Bakugo Katsuki

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7:00 am.

Cómo cada mañana, despertó temprano preparándose para salir de su cabaña e ir al pequeño pueblo.

Su rostro sin ningún tipo de emoción cargando entre sus manos una canasta, era lo único que destacaba.
Su cabello atado en una cola de caballo con un moñito negro se balanceaba con su caminar.

Su hogar estaba algo lejos del pueblo, pues a sus padres les agradó la idea de construir una cabaña en medio del bosque, el caminito que se formaba en el suelo daba paso hacia lo que sería un pueblo pequeño.

Amaba tanto a sus padres, antes de que murieran a manos de un oso.
La muerte era inevitable y natural.
Los perdió a la edad de catorce años.
Y los pueblerinos tras unas larga búsqueda encontraron al oso, para después matarlo.

Ellos eran su todo.
Lloró desconsoladamente en las tumbas improvisadas que les habían hecho (y digo improvisadas debido a que casi no se encontraron partes de los cuerpos de sus padres), se negaba a aceptar que murieron.

Lo único que le quedaba era la casa y lo que se encontraba dentro de ésta, también negó rotundamente la idea de abandonar todo por ir a vivir con la gente del pueblo.
Su madre desde que tenía memoria le enseñaba cómo hacer platillos sencillos, por si alguna vez lo necesitaba.
Le enseñó a coser, mantener la casa limpia, en sí no sería una inútil si vivía sola.

Con eso en mente, y lo sigue sosteniendo, desde aquel día ha vivido sola.
Y está bien para ella.

Aunque, obviamente para sobrevivir debe comprar alimentos, y para conseguir dinero, se las ingenió en conseguir un empleo no tan pesado para ella.
Un puesto de flores.

El dueño era sumamente amable.
Al pedir el trabajo le dijo sí, de manera inmediata.
Le agradece mucho, aún más ya que la paga ni es mucho ni muy poco, considerable para las necesidades de una chica de quince años.

Luego de caminar un rato, llega al pueblito, ve gente caminar, como alguno que otro señor va montando un caballo.
Como alguna señora o señorita va con canasta en mano al igual que ella.
Respira hondo y sigue su camino a lo que sería la florería donde trabaja, como toda jovencita hecha y derecha.

Respira hondo y sigue su camino a lo que sería la florería donde trabaja, como toda jovencita hecha y derecha

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Suspira por quién sabe cuántas veces más en el resto del día, vaya que fue un largo día.
Estas últimas semanas muchas jovencitas y jóvenes visitaban el puesto, y eso significaba más trabajo.

Lo único reconfortante era saber que tendría dinero.

La noche a llegado y con eso la hora de irse también, en el marco de la puerta agita su mano en dirección al señor que la mira con una sonrisa cansada.

—Nos vemos mañana.

El señor asiente con la cabeza y sale por fin, la noche es acompañada con aire frío, debió haber traído su abrigo.
A estas horas todavía puede comprar algo de comer, así que va a la tiendita más cercana.

Una tienda de pan, de sólo pensar en los ricos bolillos que hay ahí dentro o los panes dulces hacen rugir a su estómago y a su boca salivar.
De inmediato entra, al cabo de unos minutos sale con una gran bolsa de papel que contenía mucho pan; la bolsa no cabe en la canasta y aunque solo meta los panes igual no hay espacio
por lo que no ocupa la canasta, al menos no ahora, si no mal recuerda que la verdulería está a punto de cerrar, y antes de que eso suceda debe comprar aunque sea unas manzanas y unos plátanos.
Oh, pero también había llegado a ver unos pedazos de carne que la tentaban a comprarlos.

Iba a ser una larga noche...

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Con su canasta algo pesada y las manos llenas, cerca de las diez de la noche iba a mitad del camino a casa.

—No me arrepiento de haber gastado todo mi dinero en esto.

Dijo con orgullo, sonriendo un poco, ella ahora ya no sonríe como lo hacía antes, por lo que verla hacer eso es un poco raro.
El viento soplaba alborotando su cabello, hacía mucho frío y debía apresurarse para llegar a casa.
Escuchó como se movían algunos arbustos, no le preocupó tanto ya que pensaba que era el viento.
Luego escuchó pisadas, es ahí donde se detuvo y miró a todas partes algo asustada.

—¿Hola? ¿Hay alguien ahí?

Silencio.

De nuevo escucho las pisadas, eso daba miedo, comenzó a caminar más rápido pero..

—¡Raw!

—¡AH!— en frente de ella saltó un niñito intentando rugir, por instinto se hizo para atrás

Sin embargo se agitó demasiado y dejó caer un pequeño pan al suelo.
Antes de que cayera al suelo el niño vio el delicioso postre y de inmediato fue a atraparlo, dando algunos giros de paso.
Escuchaba como devoraba el pan como si no hubiera comido en días.

Tal vez si me voy lentamente...

Caminó despacio pero parecía que la suerte no estaba de su lado, pues al dar un paso, se oyó el crugir de una rama, llamando la atención del niño.

Se quedó aún más sorprendida ya que de su cabeza sobresalían orejas de un...

—U-Un... ¿Lobo?— susurró.

Él la escuchó, soltando un gruñido.

—Oye...— la llamó—¿T-Tienes más...?

Pregunto, era cierto que le daba mucho miedo, porque, ¡Vamos!
No vas caminando tranquilamente y que casualmente te encuentras con un híbrido de lobo, ¿Verdad? ¡No!

¿Qué tal si la atacaba?
Pero era un niño, no podía contra los niños, además no sabía cuánto tiempo llevaba ese chico sin comer.
Asintió lentamente, ya le importaba un carajo si le hacía daño.

Se acercó a paso lento dejando la canasta en el suelo, metiendo la mano en la bolsa con pan y de ahí saco uno de dulce.
Extendió su mano esperando a que éste tomara la comida.

Algo dudoso la tomó y lo olió.

Delicioso, se le hizo agua la boca.
Comenzó a comerlo pero está vez con más tranquilidad.
_____ lo observaba comer, aparte notaba que su colita se meneaba de un lado a otro
Clavó su mirada en ella y frunció el ceño.

—¿Qué tanto me miras?

Quizás fue muy afortunada en encontrarlo.

—Na-Nada...

Por lo que podía presenciar, ese niño sería un caso difícil y le traería muchos problemas.

Por lo que podía presenciar, ese niño sería un caso difícil y le traería muchos problemas

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ℍ𝕚́𝕓𝕣𝕚𝕕𝕠𝕤.  [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora