capítulo IV

7.2K 424 11
                                    

La noche siguiente para la cena con los Snowden Isabella uso un precioso vestido color vino que le llegaba cuatro dedos por encima de las rodillas y unos zapatos de tacón alto color negro.
Cuando se miro al espejo antes de salir de casa se dijo a si misma que lucía preciosa y se dió ánimos para en algún momento de esa noche hablar con Dereck acerca de sus hermanos.

Al llegar a la hermosa mansión de estilo victoriano y hermosos jardines fueron recibidos por las padres de Edward, los esposos Snowden y su hijo.

- ¡Oh por dios! - exclamo la señora de cabellos rubios y ojos verdes, mientras de tapaba la boca y la miraba fijamente - pero si eres preciosa, mi nombre es Julia y el es mi esposo Maximiliano, somos los padres de Edward - se presentó con una sonrisa mientras le tomaba las manos.
Por alguna extraña razón cuando sus manos hicieron contacto Bella lo sintió familiar, como si hubiese esperado por ello toda la vida.
- Mi nombre es Isabella - le dijo con una sonrisa mientras que Julia enmedio de la emoción le dió un cálido y fuerte abrazo.

Porque Bella no lo sabía pero para la otra mujer aquel abrazo significaba mucho.

- Julia, tranquilízate o asustas a la muchacha - le dijo su esposo mientras miraba a las dos mujeres abrazarse con una sonrisa.

La cena transcurrío de manera excelente, Julia fue increíblemente atenta con ella y Maximiliano había asombrado a todos cuando contrario a su carácter habitual, estuvo sonriendo y conversando toda la noche.
Luego del postre el señor Snowden y Dereck se dirigieron al despacho del primero para hablar acerca de algunos negocios que tenían en común y mientras Isabella se quedó apreciando los hermosos cuadros y pinturas que adornaban las paredes de la casa.

- Que hermosas niñitas - dijo mientras se detenía a ver un retrato de dos bebes, en la foto se podía apreciar a un bebé de alrededor de tres años y otro un poco más grande, como de cinco o seis años. - se ven tan graciosas - y luego se rió bajito.
- Oh no querida - le dijo Julia que había llegado a su lado, sonriendo - ese de la foto es Edward.
- ¿Edward? - dijo Bella asombrada
- Si, cuado lo tuve pensamos que sería niña así que compramos muchas cosas rosa, luego resulto no serlo, pero aún así, aveces lo peinaba de esa manera, la verdad es que odiaba que le cortacen el cabello. - le relato con una sonrisa.
- Se ve adorable vestido así, ¿pero, quien es el otro bebé?
Entonces se hizo un silencio incómodo, mientras que los ojos de Julia se nublaban un poco.
- Disculpa - dijo Bella - su es algo privado...
- No, no querida, la verdad es que me hará bien hablar de ello - hizo una pausa - esa pequeña es la hermana de Edward, se llamaba igual a ti, Isabella, mi pequeña Isabella - hizo una pausa - puede que por eso allá reaccionado de esa manera al conocerte, cuando te veo me imagino todo lo que ella podría haber sido, veo a la hermosa mujer en la que mi hija se hubiese convertido y me alegra a la vez que entristece - hizo una pausa - esa foto, fue la última que les tomamos juntos, solo tenía tres años cuando fue secuestrada por su niñera. La buscamos por todas partes durante años, contratamos a los mejores detectives pero jamás la encontramos, Edward era muy pequeño como para recordarlo pero para ese entonces, se despertaba cada noche buscándola, tuvimos que mudarnos de casa y llevarlo al psicólogo, la quería demasiado. Todos los hacíamos, jamás hemos podido superarlo - le dijo mientras lloraba a su lado, Isabella no sabía que decir, así que solo la abrazo.

Luego de unos minutos las lágrimas cesaron.
- Gracias por escucharme, aveces es difícil hablar de esto con Maximiliano. Se que él sufre cada día desde que la perdimos.
- Gracias a ti por confiar en mi y contarme, me alegra que halla conversado conmigo. - Julia le regaló una sonrisa y dijo:

- Iré al tocador un minuto, espérame aquí y tomaremos unos refrescos.
- Está bien, esperaré. - fue toda su respuesta.

Issa observó a Julia desaparecer por el pasillo que daba al baño y decidió salir a la terraza a tomar un poco el aire mientras la esperaba, al mirar al cielo y ver todas aquellas estrellas se pregunto ¿por qué unas personas tan buenas debían de pasar por algo así? y se dijo a si misma que era cierto que el dinero no daba la felicidad.

Y viéndose allí en aquella casa de ensueño, con esas personas maravillosas y aquel vestido elegante se pregunto, si el destino le hubiese permitido conocer a Julia y Maximiliano si nunca se hubiese encontrado con Dereck.
Se sentía y veía como una princesa, lo sabía, se lo había estado repitiendo bajito durante horas frente al espejo, pero aún así, no sabía porque desde que llegó a aquella casa sentía el corazón tan oprimido, se sentía como si algo le faltará.

- Esta hermosa la noche ¿no crees? - escucho la voz de Edward a sus espaldas.
- ¿¡Edward!? - exclamo mientras se giraba hacia él. Entonces lo vio sonreír y continuo - si, la noche es preciosa
- Aunque no más que tú - dijo mientras se acercaba a ella
- Qu...que dices - se estaba empezando a poner nerviosa, y entonces él la tomo de la mano y la pego a su cuerpo.
- Isabella, eres... eres increíble y cada vez que te veo, siento está cosa rara en el corazón, por las noches no paro de pensar en ti y lo que más deseo es besarte, sueño con abrazarte y acerté mía, yo... - pero era como si su mente se hubiese desconectado y no escuchase nada más, él la estaba mirando, la estaba abrazando y sus palabras...
Ella estaba completamente ida, no lo podía creer, pero entonces se dió cuenta de que no podía.

Lo deseaba, sí, pero no podía. Aunque no quisiera, había hecho un trato con Dereck, le había prometido algo y estaba dispuesta a cumplir.

Las palabras de Edward eran sin lugar a dudas perfectas, lo que estaba incorrecto era el momento en que las decía.

Su corazón y su cabeza estaban en conflicto, mientras una le decía “ve a por él, es el chico que te gusta, está ahí confesándose y a punto de besarte, solo hazlo” la otra le recordaba “hiciste un trato con Dereck, debes respetarlo y cumplir tu palabra”.
Se sentía horrible y no sabía que hacer, dios, estaba en un conflicto consigo misma y escuchar, ya fuera a su cabeza o a su corazón cada vez se le hacía más difíciles. Edward estaba a punto de besarla y no sabía que hacer.

Era tan complicado decidirse cuando él la miraba tan intensamente que sentía sus mejillas arder y su pecho doler. Necesitaba hacer algo pronto, antes de que fuese demasiado tarde.

una Esposa para el Millonario Donde viven las historias. Descúbrelo ahora