Dos.

574 73 32
                                    

Temo estaba teniendo el mejor sueño. Sabía que estaba soñando porque había presionado el botón de repetir en la alarma dos veces, deslizándose entre el sueño y la vigilia y deleitándose en el sueño donde él y Aristóteles estaban besándose en una hamaca. Ellos en realidad no habían hecho eso antes, pero el Aristóteles de los sueños hacía que pareciera una locura caliente.

Bip. Bip. La alarma volvió a sonar y Temo se aferró al borde del sueño mientras golpeaba el reloj. Su brazo aterrizó en el cálido y sólido pecho del Aristóteles real, y Aristóteles dejó escapar un gemido sexy, acercándolo.

Oh sí.

—No tenemos que levantarnos en este mismo instante —susurró frotándose contra la erección mañanera de Aristóteles.

No habían tenido relaciones sexuales anoche, entre una cosa y otra con acomodar a la familia, luego la hora de ir a la cama de las niñas y la limpieza, habían colapsado en la cama tarde y Temo se había conformado con algunos mimos adormilados antes que el sueño lo reclamara. Pero todo eso significaba que estaba increíblemente ansioso, y rodó así sus torsos se tocaban y pudo alcanzar y...

—Alguien debería pensar en el desayuno para los invitados. —Aristóteles se estiró, alejándose.

—Te ayudaré a hacer comida. En un segundo. —Determinado, Temo arrojó una pierna sobre el muslo de Aristóteles—. ¿Qué tal si me dejas terminar lo que comencé ayer?

—Vale para otro momento. —Aristóteles hizo una mueca—. Tengo... un recado que hacer después del desayuno. No debería pasar mucho tiempo aquí.

—¿Recado? Estás de permiso para la boda ¿verdad?

—No es eso. Solo... algo que tengo que hacer.

—¿Pero no puedes decirme qué? —Temo trató de no fruncir el ceño como una de las gemelas. Odiaba que tuvieran secretos, no era propio de Aristóteles. Aparte de su propuesta de matrimonio, Aristóteles no solía mantener a Temo fuera del circuito, y usualmente lidiaban con las cosas como un equipo. Era parte de lo que Temo realmente amaba de su dinámica—. ¿Está todo bien?

—Sí. Todo bien. —Aristóteles presionó un rápido beso en su frente antes de rodar apartándose y sentándose con un gemido.

—Espera. ¿Es tu espalda? —Temo iba a sentirse como un idiota por estar tan enloquecido por el sexo si Aristóteles estaba sufriendo.

—Estoy bien. —Aristóteles se levantó y se dirigió al baño sin mirar atrás, lo cual no era muy tranquilizador.

—Si no es tu espalda, ¿es la boda que te está provocando estrés? ¿Necesitas hablar? —Temo esperaba no parecer demasiado desesperado, pero algo estaba molestando a Aristóteles, y él estaba obligado y determinado a llegar al fondo del asunto. Lo siguió al baño, y agarró su cepillo de dientes del soporte mientras Aristóteles hacía lo mismo.

—No me estoy echando atrás, lo prometo. —Aristóteles le dio una sonrisa apretada—. Solo tenemos que sobrevivir los próximos días de locura, luego podré tenerte para mí unas pocas horas al menos.

—No puedo esperar a la suite del hotel, confía en mí. —Estarían pasando dos noches en el hotel donde estaban organizando la boda, mientras la madre de Aristóteles y las otras abuelas ayudarían con las chicas. Era una corta luna de miel, pero más tarde, cuando Aristóteles acumulara más permiso, planeaban hacer un crucero con las chicas y sus padres también—. Tengo planes para ti. Pero si algo te está molestando, deberíamos hablar de eso ahora.

—Estamos bien. Lo prometo. Todas las bodas se ponen locas, créeme. —Aristóteles tiró de él cerca para un rápido beso con sabor a menta. Pero sus ojos todavía estaban tensos, y Temo no estaba del todo seguro de creerle. Y no estaba seguro de que le gustara el recordatorio de que este no era el primer viaje de Aristóteles por el pasillo. Pequeños cuervos de dudas que pensaba que ya había desterrado picotearon en su interior. Pero antes de que pudiera presionar el tema, las chicas estaban en el pasillo, gritando acerca de quién era el turno con la tableta y gimiendo sobre estar muertas de hambre, y el momento se perdió.

atención | aristemo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora