podía concentrar para nada si había música electrónica a la par, y lo más injusto era que solo yo la escuchaba porque el resto de la casa dormía en silencio. Hasta mi perro se salió del cuarto por tanto ruido.

No lo iba a soportar, aunque podía bien irme a otra parte de la casa, esto era más cuestión de demostrar quién era el de la autoridad.

Empecé a golpear la pared, como loca, pero el sonido era ahogado por la música. Golpeé nuevamente la pared a la par de mi cama, pero nada. Entonces traje conmigo la escoba de la cocina y tan fuerte fue el golpe que la escoba se partió en dos y finalmente la música a la par se detuvo.

–¡Quieres bajarle a esa maldita cosa! –Grité, no me importaba si mis padres escuchaban, estaba desesperada.

–¿Quién eres? –escuché que dijo una voz masculina.

–Una persona con dos oídos masacrados a causa de tanto escándalo –grite aun más fuerte.

Escuché una risa y luego la voz del chico se escuchó un poco más cerca.

–Ah, eres la desmayada.

Me puse roja, desgraciado, ahora ya me había puesto un apodo.

Agarré los restos de la escoba y empecé a golpear la pared.

–Ni se te ocurra llamarme así de nuevo! – Já y pensar que se miraba tan humilde por la mañana cuando pidió azúcar. –Idiota.

Se solicita novio ¡Urgente!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora