Capítulo Cuatro.

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Una vez terminé de bailar, bajé del escenario, tomaría un descanso por unos minutos antes de subir otra vez. Me acerqué a la barra, allí estaba Ivonne, tomándose una botella de agua.

—Creí que estarías en la zona VIP —le dije, sentándome junto a ella.

—Fui de las primeras en bailar, tendré un par de minutos libres, ¿Cómo te fue anoche con El Rubio? No tuve tiempo de preguntarte.

—Espero que bien, hablaré con él la próxima semana.

—¿Qué le dijiste? —Ivonne pegó la botella a sus labios, iba a responderle, pero ella se me adelantó—. Te están mirando.

Sus ojos apuntaban hacia arriba, me contuve para no mirar de inmediato.

—¿Quién?

—¿Tú quién crees? Pero no está solo, él y otro más te están mirando fijamente.

—Imagino que está considerando sí me llevará con su jefe o no.

—O quizás está pensando sí te va a desaparecer de la faz de la tierra.

—Ivonne, no seas pesimista y exagerada.

—No podré decir que te lo dije porque entonces estarás muerta, pero ten mucho cuidado... probablemente te estén siguiendo.

—Soy escurridiza.

Ivonne casi escupe su agua por andar riéndose.

Rodeé los ojos, en el proceso, los mantuve arriba, hacia el cristal.

El Rubio y su amigo sostenían un vaso en la mano, ambos me miraban, y no pude evitar preguntarme en cómo se sentirían al estar ahí arriba, la forma despectiva en la que miraban lo decía todo. Le guiñé un ojo al Rubio. No me iba a dejar intimidar por él, no externamente.

—Emma.

Giré sobre la silla.

—Tu papá está haciendo un escándalo en el callejón —avisó Tatiana, dándose un masaje en la sien derecha—, ¿Podrías hacer que se vaya? Los de seguridad ya se hubieran encargado de él, pero es tu padre y no quiero tener ningún inconveniente contigo.

Me levanté enseguida y comencé a caminar, crucé la puerta que daba con el pasillo a los camerinos y a otras habitaciones, tenía que dirigirme a la puerta al final del pasillo.

Los tacones de Tatiana resonaban detrás de mí.

—Tienes que pedirle que deje de venir aquí, sí mi hermano se entera de esto, se va a enojar muchísimo.

—Lo siento mucho —me detuve a mitad del pasillo—, sabes que no puedo controlarlo.

—Yo no podré controlar a Tony cuando descubra que de vez en cuando tu papá se aparece por aquí, sí un día entra por la puerta principal y arma un escándalo...

—Lo sé, intentaré que eso no suceda.

—Dijiste que ibas a encargarte de que no se apareciera por aquí nunca más. Solo dale lo que quiere, te doy cinco minutos como máximo para que se vaya de aquí y eso ya es demasiado. O haces que se vaya o llamo a los guardias.

Tatiana desapareció, abriendo la puerta del cuarto de seguridad.

Miré al fondo del pasillo.

Tenía que darle lo que quería... y él quería dinero.

Primero debía ir a mi casillero.

—Tienes que dejar de venir aquí o Tatiana va a despedirme.

Reflejada En Los Ojos de la Bestia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora