Tres años, ocho meses

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Tal vez eso fue suficiente para dejarme callado. Realmente creí que el chico solo me dejaría en ridículo y luego se iría, pero en cuanto dejamos la caja de copas junto al pastel y estuve decidido a solo salir de ahí, sentí el cómo Lavi sujetó de mi muñeca delicadamente.

-¿Podemos hablar?- y aunque no quisiera, siempre fui débil ante sus expresiones.

-¿Sobre?- fingí aunque sea un poco de fuerza de voluntad.

-Vayamos fuera.

Sin más él me llevó al jardín trasero de la enorme mansión, sin soltar su agarre hasta que por fin quedamos en un lugar más tranquilo. No me esperaba que literalmente estuviéramos en completo silencio, y tampoco había que aclarar el estado de mi corazón en estos momentos; sentía que había corrido un maratón completo. Cada segundo que Lavi seguía mirándome aumentaba más la velocidad.

-Yo...- hablé primero, mas fui interrumpido de forma brusca.

-Me equivoqué.- me dijo con una seguridad impresionante.- estuve esperando tanto tiempo el verte, que cuando lo hice solo exploté.- rascó su nuca de forma nerviosa.- creo que no me dijiste que ibas a casarte porque yo tampoco me tomé el tiempo de preguntar qué había sido de su vida. Estaba demasiado enojado y frustrado; me molestó verte tan diferente cuando yo me quedé en el mismo lugar vendiendo comida rápida.

Tal vez era hora de que ambos demostráramos la madurez que habíamos adquirido a lo largo de los años y dejar de perseguirnos por el resto de nuestras vidas. Sabía que Lavi era una etapa que tenía que dejar atrás, solo que era demasiado difícil teniéndolo justo en frente mío.

-Yo igual lo siento.- musité, nervioso.- te tenía tanto miedo y odio, que solo desaparecí sin decir nada. Nadie se lo merecía y simplemente creí que así me buscarías.- las palabras se atascaron duramente en mi garganta; y se me hizo curioso que a mi edad quisiera recurrir al alcohol para poder mirarlo.- sé que es tonto, pero...

-No es tonto.- me cortó de la misma manera. Nuestras respiraciones eran lo único que se lograba distinguir.- te escribí.- susurró al final, dudando de sus palabras y me fue casi imposible no mirarlo sorprendido. No podía creerlo.

-¿En serio?- eso me transformó en un niño pequeño, ansioso. El contrario no hizo más que mirarme con una pequeña sonrisa en los labios y asentir.

-Éramos tan chicos.- susurró mientras sacaba de su bolsillo un cigarrillo.
Observé callado cómo encendía aquel objeto con notoria maestría, y pensé en aquel chico que juraba jamás hacerle daño a sus pulmones de esa forma. Lavi estaba más maduro, pero también más dañado por las emociones y por la vida misma.- teníamos 16 años Luc. Y aún así yo creí que me casaría contigo.

Eso me sacó una sonrisa.

-Y ahora míranos, en la boda de los chicos que menos creería que se casarían.- lo dije en chiste, pero ninguno nos reímos. Más bien, se sintió como una cachetada fría.
Mis ojos se centraron en la cajetilla de cigarrillos que Lavi tenía dentro del bolsillo de su camisa, y me sentí en la penosa necesidad de ese lastimero vicio.- dame uno de esos.- susurré y el contrario sin más, sacó uno y me lo tendió. Pude notar que ambos rozamos nuestros dedos a propósito y aún así no dije nada. Todo se dignaba a fluir como agua.- ¿tienes fuego?

Lavi sacó el encendedor de su bolsillo trasero. Pareció que dudó unos momentos, cuando en vez de simplemente prestármelo, se acercó hasta mi persona e intentó encender el cigarrillo con sus propias manos. Evitando que el fuego se apagase, hice una casita con las mías, y quedamos aún más cerca.

Temblé levemente. Tal vez nos juntamos más de lo necesario, pero es que no había siquiera que cuestionárnoslo.

-¿Alguna vez has pensado en qué hubiera sido de nosotros si todo hubiera comenzado aquí?- divagó. Mirando distraídamente a los invitados que paseaban por los alrededores; todo esto parecía algo que jamás volvería a repetirse, próximamente sería yo el que estaría en un altar. Y no precisamente con él.

-Tal vez.- susurré al final, dándole una gran calada al cigarro y dejando que el humo me consuma por dentro aunque sea un poco.- pero nuestra historia fue especial, porque éramos unos adolescentes estupidos.- lo que dije le sacó una sonrisa. Hasta hace una semana no me hubiera imaginado que estaría aquí, hablando de esta forma tan amena con él.

Mi corazón me golpeó.

-¿La amas?-preguntó, casi como una súplica. ¿Qué se supone que tenía que responder?
Miré al contrario y no despegaba sus ojos verdes de mi persona. No podía responder, era verdad que no podía mentir cuando estaba frente a él.
Simplemente miré a otro lado e ignoré su pregunta.

-El amor es efímero.- respondí, divisando por el rabillo del ojo cómo el contrario tiraba su cigarrillo al suelo y lo apagaba vagamente con el pie.

-¿Crees que el nuestro lo fue?- su pregunta me sorprendió. No noté cuándo fue que quedamos tan juntos; el apenas medio metro que nos separaba no estaba ni cerca de ponerme nervioso. Inhalé nuevamente del cigarro sin dejar de mirarlo, y solté el humo en su rostro. Su mueca se transformó en una seria en cuanto nuestra conversación volvía a tornarse fría, seca.

-Nosotros nunca seremos efímeros.- se escapó de mis labios en un susurro, y no cabía decir que esas fueron palabras suficientes para sacarlo de sus casillas; el chico tomó con una mano el cigarrillo que yo sostenía y lo tiró al suelo bruscamente. Antes de que pudiera preguntarle qué mierdas le había sucedido, posó sus labios junto a los míos, logrando que yo chocase contra la pared siendo arremetido por su cuerpo.
Tardé un poco más esta vez en seguirle el beso, debido a que varias personas podían vernos aquí; pero al final no me importó en lo más mínimo y respondí al contacto como si con ello pudiera respirar nuevamente.
Enrollé mis brazos en su cuello cuando el chico metió su rodilla entre mis piernas e hizo presión. Jadeé.

-No te cases.- susurró sobre mis labios.
Centré mis ojos sobre los suyos y lo miré. Sentí tristeza, e iba a responderle que no, que jamás me casaría con nadie más que no fuera él, que por favor nunca me volviera a dejar solo y que a un lado de él la vida me pesaba menos, pero una voz me interrumpió entre mis palabras.

-¿Usted es el del discurso?- preguntó un Niño a un lado nuestro, su cabeza ladeada significaba confusión. Mis mejillas enrojecieron y me separé de Lavi casi como si quemara, mientras que el contrario frunció el ceño frustrado.

-Sí, soy yo.

-Lo están buscando.- Lavi asintió y se digno a seguirlo, no sin antes mirarme de manera rápida y sonreírme. Me sonrojé.

-Solo no lo pienses demasiado.- dijo.- pensar arruina la magia.

Cinco años.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora