Xiao Zhan necesitaba un descanso de la ajetreada Beijing. Tenía que sanar un corazón roto, una lesión en su pierna y deshacerse del estés causado por su empleo.
Y como por azares del destino, dio con un hermoso y tranquilo pueblo al pie de las monta...
Algunas personas en el pasado solían tener algún tipo de poder, había pocas personas extraordinarias con habilidades para distintas cosas, la mayoría de las personas que tenían estas habilidades eran aquellas que podían utilizar magia, sin embargo no todos eran tan poderosos, algunos si tenían cierta habilidad pero a menor escala.
Los más poderosos eran los hechiceros, aquellos que tenían el núcleo más fuerte, estos podían utilizar talismanes que ellos mismos creaban, manipular objetos sin tocarlos y algunos hasta crear algun tipo de energía elemental, también podían crear armas espirituales. Pero no todos poseían un núcleo espiritual, es por esto que los hechiceros eran tan escasos y solicitados por los reinos.
Sin embargo, esto se había pedido con los años, generación tras generación. Aquel poder comenzó a disminuir, pero había personas que solieron ser las más poderosas que pudieron reencarnar aunque solo tenían vagos recuerdos de sus vidas pasadas y sueños proféticos, algunos más podían ver o escuchar cosas que la mayoría no podía o tenían un sexto sentido.
En aquel tiempo, hace mucho años había dos reinos que habían estado en guerra por mucho tiempo en el pasado, pero aunque actualmente mantenían una especie de tregua, el reino de Gusu estaba comenzando a imponerse nuevamente en los poblados pertenecientes al reino de Yiling.
El rey Tianlang-Jun del reino de Gusu, había comenzado también a intentar formar alianzas con el reino lejano de Lanling mediante el matrimonio entre la hija menor del rey Jin y su único hijo, quien era tan solo un niño.
Todo parecía ir bien según los planes de Tianlang-Jun, pero para su hijo Yibo, todo cambió el día en que alguien desconocido llegó al reino de Gusu.
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- Al-alteza, lamento interrumpirlo... pero encontramos a un intruso cazando conejos en el bosque cercano.
- ¿Y? - Cuestionó molesto el rey quien en ese momento acariciaba la cintura de su concubido sentado en su regazo.
- Sus rasgos no corresponden a alguno de los poblados del reino de Gusu... él no ha dicho nada... parece que...
- Mátalo.
- Pero señor... creo que él...
- Solo mátalo si no es de mi reino y ha entrado aquí sin permiso.
- Es que... él es un chico joven y él...
- ¿Él qué? ¿Por qué no hablas de una vez, estúpido? - Inquirió irritado.
- Parece ser que él tiene el núcleo de los hechiceros. - Dijo dudoso pero esto captó la atención del emperador.
