Las cosas no estaban bien, pero cuando decían que siempre se puede estar peor no se equivocaban.
Su huida parecía perfecta pero no contó con las cámaras de seguridad de la gasolinera en donde estacionó, y una hora de viaje después la policía la había interceptado en una bifurcación, internarse en el bosque había sido una buena opción de huida, pero el hecho de que empezase a llover no la estaba favoreciendo en nada.
Había logrado perderlos al fin, se oculto entre la maleza de un camino empedrado y sin asfalto, pero cuando a sus oídos llegó el sonido de las patrullas no tuvo más opción que acelerar, lo que no estaba en sus planes era una rueda pinchada, más bien, su rueda pinchada, así como no calculo la probabilidad de que a su derecha hubiese un barranco; una caída libre de más de 30 metros de altura, una muerte seguro.
Así que cuando el auto callo no pudo hacer más que cerrar los ojos, desear algo de suerte y esperar su trágico final.
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Para cuando la policía encontró el auto este ardía en llamas, unas flamas tan candente que ni el torrencial que estaba cayendo lograban apaciguar, las peritos encontraron un cuerpo completamente calcinado e irreconocible, a su lado la tarjeta de identificación y el pasaporte de Amelia Bustamant, unas tarjetas de crédito y lo que quedaba de una bolsas de compras hechas en una gasolinera de la avenida, absolutamente nada más y completamente todas las pruebas necesarias para declarar a la joven muerta.
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Los meses tras el informe de la muerte de Amy corrieron a una velocidad increíble y las cosas cambiaron mucho, siempre para mejor, pareciera que los problemas se habían resuelto y ya no había de que preocuparse.
A Mario se le condenó a 30 años (sin derecho a fianza) por intento de homicidio premeditado, y fue enviado a una prisión de máxima seguridad.Lo que fue realmente extraño es que a los pocos días de ingresar a la cárcel le llegó un paquete de procedencia desconocida, con él que venía una nota:
Espero que tu estancia allí sea tranquila, te agradezco la advertencia y prometo esperarte en el paraíso.
Atte: B.A
Nadie supo nunca quien la enviaba pero no es que importará mucho ya que la felicidad los embriagaba a todos, Edward había viajado a Dubái y se encargaba de la nueva sucursal, el negocio iba viento en popa, todo estaba tranquilo y dando excelentes ganancias, él se sentía más tranquilo y relajado que antes, se sentía en paz consigo mismo.
Por otro lado Derek y Bella no podían estar más felices, cuando su abuelo y María descubrieron que esperaban un bebé y que el embarazo era de riesgo decidieron que debían mudarse inmediatamente a su casa por lo menos hasta que pasarán los meses de peligro, lo que no esperaban era que Derek prácticamente dejará de trabajar para estar pendiente de las necesidades de Bella, eso y que el pobre apenas pudiese dormir por los inusuales antojos de su esposa a altas horas de la madrugada, por lo que el abuelo se encargaría de la empresa hasta que naciera el bebé, o bueno, los bebés ya que en la última ecografía les habían revelado que esperaban mellizos al parecer una niña y un niño.
Los hermanos de Bella siempre la iban a visitar y le hacían compañía en las tardes, mientras le mostraban lo que aprendían en la escuela.
Por otro lado los padres de Bella desbordaban amor y le brindaban todo el cariño que los años alejados les había prohibido, Julia la cuidaba y le hacía compañía, incluso había tenido una pequeña discusión con el abuelo debido a donde debía quedarse Bella en los meses de riesgo, pero decidido que aunque no podía vivir con ella esos meses no sé los perdería así como tampoco los años venideros y junto a su esposo la visitaban todos los días.
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-Derek, Derek, ¡Derek! - lo llamo Bella por tercera vez, en ese momento se despertó sobresaltado
-Que sucede, otro antojo - dijo mientras miraba el reloj que marcaba las 3:30 de la madrugada
-Sí, queremos comer helado de fresa con chocolate, nueces y almendras- le respondió mientras hacía un tierno puchero, Derek se levantó y mientras llegaba a la puerta Bella le volvió a decir - también quiero uno de esos pasteles que trajo mamá en la tarde - agrego con una sonrisa.
-Ok, no demoro - y justo cuando iba a cerrar la puerta.
-Ah, casi lo olvido, hay una nutella que me hace agua la boca, podría traerla también - con los ojos medio cerrados Derek asintió con la cabeza y se dirigió escaleras abajo hasta la cocina de la casa, aunque estaba medio dormido lo cierto es que disfrutaba de ver a Bella comer con tanta felicidad.
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Después de unos minutos y entre malabares Derek llegó a la habitación donde lo esperaba su dulce esposa, la cual pasado unos minutos devoró todo lo que había pedido y se disponía a dormir otra vez. Hasta que:
-Amor - dijo cariñosamente
-Hmm, ¿tienes otro antojo? - pregunto con una sonrisa, ya que después de todo se le hacía graciosa la situación.
-Nop, solo te quería decir que te amo y me alegra que estemos juntos a pesar de todo, cuando pensé que iba a morir, lo que más me preocupo fue dejarte solo, y ahora que sé que todo está bien y tendremos a nuestros bebés... - hizo una pausa - me alegro mucho, me alegro de haberte dado una familia y de que ya no vas a estar solo nunca más, también de haber firmado aquel contrato, te amo mucho - dijo y le beso la mejilla, cuando se alejó para verle el rostro se sonrojo al verlo sonriendo y entonces él le respondió.
- Yo también estoy feliz de tenerte en mi vida, después de todo yo nunca me equivoco - al ver la duda reflejada en el rostro de Isabella añadió - no me equivoqué al elegirte, porque tú eres perfecta para ser la esposa de este millonario.
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una Esposa para el Millonario
RomanceIsabella es una chica pobre, su vida nunca ha sido fácil, ella debe cuidar a sus hermanos pequeños y alimentarlos, además de pagar las deudas de su hermano mayor en ausencia de este. Derek , a pesar de manejar toda la economía familiar y las empresa...