Danáe Slide tenía una misión en la cual no podía fallar bajo ningún pretexto: matar al director de la universidad de Princestown antes de que este cometiera la mayor masacre contra estudiantes jamás vista antes.
Pero sus planes no salen como ella es...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
No pronunciamos palabras en las horas que trascurrieron a nuestra huida. Era uno de esos momentos donde cada uno necesitaba su espacio y estar un rato enfrascado en su propia cabeza sin prestar atención a nada más, ni siquiera al otro.
Yo solo podía pensar en mi estupidez por no haber recordado las malditas pastillas. No se me había cruzado por la cabeza que eso pudiera pasarnos, siempre habíamos sido tan cuidadosos con todo que tener un hijo no planeado era algo que no nos hubiéramos imaginado nunca. Menos en nuestra situación.
Mi mente recordó lo que había dicho Josh sobre un bebé de dos Valquirias. Era posible que naciera, pero lo utilizarían para experimentos si llegasen a descubrirlo. Sacudí mi cabeza al pensar en eso. No había nada confirmado y yo ya estaba ideando un plan a futuro, un plan para defender lo que era mío.
Fuimos a la farmacia y compramos ―sorprendentemente, Phillip nos había dado dinero por cualquier cosa que pudiésemos necesitar― tantas pruebas como para asegurarnos que, si daba positivo, sería un verdadero positivo. Con el dinero que nos sobró, alquilamos una pequeña habitación con baño incluido en un hotel barato.
Hice todas y cada una de las pruebas luego de leer las instrucciones y las lancé en la cama, al lado de donde Demian estaba tirado mirándome en silencio, a la espera de que desvelaran la respuesta a la gran pregunta que ambos nos hacíamos. No les di una segunda mirada antes de volver al baño y lavarme la cara mientras contenía el llanto. Conté mentalmente cinco minutos y cuando llegué al número, no me atreví a salir del baño. No podía enfrentar lo que sabía que se venía, al fin y al cabo solo tenía veinte años.
Sentí los pasos de Demian ir hacia donde yo estaba, lento y titubeante, como si no estuviera del todo seguro en acercarse a mí en ese momento. Levanté la vista al espejo y sus ojos chocaron con los míos a través del reflejo. Tenía varias pruebas en su mano y las lágrimas se deslizaron por mi rostro, sin querer estar más tiempo apresadas en mis ojos. Negué repetidas veces con la cabeza con la esperanza de que me dijera que era un error, pero cuando agachó la cabeza y esquivó mi mirada, mis sollozos se hicieron más fuertes. Presentía que Demian creía que lloraba por las consecuencias de la noche en la que nos controlamos... No podía estar más equivocado.
―Es positivo, Dan, todas dieron positivo.
Asentí, alzando el mentón y secando las lágrimas que todavía rodaban por mis mejillas, algo cambiando en mí. Una determinación absoluta de matar a cualquiera que se interpusiera en mi camino se estaba extendiendo en mi camino. Tanto así que cuando Demian se me acercó, lo esquivé para que no me tocara. Me observó como si no me conociera y paró de dar pasos hacia mí cuando lo esquivé por segunda vez.
―¿Qué te ocurre, Danáe?
―No te me acerques ―escupí las palabras mientras daba pasos para atrás, alejándome cada vez más de él, hasta que la parte posterior de mis rodillas chocó contra la cama―. ¡No permitiré que nadie se le acerque!
¿Qué si estaba enloqueciendo? Probablemente sí, seguro que sí, pero esa cosa que se desarrollaba en mi vientre, pese a todo lo que conllevaba, era mi hijo y el de Demian y no iba a permitir que nadie me lo sacara, mucho menos unas estúpidas organizaciones que solo buscaban su propio beneficio. ¿Qué era muy joven? Quizás sí, quizá esto solo era una loca idea de una loca chica que no tenía la vida que quería, pero quería darle la vida que nadie le dio a otra persona. ¿Qué estaba actuando como una histérica? Sí, mil veces sí, pero en ese momento me importaba poco o nada.
―Joder, Danáe, soy yo ―me agarró por los hombros y me tiró sobre la cama, inmovilizándome por completo con su cuerpo sobre el mío. Me obligó a mirarlo y me relajé una vez que percibí el miedo en él―. Soy yo y no voy a hacerle daño a ninguno de los dos, lo sabes. Tú eres el amor de mi vida y la persona que llevas dentro es mi hijo. Nuestro ―apoyó su frente sobre la mía y el sentir su respiración sobre mi piel me tranquilizó. Dejé de luchar contra su agarre―. Y haré lo que sea para mantenerlos a salvo a ambos si esto es lo que quieres.
―¿Tú lo quieres? ―pregunté en un susurro, sintiendo una emoción indescriptible cuando me mostró su sonrisa.
―No preguntes cosas tontas. Claro que lo quiero. ―Se acomodó a un lado de mí, sobre su costado, y apoyó su mano en mi estómago, acariciándolo suavemente de arriba abajo―. Imagínate lo que puede ser un hijo nuestro, será una combinación perfecta y mortal.
Reí, mucho más relajada que al principio de todo esto.
―¿Qué dices? ¿Niño o niña?
No voy a negar que me hacía tremenda ilusión todo esto. Estaba aterrorizada, sí, pero podría superarlo. Quería creer que valía la pena superar todo eso y buscar una buena vida para los tres.
―Algo me dice que será niña ―respondió Demian sin dejar de acariciarme.
―Creo que será niña también, aunque es muy pronto para saberlo. Tendremos que vivir con la incertidumbre por los próximos cuatro meses.
Asintió y su sonrisa se desdibujó de pronto.
―Ahora con más razón tenemos que irnos a otro país, Dan. No quiero que tenga la vida que tenemos nosotros, no quiero que pase lo mismo, no quiero que...
Lo interrumpí. Ya sabía de antemano que era lo que iba a decir.
―Lo sé y yo tampoco quiero que crezca sin nosotros a su lado. No pisara en su vida un orfanato, tenlo por seguro.
Iba a responderme cuando la puerta se abrió de golpe, haciendo que nos incorporáramos de un salto. Phillip y Josh, más docenas de Valquirias, estaban parados frente a nosotros con una sonrisa triunfal en su rostro. Me pregunté cómo no los habíamos oído.
―Agárrenlos ―ordenó Josh. No tenía indicios del cuchillazo que le había dado en el hombro―. A él lo envían a Valquiria y a ella la quiero en la sede de la rebelión.