6. EN ESTA VIDA O EN LA SIGUIENTE

752 41 117
                                    

La luz apenas entraba por la ventana cuando despertó empapada en sudor. Su respiración era agitada y su cuerpo temblaba ligeramente. No sabía qué hora era exactamente, pero debía ser de madrugada. Cuando tomó conciencia de dónde estaba, supo que había sido una pesadilla. La misma pesadilla que le había perseguido durante meses y que creía haber dejado atrás. Se frotó los ojos y se secó la frente con el dorso de sus manos. Respiró profundamente para recuperar el aliento y notó, que sus pulsaciones volvían a su ritmo normal y que su cuerpo se relajaba poco a poco. Cambió de postura girándose hacia su izquierda y la vio durmiendo plácidamente a su lado. Su visión le hizo recobrar la paz que minutos atrás había perdido a causa de ese maldito sueño. Aliviada, la observó con detenimiento, deleitándose en cada uno de los bellos rasgos de su rostro. Desde su pelo castaño, que le caía suavemente sobre los hombros, pasando por sus cejas y largas pestañas que acompañaban a sus hermosos ojos color avellana, y que cada vez que la miraban, iluminaban su mundo. Deteniéndose finalmente en sus preciosos labios carnosos, de los que ella tanto disfrutaba y hacía suyos cuando su joven amor la besaba. Verla descansar a su lado le hizo sonreír y sintió la urgente necesidad de abrazarla. Notar el calor de su cuerpo junto al suyo y rozar su delicada piel. Con cuidado de no despertarla, se acercó a ella suavemente, posando la cabeza entre su pecho y su cuello, y con los brazos la envolvió por completo. Cuando estuvo acomodada, cerró los ojos para intentar conciliar el sueño perdido.

-Maite, ¿qué hora es?- preguntó con la voz tomada por el sueño y moviéndose ligeramente.

-Es muy temprano aún. Sigue durmiendo, mi amor- le contestó en tono suave y acariciándole con delicadeza el hombro.

Camino tras las palabras de la morena, se acercó aún más a ella. Aproximó su rostro al suyo, que rozó con delicadeza y situó su brazo sobre su cintura, quedando ambas de frente. Maite, ante el movimiento de su joven amor, no pudo reprimirse y dejó un tierno beso en el cuello, haciendo que la castaña suspirara y le diera otro como respuesta en la comisura de su boca y la abrazara con más fuerza.

Así, unidas, permanecieron hasta que despuntó el alba y una nueva jornada se abrió paso.

                                             
  
-He hecho café, ¿quieres una taza?- interrogó Camino a la pintora mientras preparaba la mesa para el desayuno.

Maite que parecía perdida en sus pensamientos, no contestó.

-¡Maite!- la llamó alzando un poco la voz para que reaccionara. Y consiguió su objetivo, porque ésta la miró con gesto de sorpresa.

-Perdona, ¿qué has dicho?- respondió recobrando la atención.

-¿Que si quieres café?-.

-Sí, por favor- dijo con media sonrisa.

-¿Dónde tienes la mente?- comentó mientras le servía una taza de café.

-En ningún sitio. Es solo que no he dormido muy bien. Seguro que con el café consigo despejarme- hizo una breve pausa mientras cogía la taza que le acababa de servir. -Entonces, Sophie viene esta tarde, ¿no?- contestó cambiando de tema.

-Sí, sobre las cinco dijo que vendría-.

-A ver cómo se toma la noticia, aunque sabiendo cómo es ella, seguro que le entusiasmará- alegó con una sonrisa.

-Seguro que le va a encantar- correspondió con otra.

-Creo que ni se lo imagina-.

-Me muero por ver su cara- dijo en tono divertido.

Ambas rieron ante el comentario de la más joven.

-Como sea igual a la que pusiste tú- expresó mirándola de medio lado.

Amanecer en ParísDonde viven las historias. Descúbrelo ahora