Escape

109 15 3
                                    

ABIGAIL
Cualquiera pensaría que estaba loca, Abi.

— ¡Pero la señorita Brooke jamás diría algo como eso si no fuera cierto! —susurré angustiada para que nadie a parte de Arthur escuchara.

— Lo sé, pero ahora estamos en medio de un dilema. No todos los días viene alguien y te dice esto. Por cierto, ¿viste cómo estaba de pálida?

— No me fijé mucho en su rostro, ahora que lo mencionas; mi atención estaba fijada en la bufanda que me dio.

Empecé a abrirla suavemente, su suave seda se entrelazaba entre mis curiosos dedos y su aroma era de lavanda. Me recordó al suavizante que mi madre usaba en toda la ropa, su olor era idéntico. Añoré mi hogar por un momento.

— ¡Abi, se te ha caído algo! —dijo Arthur cogiendo algo debajo de la mesa.

— Qué extraño, no había oído nada caerse.

— Tampoco yo, pero esta cadena se desprendió de aquella bufanda. Si no la hubiera visto, no me habría dado cuenta.

— Qué extraño...Una cadena que al caer no emite ningún ruido...

Permanecimos callados por más de 10 minutos, nuestros cuerpos no daban ninguna reacción al miedo. Simplemente estábamos confundidos.

No era la primera vez que me pasaba, me ha pasado miles de veces que estoy en mi habitación y no hago absolutamente nada. Me quedo en blanco y mi cerebro no formula ningún pensamiento.

— ¿Yyyy qué tal si fue una broma?— dije cortando el hielo que nos separaba de nuestros mundos.

— ¡Pero si hace poco me dijiste que ella nunca haría eso!

— ¡Es que estoy confundida! ¡No soy de aquellas personas de película que saben lo que tienen que hacer en el momento oportuno! Soy bastante indecisa.

Sin darme cuenta, me había decaído por completo.

ARTHUR

Miré a Abigail con suma tristeza. Muchos pensarían: "¿Por qué estas personas se ponen tan indecisas e incluso inocentes por apenas una frase?"
Ni yo sabría responderme. Mi cabeza es una mezcla de muchos sentimientos que soy capaz de expresar en menos de un minuto. No soy alguien a quien alguien le vea valor alguno.

— Abigail, no sé si tú lo sientes pero presiento algo, y no es bueno.

— ¿Crees que tenemos que hacer caso a lo que dijo la señorita Brooke?

— No pensarlo, sino actuar. He presentido esto antes, tenemos que irnos de aquí.

— ¿Y qué le decimos a los demás?

— ¿Los demás? —preguntó Austin confundido.

— Todas estas personas, las que están en esta biblioteca... ¡pueden estar corriendo el mismo peligro!

— No lo sé... Creo que el verdadero peligro lo corremos nosotros.

Abi miró de reojo a aquellas personas. Se puso la bufanda que la señorita Brooke le dio y yo (por seguridad) me puse la cadena en el cuello.

Arthur, ¿te has puesto tú el collar?

— Eh, ¿quién dice que no me queda espectacular? —respondí indignado.

— Es un collar para mujeres, sabio ¡Mejor nos intercambiamos las prendas!

— Sí, creo que es mejor así —contesté avergonzado. —Pero, por favor, no le digas a nadie que me puesto un collar de mujer.

— ¡Mis labios son una tumba! —respondió alegre. Una pequeña risa se escapó de sus labios.

«Está claro... Me delatará...»

Hundí mi rostro mirando con piedad al cielo y salimos de aquel sitio. Sin saberlo había empezado a lloviznar y las calles ya no estaban tan concurridas. Una tensa cortina gris escondía el cielo azul que tanto anhelábamos los mortales.

— ¿A dónde vamos? —preguntó Abi revisando si el collar aun colgaba de su cuello.

— Sígueme, lo mejor será que no regresemos a casa.

Empezamos a caminar unas cuantas calles en silencio hasta que de la esquina oímos unas sirenas resonar con fuerza. Ambos volteamos a ver sorprendidos a una docena de adultos armados y vestidos de negro entrar a la biblioteca, y ninguno llevaba traje. Segundos seguidos se escucharon el disparo de más de cinco balas, se oían gritos de gente gritando y pidiendo auxilio.
Nuestros corazones se habían detenido, con ojos perplejos no dábamos crédito a lo que estábamos presenciando.
Apenas pude volver a ver a Abi y la hallé pálida, repleta de lágrimas. Sus manos y pies temblaban tanto que tuve que ser valiente para no demostrar que yo estaba igual que ella.

Arthur, toda esa gente...

—Sí, los están matando a todos.

En ese mismo instante comprendimos que esto no era un juego.
Estábamos hablando de vidas humanas.

ABIGAIL

«Nunca antes había visto a la muerte tan cerca...»

— Abi, ¡tenemos que irnos de aquí! —dijo Arthur perturbado.

Apenas alcancé a asentir cuando dos de los adultos que habían entrado salieron enfurecidos mirando a todos los lados. Los ojos frívolos de uno de ellos se posaron en nosotros, nos encontraron y no lo dudaron dos veces. Empezaron a correr, y hacía nosotros.

— ¡Abigail, corre!

Arthur y yo empezamos a correr lo más rápido que pudimos, apenas llevábamos tres calles de ventaja pero era lo suficiente para que no nos dispararan.

— ¡Abi, por el atajo!

— ¡Claro, el atajo!...

Arhtur y yo siempre cogíamos un atajo para llegar a la biblioteca. Uno que estaba lleno de recónditas calles en donde era fácil perder a uno.
Nos adentramos en la calle mayor cuando los hombres empezaron a disparar en nuestra dirección. Mi corazón me palpitaba a una velocidad incontable, jadeaba una y otra vez intentando captar todo el aire posible.
Mi ropa ya estaba más que mojada pero mi mano sostenía aquella cadena con todas mis fuerzas. Ya no sentía mis piernas, y Arthur también empezaba a cansarse.

— ¡Arthur, ya no siento mis piernas! —gritaba casi a punto de llorar — ¡No quiero morir!

ARTHUR

«Nadie tiene mayor amor que este, que ponga alguno su vida por sus amigos...»

— ¡Abi, escúchame! ¡Tú continúa por el atajo, yo cogeré otro!

Apenas pude escuchar los gritos de Abi cuando la solté y me dirigí hacia el camino opuesto. No lo conocía para nada; pero uno de los  hombres ya había puesto su atención en mí y ante mi indecisión de qué camino tomar, empezó a seguirme.

«Señor... Por favor, dame fuerzas...»

El agua ya empezó a ser resbalosa. Ya solo quedaba un tramo para que llagara a un escondite seguro, cuando de pronto: sentí un impacto en mi hombro izquierdo.
Caí de rodillas, miré a un lado y observé cómo la bala había atravesado mi extremidad superior. Ya estaba emanando un líquido caliente a todo mi cuerpo manchando la bufanda blanca en una de color carmesí oscuro.
Mis ojos empezaron a ver todo borroso y a continuación.
Todo se volvió negro.

La Guardiana del Libro [CRISTIANA] #1 {TRILOGÍA} ["El Libro secreto"]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora