Danáe Slide tenía una misión en la cual no podía fallar bajo ningún pretexto: matar al director de la universidad de Princestown antes de que este cometiera la mayor masacre contra estudiantes jamás vista antes.
Pero sus planes no salen como ella es...
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―¿Sabes, Demian? En los cinco años que estamos juntos jamás hemos tenido una cita como en la de las películas.
―¿Y te acabas de dar cuenta de eso justo cuando estamos por enterrar un cuerpo? Tan oportunista como siempre, Dan ―me respondió mientras nos guiaba a Christie y a mí hacia el bosque que rodeaba el campus de Princestown.
Habíamos logrado sacar a Naviers minutos antes de que llegaran mis compañeras de hermandad y llevar su cuerpo hasta el bosque, donde lo enterraríamos. O abandonaríamos, si fuera por Demian.
―No puedo evitar que mi lado romántico salga a la luz.
Él frenó un momento para voltearse y sonreírme de esa manera que me volvía loca.
―Podrías ponerte romántica cuando te lleve a mi habitación esta noche.
―¡Chicos! ―chilló Christie―. Pónganse atrevidos cuando estén a solas, no ahora que estamos a punto de deshacernos de Charles Naviers ―acomodó las piernas del director sobre su hombro y se quejó―. Esto no es lo que esperaba al venir aquí. Que idiota soy.
Continuamos avanzando por el bosque. Agradecí que aun fuera de día y no tuviera que estar con visión nocturna. Bajamos hacia el río que atravesaba el bosque y depositamos el cuerpo allí, cubriéndolo únicamente con las hojas recién caídas de los árboles.
Oí a Demian suspirar a mi lado mientras examinaba el lugar. Debíamos de estar a unos veinte kilómetros del campus, lo que equivaldría a unas cuatro horas de caminata normal, pero con nuestra velocidad habíamos llegado en menos de veinte minutos. Christie se había ido hace menos de un minuto para dejarnos, cito textualmente, «nuestro espacio».
―¿Sabes, Danáe? Este sería un buen lugar para escapar ―anunció como si dijera: «mira qué lindo está el día afuera» ―. Vas río abajo nadando y luego desciendes por las piedras al costado de la cascada. Si no me equivoco, por allí pasa una carretera y en dos horas estaríamos en la ciudad de Newswort ―apartó la mirada del final del río y la clavó en mí―. Podríamos irnos esta noche por aquí.
―¿Quieres irte hoy mismo? ―pregunté. Mi cara debía de estar sorprendida porque la de él adoptó una expresión irritada y molesta.
―Sí, Danáe, hoy. No tienes nada más que hacer aquí ―dijo señalando el cuerpo de Naviers―. Tu trabajo lo terminó Christie y ya está. No pienso dejar que regreses a las instalaciones de Valquiria.
Negué rápidamente.
―No pensaba volver, pero... ―suspiré―. Si esperaba poder quedarme un poco más aquí, ¿sabes? Tomar algunas clases, hacer pijamadas con mis compañeras, terminar nuestra guerra de bromas, y todo eso antes de volver a ser un experimento militar.
Sentí el calor de su cuerpo al acercarse y luego su brazo rodeando mis hombros para apretarme contra su costado. Besó mi coronilla y dejó reposando su mentón allí.
―Lo sé y te prometí mil veces que lo harías. Pero puedo prometértelo una vez más: lo harás. Haremos todas esas cosas que no hemos podido y lo haremos juntos.
Lo abracé por la cintura, aspirando ese característico aroma suyo a limón, y escondiendo mi cara en la curvatura de su cuello. En ese momento me di cuenta de cuanto lo quería. Lo amaba. Amaba a Demian Colton por sobre todas las cosas y eso no cambiaría, porque él era lo único que yo tenía en este mundo y lo único que me hacía querer vivir.
―Bien ―hablé, mi voz ahogada por estar apretada contra él―. Huyamos esta noche.
Tomé las pocas prendas que tenía en el armario y las metí de cualquier manera en el bolso. No me importaba que quedaran arrugadas, escapar era más importante esta noche.
Christie estaba sentada en mi cama, mirando el desastre en el que se había convertido mi habitación mientras sonreía como una chiquilla de secundaria.
―Así que se van a escapar ―suspiró―. Que romántico.
Reí sin humor.
―Es tan romántico que con suerte saldremos vivos. Espero que Valquiria no tenga espías aquí o estaré muerta antes de cruzar el umbral.
La morena se incorporó y posó sus manos en mis hombros, brindándome una sonrisa tranquilizadora de las que me daba cuando Demian había huido de la organización y yo no sabía su paradero.
―Todo saldrá bien. Hoy por fin tendrás el inicio de tu final feliz.
Rogaba al Universo porque eso fuera cierto.
Pasada la medianoche, cuando ya todas estaban en el quinto sueño, salí con ayuda de Christie por la ventana. Había acordado con Demian vernos al inicio del bosque, pero él no había hecho caso y me esperaba apoyado en la pared de la hermandad. Sonrió al verme toda de negro, igual que él.
Ni bien apoyé mis pies en el suelo, tiró de mí y me besó con toda la pasión con la que se podía besar, dejándome atontada y con la respiración agitada. Apoyó su frente en la mía mientras deslizaba sus pulgares por mis mejillas.
―Hoy es nuestra oportunidad, Danáe. Hoy sí lo conseguiremos.
Pasé una de mis manos por su nuca antes de atraerlo nuevamente hacia mí. Sonreí sobre sus labios.
―Hoy es nuestro.
Nos separamos y tomó mi mano para empezar a correr en dirección al río. Pero no dimos ni un paso cuando el sonido de helicópteros llegó hasta nuestros oídos. Era un sonido familiar, un sonido que se había hecho cotidiano de tantas veces que lo había escuchado los últimos dos años: los helicópteros de Valquiria.