Bajé los escalones del restaurante, parte del personal recogía las mesas, yo ya había terminado con mis deberes.
Estuve algunos dos o tres minutos junto a las escaleras esperando ver a mi hermano o a Francisco, hasta que vi un carro descapotable acercándose con la música a todo volumen.
Francisco se detuvo frente al restaurante.
—¿Qué pasó muñeca? ¿Impresionada? —dijo, bajándose un poco las gafas de sol que llevaba.
—¿De quién es este auto? —cuestioné, acercándome.
—Por hoy es nuestro —respondió él.
—Tiene que ser una broma.
—Solo se vive una vez, súbete —mi hermano bajó del auto e inclinó el asiento del copiloto para que yo pudiera pasar.
—¿Y sí tenemos un accidente? Podrían despedir a Francisco...
—¿El auto es tuyo? No ¿Tendremos un accidente? Es posible pero no, ¿Te despedirán a ti? No. Súbete y disfruta —Francisco arqueaba las cejas mientras me miraba por encima de sus gafas.
Me subí al asiento trasero y dejé mi bolso junto a mí.
—Esto es una mala idea.
—¿Y cómo querías ir a la playa? ¿A pie? —Francisco aceleró una vez mi hermano estuvo dentro del coche.
—No esperaba ir en uno de los autos del taller, eso es todo.
—No tienes auto, Jere tampoco y yo mucho menos, ¿En qué esperabas ir?
—Pudiste alquilar uno.
—Acordamos que los iba a llevar a la playa, no en qué. Da igual, ya me lo robé, digo, ya lo pedí prestado —subió el volumen de la música y aumentó la velocidad.
Ni siquiera se me ocurrió que usaría uno de los autos de sus clientes, era de esperarse, mayormente se trasladaba en autos "prestados" y nunca había tenido un accidente en ellos, no sé si eso era suerte.
La playa quedaba a algunos cuarenta minutos, llegamos pronto porque al calvo no le importaba ir a alta velocidad.
No había mucha gente, el sol se estaba poniendo y sus tonalidades naranjas y amarillentas iluminaban parte del cielo.
Solté mi cabello trenzado y me quité el vestido ancho de girasoles que me coloqué minutos antes de salir del trabajo.
Mi hermano se quitaba a toda prisa su camiseta y sus jeans para salir corriendo hacia el mar. Jeremiah me hacía sentir como la hermana mayor, su comportamiento infantil y su sonrisa de niño bueno me hacía sentir de esa manera.
—¿En qué piensas? —Francisco estaba a mi lado, me fijé en que analizaba todo mi rostro.
—En nada —tiré mi vestido al suelo e imité a mi hermano.
Salí corriendo, arrugando el rostro cuando las olas violentas del mar impactaban contra mi cuerpo, y cerré los ojos al hundirme en el agua.
Jeremiah y yo jugamos, salpicándonos uno al otro, él me cargaba en sus brazos y me lanzaba lejos, mis chillidos provocaban sus risas pegajosas, yo intentaba hundirlo en el agua, pero él era resistente, terminaba obligándome a tragar agua. De niños fuimos muy pocas veces a la playa, lo hacíamos antes de que mamá se fuera de la casa, fuimos obligados a dejar de disfrutar de nuestra niñez para cumplir los caprichos de nuestro padre.
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Reflejada En Los Ojos de la Bestia.
Teen FictionEmma tenía que elegir, ¿Debía salvarlo? O ¿Debería tomar la oportunidad para escapar? No importaba su decisión. La Bestia saldría ganando.