05. A Max le gustan tus peritas.

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𝖍𝖔𝖈𝖚𝖘 𝖕𝖔𝖈𝖚𝖘 

CAPÍTULO CINCO


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Dos cabezas se asomaron por una de las más lujosas puertas del barrio. Siendo estos dos hermanos.— ¡Truco o trato!— chillaron, esperando a que alguien les respondiera.

      — ¡El premio gordo!— chilló la niña al ver el caldero de plástico lleno de chuches en la entrada. Haciéndole brillar los ojos como si hubiera encontrado oro.

Alisson, que bajaba las escaleras junto con su amiga ojiazul, levantó una ceja y le tocó el codo a su amiga.— Mira quién hay ahí.— dijo, señalando a la entrada de su casa.

Agatha alzó la vista y lo encontró ahí, junto a una niña que se parecía a él, y con gracia se apoyó en la escalera. Sonriendo coquetamente.— Max Dennison.— lo llamó.

      — Agatha.— pronunció, alzando la vista y quitándose la gorra que llevaba.

Deni alzó una ceja y miró con diversión a su hermano.— Oh, Agatha...

      — Creí que no te gustaba Halloween.— habló ella una vez que se acercó al chico.

Max se encogió de hombros.— Y no me gusta, pero tengo que acompañar a mi hermana Dani.

Alisson sonrió para los hermanos.— Qué encanto.

      — Siempre lo hago.—aclaró él.

      — Mis padres lo obligaron.— recordó ahora su hermana, siendo empujada por Max.

Agatha río por esa pequeña pelea de hermanos y se quedó con una sonrisa.— ¿Queréis sidra?— preguntó a ambos.

      — No.

      — Si.— respondieron ambos hermanos a la vez.

Ahora, fue el turno de Alisson, que negando, cruzó la sala de estar y fue a por unos vasos.

      — ¿Qué tal la fiesta?— preguntó el chico.

      — Aburrida,— contestó la joven mientras bufaba.— són amigos de nuestros padres. La organizan cada año.

Alisson volvió del comedor y le dio a cada uno su baso de cartón, y con su codo, se señaló a si misma y a la joven ojiazul.— Nosotras nos encargamos de los dulces.

Un ruido se escuchó desde la puerta, y Agatha, que era la que más cerca estaba fue la pimera en ver que habían niños esperando por unas cuches.— Un momento.— dijo, antes de ir hacia el calero y coger las chucherías con su puño, mirando a los niños en la entrada.

Un curioso grupo de cazafantasmas. 

La chica colocó dulces en cada una de sus cestas decoradas, y con gracia, dobló sus brazos ante su vestido azul al estilo victoriano.— ¿Porqué hay dos Venkmans?— preguntó al grupo.

El niño de tiernos rizos fue el único en hablar y cuando le sonrío a ella, vió como algunos de sus dientes faltaban.— Hemoz tenido un pequeño problema de comunicazión.— habló con un tono adorable.

      — Entiendo.— asintió, dándose la vuelta hacia el caldero, agarrando varias figuritas de azúcar con forma de monstruo de Dragones y Mazmorras y los dejó caer en las bolsas de todos ellos, causándoles una sonrisa a los cuatro.— De regalo.—dijo, guiñándoles un ojo.

      — Graziaz.— habló de nuevo el niño, despidiéndose.

Agatha volvió con los chicos y le tocó con suavidad el hombro a la niña.— Por cierto, Dani. Me encanta tú disfraz.— la halagó.

      — A mí también me gusta el tuyo.— le respondió.— Claro que, yo no me puedo poner nada de eso.— gesticuló.— Porqué no tengo... ¿Como las llamas Max?— preguntó.— ¿Peritas?— dijo, ahora haciendo que su hermana echara toda la sidra que había bebido de nuevo al vaso.— A Max le gustan tus peritas, de hecho... le encantan.

Alisson subió sus cejas mirando con risa a su amiga que había acabado con colores en sus mejillas.— A mí me encantan las brujas.— dijo, quitándole hierro al asunto.

      — ¡A mí también!— respondió la niña.— Hoy en el cole nos han hablado de esas hermanas.

      — ¿Te refieres a las hermanas Sanderson? Lo sé todo sobre ellas. Mi madre dirigía el museo.

      — ¿Hay un museo?

Agatha vió su oportunidad y la aprovechó, y a paso lento, se fue acercando a la niña.— Si pero lo cerraron porque... pasaron muchas cosas misteriosas en él.— susurró.

      — ¿Porqué no vamos a la vieja casa Sanderson?— preguntó de golpe Max, haciendo que todos lo miraran.— Vamos,— animó, mirando a Agatha.— conviérteme en un creyente.

Bradbury miró a su amiga mientras se mordía el labio con duda, y Alisson, con una sonrisa y un movimiento de cabeza, le dio a entender que debía ir con él. Ella miró al suelo y volvió hacia el chico, asintiendo mientras agarraba la mano de su amiga.— Vale, no nos echarán de menos de todos modos.— dijo, causándole una risa al chico.

Y Max se quedó ahí, mirando a la esclera esperando a que ella bajara para poder hacer realidad posiblemente la idea más estúpida del mundo.











𝖍𝖔𝖈𝖚𝖘 𝖕𝖔𝖈𝖚𝖘 | max dennisonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora