5. LUZ AZUL

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Subió las escaleras de la finca cargada con todos los utensilios que necesitaba para sus clases de arte. Ese día había vuelto antes debido a la ausencia del profesor Bernard, que llevaba varios días sin asistir a L'Ecole aquejado de los achaques propios de la edad. Camino estaba deseando entrar al apartamento para poder desprenderse de los enseres y así poder descansar los brazos, que ya notaban el incipiente cansancio de transportarlos por media ciudad. Abrió la puerta y se fue directa al salón, donde se deshizo de ellos. Tras una breve parada en la cocina para beber agua, se dispuso a ver si Maite se encontraba en casa o había salido a realizar algún recado pendiente.

-¡¿Maite, estás en casa?!- la llamó alzando la voz.

No obtuvo respuesta, por lo que optó por ir a buscarla al estudio. Al aproximarse a la estancia, supo inmediatamente que se encontraba en ella, cuando la escuchó tararear alegremente, como siempre hacía casi sin darse cuenta. Se acercó lentamente y la descubrió pintando ataviada de su característica bata roja, y no pudo evitar sonreír al verla tan feliz.

-¿Qué estás pintando?- le preguntó asomándose a la puerta.

La morena se giró sorprendida al escuchar la voz de su joven amor.

-¿Estás aquí ya?, qué pronto has vuelto- le dijo con una sonrisa en la cara.

-Sí, el profesor Bernard ha vuelto a ausentarse- contestó entrando en la habitación y acercándose a ella.

Maite dejó el pincel en la mesita que tenía al lado del caballete que sostenía el lienzo que estaba pintando y se aproximó a darle la bienvenida a Camino.

-Así que monsieur Bernard sigue negándose a jubilarse- dijo después de darle un dulce beso en los labios a la castaña.

-Sí, parece que no quiere dar su brazo a torcer. Con lo aburridas que son sus clases- comentó poniendo los ojos en blanco.

-Puedo dar fe de ello- le dio la razón sonriendo de medio lado.

-¿También era así de soso cuando tú estudiabas?-.

-Sí y parece ser que su método de enseñanza no ha cambiado con el paso de los años-.

-Él es el ejemplo del profesor viejo, gordo y con los dedos manchados de pintura del que me hablaste cuando me ofreciste las clases- comentó mientras sujetaba con ambas manos las de Maite.

-Digamos, que pensé en él cuando te lo dije- contestó riéndose.

Camino sonrió con las palabras de la morena y se acercó aún más a ella.

-¿Me has echado de menos?- preguntó colocándole suavemente los brazos alrededor del cuello.

-Por supuesto, siempre te echo de menos- contestó cogiéndola de la cintura con ambas manos y mirándola a los ojos. -¿Y tú a mí?-.

-La verdad, es que solo un poco- dijo haciéndose la interesante y provocando la sonrisa de la pintora. -Y ¿en qué estás trabajando ahora?- interrogó lanzándole una fugaz mirada al lienzo que le quedaba justo enfrente.

-Pues estoy intentando reflejar la luz de esta época del año en diferentes lugares de París. Este en concreto, sería sobre la tour Eiffel, pero solo es un boceto como puedes observar- explicó girándose para mirarlo.

-Qué interesante, me encantará verlo cuando lo tengas terminado-.

-Serás la primera en verlo-.

-Bueno, te dejo que sigas pintando. No quiero ser una distracción- manifestó separándose lentamente de la morena.

-Tú no eres una distracción. Es más, disfruto mucho de tu compañía mientras pinto- contestó sonriendo de medio lado y cogiéndola de nuevo de la mano. -Además, iba a tomarme un descanso para beber una buena taza de té. ¿Me acompañas o tienes tareas pendientes de la escuela?-.

Amanecer en ParísDonde viven las historias. Descúbrelo ahora