8. UN AMOR EN LIBERTAD

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-¿Me puedes cerrar los corchetes del vestido?- preguntó Camino a la morena girándose y dándole la espalda.

-Claro- contestó la pintora acercándose a ella para ayudarla.

Uno a uno, fue cerrándolos con cuidado. Asegurándose con esmero que quedaran bien colocados mientras ambas permanecían frente al espejo que decoraba el centro de la alcoba. Cumplido el cometido, Maite aproximó su rostro y le dejó un dulce beso en el cuello, gesto que su joven amor correspondió rozando suavemente su cara con la de ella y acariciando su mano con la suya.

-Preciosa- le dijo después de girarla con delicadeza para mirarla y mostrarle su bella sonrisa.

La más joven le lanzó una mirada de complicidad.

-Maite, mi amor- hizo una breve pausa. -Anda, ven- le comentó con ternura y se acercó a ella. -¿No ves cómo te has puesto la camisa? La llevas mal abrochada-.

La morena se miró la blusa azul celeste y comenzó a reírse.

-Siempre me pasa lo mismo. Menos mal que me lo reviso antes de salir-.

Camino la desabotonó por completo para poder abrocharla correctamente. Mientras Maite, la observaba sin perder detalle alguno. Después colocó bien el cuello para que quedara perfecta.

-¿Sabes?, me encanta como te queda esta camisa- comentó cogiéndola de las manos.

-Tú, que me ves con buenos ojos- contestó la pintora en tono divertido.

Su joven amor la miró y tras sonreírle se acercó a ella.

-¿Cuándo te vas a dar cuenta de lo bella y especial que eres?- le dijo en tono suave.

Maite la observó como aquel día en su estudio de Acacias, cuando Camino le confesó la indiscreción de Rosina acerca de su pasado amoroso y tras acariciarle suavemente el rostro, le dio un dulce beso en los labios, gesto que respondió la más joven apretándola contra su cuerpo. Después de unos instantes, el sonido del timbre las sacó del íntimo momento.

-Debe de ser Sophie- expuso la castaña separándose lentamente.

-Ella siempre tan puntual- comentó la pintora con algo de resignación en la voz.

-Voy a abrir- contestó la más joven.

-Sí, vamos. No la hagamos esperar-.

Ambas abandonaron la habitación rumbo a la entrada del apartamento.

-Hola, Camino- saludó la francesa con su bonito acento. -¿Preparada para vivir la noche parisina?- preguntó en tono divertido.

-Hola, Sophie. Por supuesto- respondió sonriendo.

La escultora entró y se dirigió al salón seguida de la más joven.

-Maite, mon ami. ¿Tú también estás preparada para volver a rememorar los viejos tiempos?-.

-Claro- hizo una breve pausa. -Estoy deseando mostrárselo a Camino- contestó lanzándole una mirada a la castaña.

-Me muero de ganas de verlo. Y más, con todo lo que me ha contado Sophie- dijo mirando a la francesa con complicidad.

La pintora las observó y frunció el ceño extrañada por las palabras.

-¿Y se puede saber qué es lo que le has contado?- interrogó a su amiga cruzándose de brazos.

-Nada, mon ami. Sólo anécdotas inocentes de nuestras noches-.

-Pues, no voy a volver a dejaros a solas- comentó con fingido disgusto.

Amanecer en ParísDonde viven las historias. Descúbrelo ahora