6- Los otros

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Pasados los días, Yuuri comenzó a llegar con Uthgar para almorzar cada vez más tarde, por las mañanas, tras haber hecho tan perfecto corte en Baazar, Yuri lo había acogido en su escuadrón y comenzado a entrenar...

Le molestaba, Uthgar se había acostumbrado a la compañía de Yuuri, y desde que se extendió el rumor que el había reducido y asesinado a Baazar, a pesar de que Viktor se había adjudicado su muerte, la gente ya no le miraba con recelo, si no con temor, haciendo que sus paseos con Viktor y las constantes visitas a la casa del jefe se hicieran más justificadas, sin embargo, antes de que fuese a casa, tras entrenar, Yuuri meditaba, por eso demoraba tanto; más de una vez Uthgar había llegado a la casa que habían otorgado a Yuuri, allí le recibía la delgada y guapa mujer que había llegado con él al pueblo, Gigen, y en ocasiones, su pequeño hijo, Kian. Uthgar no se atrevía a interrumpirlo, así que se quedaba en silencio, esperándolo.

— ¿Quieres? — Kian a menudo le ofrecía frutas o verduras frescas, en ocasiones, carne de conejo, Uthgar no se podía negar a los ofrecimientos del niño, aceptando los alimentos siempre— Estás las trajo Farhä— Le menciono el menor.

A pesar de estar saliendo de casa, Uthgar aún no podía compartir con su hija, sus manos comenzaban a temblar y su voz se cortaba, tratar con la pequeña aún significaba encarar a sus demonios y aún no estaba listo para aceptar sus traumas, mirarla de lejos le bastaba... verla corriendo y gritando entre las casas, siendo alegre y activa... eso le bastaba, agradecía que a pesar de él haberse estado hundiendo en su propia miseria, Viktor velará porque la niña creciera tranquila y feliz.

— ¿Farhä recolecta bayas? — Le pregunto a Kian.

— A veces... quiere aprender a usar dagas— Eso sorprendió a Uthgar— Es torpe, pero es fuerte — Rescato el pequeño peliblanco. 

Yuuri entró con un rostro sereno, parecía renovado, Uthgar no terminaba de entender qué era meditar, pero había algo en ver a Yuuri así de tranquilo, que también le entregaba paz a él. Se levanto de aquella alfombrilla de heno y paja que había en el suelo de la cabaña de Yuuri, quien por costumbre llegaba a su hogar con un "Estoy de vuelta"

— Bienvenido, papá— Yuuri se agacho para abrazar a Kian, quien le extendía una taza de peltre con una infusión caliente y las mismas frutas que le había ofrecido a él. 

— Gracias, Kian ¿Llevas mucho tiempo aquí, Uthgar?

El peliplata negó y decidió esperar un poco a que Yuuri pudiese salir con él y almorzar así en su casa, de cualquier forma, ya se había acostumbrado a comer más tarde... no importaba, si podía tener la compañía de Yuuri, pues incluso con Viktor, aún se ponía nervioso. 

Había pasado largos años aislado por voluntad propia, aquella misma ausencia, habiendo sido notada por todos, atraía a los ojos curiosos, ansiosos por saber porqué había desaparecido ¿Se escondía? Entre el pueblo las voces maliciosas repetían que había sido por culpa de Baazar y que, ahora, con su muerte, el maestro estratega del clan, podía volver a respirar tranquilo... aunque no sabían el trasfondo de todo aquello, no se equivocaban, y junto a aquella aseveración, asumieron la imagen de Yuuri más que como un simple curandero, si no, como la de un cazador errante.

Entre las rutas de comercio y los caminos sinuosos de las montañas era común encontrar cazadores errantes, llamados así por no pertenecer a ningún clan ni asentarse en ninguna aldea, suelen colocar precarias tiendas donde venden los animales que han cazado y con aquel dinero sustentan su vivir nómada, sin afiliarse a ningún gremio ni buscar hogar fijo en el cual les puedan encontrar.

Para Uthgar sonaba a ensueños pueblerinos, típicos de cuando una persona se vuelve digna de admiración, pero no es realmente conocida por la gente; en el fondo, muchos tenían y odiaban a Baazar, Yuuri se había convertido en el ejecutor de un deseo común, por lo mismo ahora los habitantes evitaban molestarle, aquellos que le habían insultado en la cara, ahora bajaban la mirada sumisos, pues Yuuri no se había hecho cargo de cualquier persona, había asesinado al gran Baazar Vultrov, y aunque sonará a una gran hazaña, ahora Uthgar estaba preocupado por él, pues Yuuri le había comentado mucho sobre el ámbito espiritual que le inculcaron de pequeño, tanto como al ser parte de los monjes como por ser un nitama. Su alma se había manchado, matar a los suyos significaba una gran deuda espiritual, y aunque Uthgar le había repetido que Baazar no tenía nada que ver con él, el pelinegro corregía.

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