CAPÍTULO 14

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LA FIESTA

Aidan

23. 00 h

Hacía media hora que Olivia y Andrea despegaron, y ya estaría todo, se acabó por fin, ahora cada cosa volvería a su correspondiente lugar.

La verdad es que me sentía mucho más calmado y liberado, no tendría que aguantar más las infantiles reprimendas de una cría malagradecida que lo único que me había causado eran problemas y pérdida de tiempo.

No sé en qué puto momento pensé que iba a ser buena idea buscarla en España. Sus ojos me hechizaron y fue la causa de que me obsesionara con ella, pero esto no era un cuento de Disney, asique el hechizo al fin y al cabo se rompió, dejándome ver a la cruda e insípida realidad.

Era una chica inmadura que cometía locuras poniendo en riesgo su propia salud sin darle la más mínima importancia, como el día que salió descalza corriendo de mi casa después de haber tenido una pelea y que le ocasionó otra recaída.

O la vez que me mandó a la mierda por golpear al hijo de puta de su ex por haberla estrangulada. En qué coño pensaba? Por qué carajo eres tan compleja Olivia Gómez?

Antes de ella era un tío frío y distante al que todo el mundo le tenía miedo y respeto. Todo aquel que supiera lo que podría pasarle obedecía mis órdenes quisiera o no. Y ahora? Ahora me he vuelto débil, débil por ella, y no voy a consentirlo.

Tengo una vida complicada y extremadamente peligrosa y por mucho que sepa que llevar este ritmo puede destrozar mi futuro me la suda, no puedo ni quiero salir de esto, aquí verdaderamente me siento yo, Aidan Bush.

Todo empezó cuando tenía tan solo 15 años, estaba harto de la exigencia de mis padres, estaba cansado de sentir que era el inútil de la familia, el que no servía para nada, el que no podía participar en ninguna reunión o decisión familiar pero aún así estaba obligado a aparecer sonriendo como el hijo perfecto en todas las revistas y ruedas de prensa.

La gota que colmó el vaso fue la muerte de mi abuelo Jerry, el marido de Esme. Él era el único, junto con mi abuela, que veía mi potencial, que me amaba tal y como era, el único que me apoyaba en mis ridículas e inservibles decisiones como si fueran las más importantes del mundo, pero sobre todo, ese hombre era mi padre, un padre de verdad, uno que sí sabía cómo tratar y educar a un hijo, sin golpes, sin humillaciones y sin insultos.

Jerry me trasladó al mundo del arte, un mundo difícil para ganarse la vida pero mágico al mismo tiempo, ya que con tan sólo un papel y un lápiz era capaz de trasmitir hasta el último, oscuro y remoto lugar de mi mente, cosas que las palabras no me permitían mostrar.

Ese don, como lo llamaba mi abuelo, apareció un común día de invierno, recuerdo que discutí con mis padres porque les dije que quería ser veterinario. Para las familias normales, que su hijo les diga que quiere estudiar medicina veterinaria sería lo más normal del mundo, pero en este caso, en el caso de una familia millonaria y con repercusión mediática eso era intolerable.

Mi padre era el expléndido y conocido Andrew Bush, grandioso empresario cuyos bufetes de abogados se expandían por toda Europa, América y parte de Asia, sus trabajadores eran altamente cualificados y pocas veces perdían sus casos, son unas auténticas bombas de destrucción a nivel legislativo y judicial, todo el mundo quieren sus servicios y no les juzgo, yo también lo haría, si no conociera a mi padre.

Detrás de esa media sonrisa perfecta y ese traje caro y autoritario que aparecían en todos los medios de comunicación, se escondía un auténtico dictador que no permitía escuchar ninguna opinión que no fuera parecida a la suya, es un ser que arreglaba a su hijo "bastardo" a base de golpes.

 MALDITA DISTANCIA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora