Capítulo 8 "- Los chicos están por todas partes -" [Mini-Maratón 2/3]

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Me encontraba en la cafetería del colegio, sostenía un libro de cálculo en mis manos y Linda se encontraba frente a mí comiendo una manzana.
El lugar estaba lleno de estudiantes que se lanzaban papeles unos a otros y abarrotaban el área de las mesas.

Despegué la vista de mi libro y me sorprendió mucho ver a Suga que se acercaba a nuestra mesa.

–¿Qué haces aquí? –le pregunté pero él me ignoró por completo y se sentó junto a Linda.


Ambos comenzaron a platicar y a reírse frente a mis narices. Bajé mi libro y empecé a molestarme con Suga . ¿Qué le pasaba?


–¿Hola? Estoy aquí gente dije sacudiendo mis manos frente a ellos pero ninguno despegaba la vista para verme.


Me sentía tan impotente, me levanté de la mesa y me puse a la par de Suga y comencé a sacudirlo de la chaqueta que usaba pero no reaccionaba en lo absoluto.
Entonces él empezó a susurrarle algo a Linda en el oído y ella comenzó a reír sin control como una idiota.


Y como si no fuera suficiente ambos comenzaron a pegarse un poco más; me interpuse entre ellos pero Linda me lanzó una mirada venenosa que me hizo alejarme y regresé a mi asiento.
Ahora los dos se estaban besando apasionadamente y mis celos explotaron en forma de ogro. ¡¿Qué se suponía estaban haciendo?!

Suga tomó a Linda de la cintura y la levantó hasta ponerla en la mesa.
Volteé a todos lados para ver si alguien venía y detenía esta locura pero todos estaban metidos en sus asuntos.

¡Linda y Suga se estaban besando frente a mí! ¿Qué estaba mal con el mundo?
Ambos comenzaron a recostarse a lo largo de la mesa y en ningún momento dejaron de besarse; yo estaba hecha una furia.

Suga pasaba sus manos por los brazos de Linda y poco a poco fue retirando la chaqueta que ella estaba usando... Oh no, esto se tiene que detener ahora mismo; me puse a gritar como loca pero nadie parecía percatarse de mi presencia.

¿Acaso nadie veía lo mismo que yo?

Suga comenzó a quitarse la camisa y Linda enterraba sus uñas en su espalda, ninguno prestaba atención al sonido de mis gritos obviamente.
Comenzaron a besarse apasionadamente y lo único que se me ocurrió hacer fue agarrar mi libro de cálculo y estrellarlo contra el suelo. El libro era bastante pesado así que el sonido que se escuchó llamó la atención de toda la cafetería incluyendo la de la pareja que ahora se estaba revolcando sobre la mesa.

Todos callaron y tenía más de cien pares de ojos atentos a lo que yo tenía que decir... Lo único que me salió de la boca fue: –Ba... ba.
Entonces todos comenzaron a reírse de mí y a señalarme con un dedo.

Fue allí cuando abrí los ojos y me senté.

Aun estaba en mi habitación y todo estaba a oscuras, me estaba atragantando con mi propia saliva y sudaba a mares.

Tuve que saber que era una pesadilla desde el momento en que me vi sosteniendo un libro cálculo en las manos.

–Solo fue un sueño -me repetía constantemente. Solo un sueño.


(...)


–Señorita Allisen, su examen por favor.

Esa era la voz del profesor Milisent; estaba frita, no había estudiado nada la otra noche y seguro y repruebo la materia.

Era la última que había quedado en el aula; por lo general siempre lo soy, y todavía me hacían falta responder como unas doce preguntas más.

–Solo me hacen falta tres...

–Ya pasaron los 10 minutos de gracia que siempre doy. Baje ese lápiz y entregue su examen.

Entonces a regañadientes me acerqué al escritorio del señor Milisent y puse mi examen en medio de los otros. No quería que el mío fuera el primero en revisar.

–Y ¿Cómo te fue? –esa era Linda. Me sentía un poco resentida con ella.

–Bien –era un milagro que no me lanzara a preguntarle sobe su cita con Suga. Vaya que tenía autocontrol.

–Yo creo que haré los puntos suficientes para al menos pasar la clase. ¿Lista para mañana en la noche?

Mañana era sábado y habíamos quedado de ir al cine.

–No sé si pueda... Mañana tengo que ir a casa de mi tía Sussette.

–Tonterías... Dijiste que solo era en la mañana.

–Sí, pero eso fue antes de pelearme con Kat.


Todavía me duele el ojo derecho, justo en donde ella me dio un puñetazo. La desgraciada daba buenos golpes.


–¿Te peleaste con tu hermana? Por eso amo ser hija única.


Fulminé con la mirada a Linda.
No sabía lo dichosa que era al no tener hermanas mayores que le fastidiaran la vida.

Después de que mis visitas se fueron, llegaron mamá y papá; obviamente Kat no había sacado a Ralph del departamento.

Todavía tenía la foto de ella y Ralph juntos y quería cobrarme lo de mi puerta y lo de mi cuarto.

Era una pesada y se merecía que yo imprimiera esa foto y la pusiera enmarcada sobre la mesa del comedor. Que agradezca que no la mandara a ampliar y que no la pegara en cada piso del edificio, pero sí, me sentía generosa. Por eso solo me conformé con que papá y mamá la vieran.

Mi padre es juez y mi madre cirujana; y jamás, jamás en la vida me imaginé que justo ese día ellos llegarían con gente invitada al departamento.

Era muy tarde si quería retirar la foto así que solo me quedaba esperar que alguno no la fuera a notar.

Pero obviamente una foto de esas sale a relucir hasta con fuegos artificiales; mi madre tuvo que ir a la habitación de Kat para confrontarla y se encontró a un nervioso Ralph sentado en la cama.

Finalmente el pobre de Ralph salió corriendo fuera del departamento y cada vez yo moría de la risa al ver la cara de Kat.

Eso no tiene precio.

Luego ella se escabulló a mi habitación y empezó a lanzar mi ropa por la ventana; estábamos a más de diez metros de altura y gran parte de mis cosas cayeron en el jardín del edificio.

Allí se armó la guerra.

Comenzamos a golpearnos, ella me lanzó un puño a mi muslo derecho y a mi cara; yo le jalaba sus mechas rubias y trataba de arañarla. Ambas salimos golpeadas y en mal estado hasta que llegó papá y nos separó. Sus visitas ya se habían ido pero hacíamos tanto escándalo que era casi imposible no escuchar nuestra pelea; apuesto que hasta Suga la escuchó.

Era de esperar que me prohibieran las salidas de aquí hasta el año nuevo.

–¿Entonces... Paso por ti?

–¿Eh?


Linda suspiró.


–Ni siquiera estás escuchando lo que te digo.

–Perdón, ¿Qué?

–Dije que mi madre nos puede llevar al cine... ¿Pasó por ti y Suga?

–Eh, no. Taehyung tiene auto y quedó de pasar por mí en casa de mi tía.


Me ruboricé cuando terminé de decirlo. Linda abrió la boca enormemente.


–¿Taehyung? ¿Hablaste con él? No puedo creerlo.

–Ujum...

–¿Cuándo pensabas decírmelo? Oh, no. Olvídalo. Es mejor porque así yo puedo llevar a cabo mi fase de transformación con Suga.

Sentía que la sangre me hervía; quería lanzarle un buen golpe tan solo mencionó a Suga.

–Y dime... ¿Él y tú qué tal la pasaron en su cita? –dije discretamente. Tratando de contener la furia en mi propia voz.

–Pues al principio fue algo callado. Fue raro porque ya no lo podía ver de la misma forma pero me dije: ¿Qué rayos? Y empecé con la sesión de mi coqueteó.


La sesión de coqueteó de Linda era básica: si estás mostrando piernas, es necesario que las cruces frente al chico para que observe la calidad de la "mercancía". Siempre mostrar el escote de la blusa y por supuesto tocar todo lo que fuera posible del muchacho.
Ahora ya me la imaginaba siguiendo esos pasos en orden mientras los hacía con Suga. Me dio escalofrío, me recordó a mi sueño.

Definitivamente hacía bien el ir con Taehyung.
Esta mañana se lo hice saber a Suga.


–Oye, creo que esto te pertenece –me dijo él mientras con una mano sujetaba un sostén blanco. Era mío.

Lo tomé y me puse roja como tomate.

–Estaba adornando el jardín y supuse que era tuyo.

–Eh, sí. Gracias.

–Y ¿Te veré esta noche? -me preguntó.

–Claro, Tae quedó de pasar por mí mientras que tú te puedes ir con Linda.


Me hizo una cara de no entender y no me esperé para escuchar lo que me preguntaría.


–Nos vemos –le dije y con eso me perdí de vista.

–Entonces ¿Si vas al cine? –preguntó Linda.


Le sonreí y asentí con la cabeza.

Ella se puso a dar saltitos y a pegar gritos agudos.

Una vocecita en mi interior le gritó: hipócrita.


(...)


Sábado en la mañana.

Dos enormes estatuas de leones me daban la bienvenida, una a cada lado del portón. Éstas se erguían de una forma que sobrepasaban mi altura. Cuando era niña siempre me daban miedo y eso no había cambiado con el tiempo; eran tan reales que si no fuera porque estaban esculpidas en piedra, creería que son leones de verdad. Sus bocas estaban abiertas y casi hasta las podías escuchar rugiendo. Tuve que retroceder un paso, miré hacia un lado, en donde estaba Kat junto a mí.

–¿De verdad tenemos que hacer esto? –le pregunté.

Estábamos en las afueras de la casa de la tía Sussette.

Ella se rehusaba a hablarme así que me lanzó una mirada envenenada.

Avancé hasta donde se encontraba el timbre y lo presioné una, dos, tres veces hasta que al fin una voz aguda me respondía por el intercomunicador.

–¿Quién es?

-Tía Sussette, soy yo. _______, tu sobrina... Y Kat –añadí.

–Oh, cariño. Adelante pasen.

Y se escuchó cuando las puertas abrieron con un profundo click. Pasé las estatuas de leones y cerré el portón detrás de mí justo cuando Kat terminaba de entrar.

Una vez dentro me quedé con la boca abierta al ver lo que era el jardín.

Había una fuente justo en el medio, esta tenía la estatua de un niño haciendo pipí solo que el agua que por lo general tendría que salir transparente o al menos azulosa, salía morada.

Siguiendo más allá de la fuente, había varios árboles que tenían cintas de varios colores puestas en cada rama. El arduo trabajo que llevaba eso era para una persona paciente y loca realmente.

La casa se alzaba al fondo, era una de las pocas que había quedado en el vecindario que era de la época antigua. Era de madera pero estaba pintada de un color blanco y amarillo; creo que existe desde la segunda guerra mundial; ha sido renovada con los años y mi tía Sussette ha ido agregando sus toques personales y excéntricos a todo.

Por donde quiera que miraras había estatuas de todos los tamaños, inusuales solo como mi tía Sussette podía ser.

–Este lugar es un asco –decía Kat mientras avanzaba a mi lado.

Nos acercamos a la puerta de entrada que estaba pintada de un hermoso color azul; antes de que pudiera golpearla con mis nudillos, mi tía Sussette apareció por la puerta.

Tenía puestas unas gafas enormes y su cabello anaranjado estaba revuelto en una enorme melena. Sus ojos azules -como los de toda la familia por parte de mamá- estaban siendo agrandados por sus bifocales.

Ella extendió sus brazos y me abrazó fuertemente.

–_______, querida. Llevo tiempo sin verte.

–Hola tía -dije entre jadeos.

–Y Katherine. Vaya que no has cambiado en nada.

Entonces abrazó también a Kat pero ella se deshizo de su abrazo.

–Me alegré mucho cuando tu madre dijo que vendrían para ayudarme con algunas cosas.

–Sip, aquí estamos.

–Muy bien, vayamos al patio trasero para que coman algo.

–Como sea... –se comenzó a quejar Kat.

Y con eso nos dirigió por un sendero hecho de cerámica cortada de todos los tamaños y formas. Lucía simpático y quedaba muy bien con el estilo inusual de la casa.

Llegamos al patio trasero, era increíblemente grande, estando allí me sentía como Alicia en el país de las maravillas, perdida en un mundo que parecía estar sacado de algún cuento.

Pude ver una pequeña mesa de té justo en medio de unas enormes columnas que al parecer no sostenían nada. Solo estaban puestas de una forma desordenada y por casualidad.

–Es como una recreación del Partenón, de Grecia –dijo mi tía al ver la reacción en mi cara.

–Increíble –fue lo único que pude decir.

–Patético –dijo Kat obviamente irritada.

Entonces la tía Sussette nos ánimo a acercarnos más a la pequeña mesa en donde tenía unos pastelitos con una crema rosa encima, lucían apetitosos y esta mañana no había tenido tiempo de desayunar. Mi estómago comenzó a rugir afirmando mi hambre.

Sin más empecé a devorar pastelito tras pastelito; estaban deliciosos y en medio tenían una capa de chocolate. Yo soy adicta al chocolate por lo que metí cuatro pastelitos más en mi plato; antes deberías saber que estos eran pequeñísimos, dos de ellos bien podían caber en mi palma.

De tomar mi tía Sussette nos sirvió un té de manzanilla con miel. No falta decir que casi me como el mantel de la mesa, cuando Kat apenas y lograba digerir el té. Mi tía me miraba con diversión en sus ojos.

–Tienes buen apetito –me dijo ella mientras yo estaba atorada con un pastelito en mi boca.

–Es que come por dos ahora que está embarazada –dijo Kat. Hizo que me atorara con el pastelito y a la tía Sussette casi se le viene el té encima.


Le lancé una patada a Kat por debajo de la mesa.


–Solo bromea tía... Ya sabes, Kat no tiene vida propia.

–Y dime Katherine, ¿Cuándo vas a estar embarazada tú?


Tuve que contener la risa y me empecé a ahogar con el pastelito que comía.
Esa era una de las razones por la que amaba a mi loca tía.


–Tienes la edad suficiente para hacerlo ¿Cuándo premiaras a tus padres con nietos? -seguía lanzándole ella. –Ya estuvieras pariendo a tu primogénito.

–No te preocupes tía... Está en proceso. Todos los días –le añadí yo.


Ahora si que no pude contenerme y Kat estaba roja, roja. De tanto reír me estaba ahogando. Me había acabado mi té y no había nada más que tomar.


–Ocupo algo de tomar –le dije a mi tía Sussette entre risas, pero presiento que se escuchó más bien como: ofufo afo e tomal.

–Oh, el baño está por allá querida. Entra por la cocina –me dijo la tía Sussette. Creo que entendió mal lo que le dije pero igual avancé hasta la cocina para tomar algo de beber.

Entré en la casa, por la puerta de la cocina y por un momento me quedé perdida en lo enorme que era pero después me fijé en el refrigerador que estaba a mi derecha y me moví en la búsqueda de algo de agua.

Avancé y ya no me daba tiempo de sacar un vaso de donde fuera que la tía los escondía así que cuando saqué el jarrón de agua me la zampé de un solo a la boca y parte del agua estaba regándose por mi boca y mi cuello pero no me importaba lo único que quería era tragar hasta que finalmente lo hice. Después di otro sorbo de agua tomando directamente del jarro y mi garganta se sentía libre al fin.

–¿Qué haces?

Escuché que dijo alguien detrás de mí y casi se me cae la jarra al suelo, pegué un brinco y me di la vuelta.

Era un chico que me traspasaba con una mirada furiosa, sus ojos eran color ámbar tan profundos que me quedé paralizada por un momento.
Su cabello negro caía sobre su frente y no pude evitar verlo de los pies a la cabeza; él podía ser un par de años mayor que yo. Seguro yo lucía como una caníbal ante él, como una troglodita. Tuve que cerrar mi boca y me pasé rápidamente, aunque ya tarde, la mano sobre esta para limpiar el resto de agua que aún me escurría.

–¿Quién eres? –volvió a hablar el chico. Y antes de que pudiera responder se acercó a mí y me dejó acorralada entre él y la refrigeradora, y yo seguía hipnotizada como una estúpida. Me abofeteé mentalmente.


Pero de nuevo antes de que pudiera hablar el chico me quitó la jarra de agua que tenía en la mano y se separó de mí.


–¿Acaso eres muda? –me dijo lanzándome otra mirada furiosa y superior. Eso me hizo reaccionar.

–Claro que no. La pregunta aquí es ¿Quién rayos eres tú? -le dije poniéndome a la defensiva.

Él comenzó a reír pero siempre me miraba como si yo fuera la cosa más asquerosa que haya visto.

Crucé mis brazos sobre mi pecho.

–Entonces tú eres una de las "adorables" sobrinas de la señora Sussette. No eres para nada como ella te describió –dijo y con esos fulminantes ojos comenzó a verme de pies a cabeza justo como yo lo había hecho hace solo un rato, salvo que yo sí me ruboricé.

–Yo soy _______ Allisen –le dije y luego me regañe por habérselo dicho de una forma tan personal pero por alguna razón no quería que pensara que yo era Kat.

–Bien, _______ Allisen, explícame algo quieres. –Entonces se movió hasta donde estaban una hilera de vasos de vidrio y tomó uno –¿Conoces estos verdad? –dijo moviendo el vaso frente a mí. Me puse roja. -Asiente con la cabeza si los conoces...

Entonces como si yo fuera una clase de mascota en entrenamiento tuve que asentir con la cabeza. Simplemente no sé por qué lo hice.

–Bien, entonces sabrás que estos se usan para tomar agua. Entiendo que te guste la manera tan rústica en que lo haces pero...

–Me estaba ahogando aquí.– Tuve que decir antes de que oficialmente me llamara estúpida o retrasada mental

–Además es la casa de mi tía y puedo hacerlo. De todas formas ni sé quién eres.

–_______, veo que ya conociste a Jimin –dijo la tía Sussette que apareció de repente en la cocina.

–Jimin, ella es mi sobrina. ¿Acaso no es una belleza? –siguió hablando ella.

Jimin me miró una vez más y puso el jarro de agua junto con el vaso en la isla que tenía la cocina.

–Sí, claro. –dijo de mala gana. Quería golpearlo por juzgarme de esa forma.

–_______, Jimin es mi ayudante. Es mi alumno en una clase de pintura que doy en la universidad.

–Seguiré pintando la sala –dijo Joe de repente y con eso salió a toda prisa de la cocina dejándonos solas a mi tía y a mí.

A lo lejos, por la ventana, podía ver a Kat todavía sentada en la mesita del té.

–¿Acaso no es guapo? –me codeó mi tía.

–Algo...

–Oh por favor, es mi propio limpia-piscinas personal.

La miré extrañada.

–Tía, tú no tienes piscina –le dije, a menos que haya improvisado alguna en el techo de la casa. Ella pareció reírse como si le hubiera contado una broma.

–Yo sé, pero ¿No has visto a los limpia-piscinas de las películas? Siempre son atractivos y usan un sexy uniforme de trabajo.

Rodé los ojos.

–¿Por qué tu ropa está mojada? –preguntó ella de repente.

Bajé la vista y de reojo vi el cuello de mi camiseta, estaba totalmente empapado así como las puntas de mi cabello que había decidido llevar suelto esta mañana.

–Es que sudo mucho –le dije, pensé que sonaría menos vergonzoso que decirle que me bebí casi toda el agua de jarrón al estilo bestia-caníbal como lo había hecho.

Ella solo hizo un gesto de sorpresa.

–Eh ¿Dónde está el baño? –le dije rascándome el cuello, era mi señal de "momento incómodo" que siempre solía hacer y que Linda era la única persona en reconocerla.

–Al fondo a la izquierda –dijo con una enorme sonrisa. Hasta en eso quería llevarle la contraria a la normalidad.

Entonces me movilicé por el pasillo; no sin antes dar una ultima mirada al chico de cabello negro que ahora estaba pintando una de las paredes de la sala.


Já, tonto.


Se solicita novio ¡Urgente!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora