Cuatro años, dos meses

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Lavi anotó otro gol, dejando así a su equipo nuevamente como el ganador. Sin poder evitarlo vociferé a un lado de todas las chicas animado; aunque no me gustaran esas actitudes, ahora lo estaba haciendo por aquel pelinegro.
Tal vez me estaba volviendo loco.
Su sonrisa mientras era animado por todos los jugadores y lo cargaban de un lado a otro se dirigió a mi persona. Y por unos instantes me sentí especial, no miraba a la chica de al lado, ni a la de al lado; sino a mí. Ese chico me miraba a mí.

Mis mejillas enrojecieron. Todos sus compañeros lo bajaron de sus hombros, y al final caminó hasta mi persona con la misma sonrisa. Sin darme tiempo de reaccionar me tomó por las caderas y me cargó; los presentes guardaron silencio ante ese acto tan arriesgado, y sin más preámbulos me besó.
Dios, si alguien conocía la palabra vergüenza era yo en estos instantes; como pude le correspondí el beso torpemente, porque en el fondo, me sentía tan contento de que esta persona estuviera demostrando tan abiertamente que me quería.
Por unos instantes olvidé que éramos dos hombres, y me centré en ser simplemente dos personas que se querían.

Y se querían mucho.

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Desperté sudando, de nuevo. Recuerdos malos y recuerdos buenos me azotaban por las noches.
Y lastimosamente Lavi era mi preocupación principal. Un tanto aturdido, desbloqueé mi celular, notando que tenía varios mensajes de Ana. Los ignoré un poco y me centré en la hora; eran las cuatro de la madrugada.
Bufé y me dejé caer pesadamente sobre mi cama, el sueño se había ido completamente; solo quedaba un pequeño ardor en mi pecho.

Mierda Luc. Tomé mi rostro entre mis manos frustrado sin poder quitar de mi cabeza a aquel chico de cabello negro bajo el sol de la playa, anotando goles.

"Tal vez consiga una beca en la universidad local"

Recuerdo sus palabras, las recuerdo firmemente, ¿entonces qué había sucedido?, ¿porqué seguía estancado en este pueblo trabajando en un puesto de comida rápida?

Moví los dedos nervioso, ansioso.

Yo sí había salido de aquí en la primera oportunidad que se me brindó, pero admito que si él me lo hubiera pedido, no hubiera ido a ningún lado; lo hubiera seguido como un borrego sigue a su pastor.
Giré mi rostro delicadamente y me encontré con la invitación a la boda de Alex. Sin saber bien porqué, la tomé entre mis dedos y traté de sentir la textura rugosa del papel.

Tal vez podría invitar a Ana.

¿Pero en serio quería que ella me acompañase?

Mi cabeza dolió. Parecía que me costaba admitir demasiado que en cuanto volví a ver a Lavi a los ojos dejé todo por estar a su lado.
Parecía que mi cuerpo lo llamaba desesperadamente, y se negaba a querer a alguien más que no fuera él.

Era tan frustrante que me resultaba casi cómico.

Sin más que hacer me levanté de la cama y bajé a la planta baja. Por obvias razones todo estaba callado, en silencio; y sin poder pensar en algo más abrí el refrigerador, buscando algo para comer y calmar esta terrible ansiedad que me inundaba.

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-Creo que eres alguien que come demasiado.- habló el pelinegro mirándome desde la esquina de la sala en una acción tan simple como sacar unas patitas fritas de la alacena. Lo miré con una sonrisa y sin más caminé hasta su persona y me senté sobre sus piernas; abrí la bolsa de papas y comí una. Sentí sus manos colocarse en mi cintura casi de forma inmediata.

-Como demasiado porque hacemos mucho ejercicio.- susurré en su oído y eso le arrancó una carcajada.

-¿Desde cuándo te volviste tan lascivo?- me alce de hombros cuando el chico salió de su escondite y me dió un pequeño beso en los labios.

Cinco años.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora