Cuatro años, once meses

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Entré a nuestro antiguo hogar, inundándome con el reconocible aroma a galletas que mi madre cocinaba cuando era pequeño. El peso de mis manos debido a mis maletas se aligeró en cuanto las dejé en la sala de estar, y pensé distraídamente en cuando en vez de llegar, me estaba yendo.
Todo era lo mismo, mi madre con la mirada acongojada, las maletas, el olor.

Sin olvidar el dolor.

-¿Quieres algo de beber?- preguntó ella sacándome de mis pensamientos y negué con la cabeza. Había bebido algo que me habían regalado en el autobús y justo ahora no me apetecía nada.

Nada más que aclarar las cosas.

-¿Te llegó la carta?- le pregunté serio, ya que las invitaciones a mi boda habían llegado a todos sus destinatarios desde hace más de un mes, y ella ni siquiera me había llamado para confirmar nada. Aunque me sintiera lastimado, entendía que habían pasado más de cinco años en los que no manteníamos contacto ¿Se habrá molestado conmigo?
Ella asintió sin quitar esa extraña sonrisa de su rostro, y sin quererlo, eso me dolió aún más.

-Todavía recuerdo cuando eras un adolescente y te la pasabas corriendo por todos lados.- sonreí nostálgico.- y ahora solo me llega una invitación a tu boda de la cual no tenía ni la más remota idea.- el ánimo cayó.

-Mamá...- iba a darle una explicación, pero levantó su dedo índice, callándome en cuestión de segundos. Nunca había desobedecido una orden de mi madre, y claramente hoy tampoco sería la excepción.

-¿La amas?- su pregunta me dejó algo aturdido, ¿cómo se le ocurría hacerla en estos instantes? Claro que la amaba, amaba a Ana, y por eso iba a casarme con ella, ¿o no?
Me mordí el labio inferior, nervioso ante su mirada interrogativa, curiosamente siempre me fue difícil ocultarle algo.

Pero habían pasado cinco años y todo había cambiado.

-Sí.- frunció el ceño, sabía que quería decir algo, le quemaban las venas por reclamarme todo lo que le hice, todas las veces que ella intentó contactarse conmigo y yo simplemente la ignoré por estar sumergido en mi propio dolor. Me arrepentía, me arrepentía de todo y por eso mismo estaba aquí.

-Él no se fue.- la miré confundido.

-¿Quién?

-Esa época fue la única en la que yo te vi feliz.- no respondió a mi pregunta, porque sabía que en el fondo yo tenía la respuesta.

¿Acaso ella se centraba en hacerme más complicadas las cosas? ¿O porqué lo mencionaba a la mitad de una conversación?

-Pues ahora soy feliz.- se mofó, sorprendiéndome.

-¿Porqué regresaste?- preguntó la mujer cuando por fin había bajado la guardia. Fruncí el ceño ante su interrogativa, me estaba poniendo demasiado tenso esta conversación.

-Voy a dar un paseo.- cambié el tema dirigiéndome a la puerta de la casa. No habían pasado ni cinco minutos de haber llegado y ya me estaba yendo nuevamente.

Vaya día.

Cinco años.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora