Danáe Slide tenía una misión en la cual no podía fallar bajo ningún pretexto: matar al director de la universidad de Princestown antes de que este cometiera la mayor masacre contra estudiantes jamás vista antes.
Pero sus planes no salen como ella es...
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―No te moverás ni un centímetro, Danáe ―anunció Lion, sin mosquearse por tener una ametralladora apuntando a su nuca.
―¿Cómo estás tan seguro de que no lo haré?
No lo veía, pero podía saber con total certeza de que estaba sonriendo con una seguridad que no sentía. Lion era cobarde, siempre lo había sido y siempre lo sería. Pero, eso sí, tenía una inteligencia que lo hacía ser brillante en cualquier cosa relacionada con ciencia y con el Proyecto Valquiria, principalmente.
Él había querido ser mi compañero. Ni bien me vio llegar a las instalaciones se ofreció, pero su padre adoptivo sabía que mi vínculo con él no era tan fuerte como el que tenía con Demian. Mis sentimientos por este último eran mucho más resistentes y aumentaban las probabilidades de que saliéramos con vida del experimento. No le había gustado eso, tenía un resentimiento con Demian por «haberme apartado de su lado» y no estaba tan segura de que su cobardía también aplicara a Dem. Lo veía muy capaz de matarlo, pero sus sentimientos por mí ―los que estaba segura de que aún seguían― no lo dejarían hacerlo.
―Porque si le haces daño a él, me lo haces a mí ―respondí―. Y ambos sabemos que...
Quedé muda cuando se echó a reír como si hubiera recordado un chiste muy gracioso.
―¿En serio están tan conectados que hasta tienen las mismas excusas? Qué patético.
―Muy patético y todo, pero tú querías lo mismo que tenemos nosotros.
Lion gruñó por lo bajo.
―Ya no me interesa lo que sea que tengan. Lo que le dejaste en el útero a tu linda novia es mucho más importante que todo lo que ustedes puedan tener.
Sujeté con más firmeza la ametralladora y la pegué a su nuca. Los pelos de esa parte de su cuerpo se erizaron al sentir el frío del metal contra su piel. Él lo sabía, ¿cómo lo sabía? Pero eso no era importante, no ahora.
―No te daré absolutamente nada, Lion ―pronuncié con calma―. Sigue soñando con ello.
Él rio.
―¿Soñar? Ya deberías saber que todos mis sueños se hacen realidad, Danáe.
Miré a Demian. Estaba completamente inmóvil, esperando a que yo le indicara que movimiento hacer. Escaneé la habitación hasta dar con una pistola, la misma que debió utilizar para matar a la mujer que estaba a unos metros de nosotros, y la señalé con un gesto sutil. Él no desvió la mirada para que Lion no se diera cuenta; era mi trabajo distraerlo y darle a Dem la oportunidad de agarrarla.
Bajé el cañón hasta la parte baja de la espalda de Lion y pegué mis labios a su oído. Se sentía tremendamente mal usar técnicas de seducción para esto, pero no tenía otra forma de distraerlo. Lion era lo suficientemente rápido como para dispararle a Demian de muerte si yo llegaba a encajarle una bala primero.