1- Cenizas de cambio

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No lleva más de unos cuatro meses en aquel clan, poco a poco ha entendido algunas palabras que usan los bárbaros, todos los clanes en los que ha estado comparten una lengua similar, en general suelen ser muy amables con él durante el día, y quizá sea porque los guerreros entonces no se encuentran en la aldea, solo se quedan las mujeres (solo siete en total) cuidando de los animales y los tres niños con que contaba el clan, solo al llegar la noche Upec, el líder, le tomaba del brazo y volvía a encerrarlo en uno de los graneros junto a las ovejas y carneros, Yuuri ya sentía que aquellas cinco lanudas, eran sus amigas y los seres más serenos con quién se había topado en más de un año...

Hace dos años había sido sacado de su isla, haber sido invadidos por bárbaros blancos era algo que su aldea nunca habría creído posible, habían oído de relatos sobre los invasores de piel blanca, viajaban en barcos de madera con forma de enormes peces, muchos con ojos que eran como el cielo o la hierba de primavera, jamás pensaron verlos en una isla tan remota como lo eran sus tierras, sin embargo, un día, de la nada, vieron aquellos rasgos únicos que significaban el caos... El cabello blanco o dorado y los ojos claros, hijos de Yuixia, el ave blanca del norte. Todo en su aldea fue saqueado o convertido en cenizas, de las mujeres que llevaron consigo, solo doce de las veinte chicas que Yuuri conocía y con quienes había crecido, sobrevivieron al terrible clima de las tierras blancas, las mujeres mayores eran asesinadas, en vista de que no podrían tener muchos hijos o ya estaban enfermas por la edad. Yuuri fue arrastrado junto con las mujeres  jóvenes tras ver a su madre morir de un solo corte en su garganta, obligado a seguir a aquellos invasores por ser un monje, aunque en verdad vestía aquellas ropas y estaba junto a ellos por ser un Nitama.

Nitama era una abreviación para "dos almas", condición con que nacían algunos hombres y les permitía traer vida, igual que a una mujer. Sus cuerpos eran iguales a los de cualquier otro varón, se veían, sonaban y olían igual, pero sus espíritus estaban destinados a traer y perpetuar la vida. La sangre de los Nitama tiene cualidades curativas, sanando cualquier dolor y regenerando cualquier herida, más los Nitama no eran inmortales en si mismos, a pesar de enfermar muy poco, las medicinas que sedaban el cuerpo o causaban delirios, les hacían terriblemente mal, pudiendo caer en cama por días, las heridas cortantes debían de sanar por si solas en los Nitama, obligados a vivir aquellos tipos de dolores, de lo contrario padecían fuertes fiebres y espasmos al dormir, por eso los cuidaban tanto y enseñaban medicina, eran solo dos Nitama en la aldea de Yuuri, Izuku era dos años mayor que él, pero fue llevado en una dirección opuesta a la que tomaron los captores de Yuuri.

El clan que le llevo de su isla no era el mismo en que se encontraba ahora, había pasado por un total de cuatro clanes, en el primer caso fue parte de un trueque y en los siguientes tres, invasiones y batallas de los clanes bárbaros entre ellos, Upec de hecho le encontró junto a los niños del anterior clan en que se encontraba Yuuri, pues allí le habían dejado de tarea cuidarlos. En el clan de Upec no se dejaba que hombres jóvenes y solteros cuidarán de los niños o de las mujeres solteras, sin embargo, de todas formas Yuuri fue puesto a disposición de ellas, Gigen, una de las chicas más jóvenes y que tenía al niño más pequeño del grupo, Kian, de solo cuatro años, le había contado que era porque él tenía ojos de serpiente. Los ojos rasgados no eran una característica que las mujeres quisieran en sus hijos... o eso logro entender Yuuri, Gigen había sido quien le enseñó más palabras para así lograr comunicarse.

Estaban en la casona principal, una construcción redonda construida con barro cocido y piedra, hundida la mitad bajo tierra, con una escalera esculpida en barro para ingresar a ella, permitiendo resguardarse mejor del frío de Yuixia. Aquellas casas habían sido una sorpresa para Yuuri, en Nihón solían tener construcciones que intercalavan muros resistentes en lo que era el centro de la casa, lugar que les resguardaba más al invierno, y paneles ligeros que extendían las viviendas y dejaban pasar las corrientes de aire y la buena luz. Las casas de Yuixia eran todas como un pabellón central de los que conocía Yuuri, pero mucho más grandes, enormes círculos que contaban en el medio con un horno de barro o un gran caldero, dejando solo una ventilación en la parte de arriba de estos y en algunas orillas de las casas, ventanas angostas que permitían a penas ver hasta las rodillas de quienes se pasaban cerca de las viviendas, más al tener solo una función de ventilación, a los bárbaros les daba igual.

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