Capítulo Nueve.

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—Necesito una prueba de que eres tú —me atreví a decir.

Quizás querían verme la cara de estúpida, y lo era, claro estaba, todo tenía un límite. Yo no podía dejarme engañar fácilmente.

Tenía que ser hábil para alejar a mi hermano de aquella red.

—Yo soy quien necesita estar seguro de que no me estás mintiendo —colocó un mechón de mi cabello detrás de mi oreja, fue una acción simple que no esperaba, casi huyo de su tacto—. Aseguraste desde un principio que alguien quería hacer negocios conmigo, ¿No? Y por lo que he visto... no creo que sea cierto.

—Estoy trabajando con alguien que prefiere estar en el anonimato. Estoy dispuesta a dar detalles cuando hable con tu jefe —intenté levantarme, pero me aferró con fuerza a sus muslos, sosteniéndome por la cadera con una sola mano.

—Emma, te va bien con tu doble vida...

Desconcertada, me puse de pie, él no intentó detenerme esa vez.

Conocía mi nombre, sabía de mi otro trabajo y donde vivía.

Mi estomagó se revolvió.

—Y te hubiera creído la historia esa de que trabajas con alguien importante —continuó con cierta burla—, de no ser porque mi gente te ha estado siguiendo.

Pasé saliva. Tenía la garganta seca.

Se levantó de la silla, pensé en retroceder porque había muy poca distancia entre nosotros, pero, no tendría sentido hacerlo, no habría escapatoria sí el quisiera atraparme.

Permanecí en mi lugar como estatua, mi pecho subía y bajaba, y mis ojos se elevaron un poco para verlo directo a los suyos, tenía una figura alta, intimidante.

—Estaba intrigado —dio un paso, cortando la poca distancia entre nosotros, sus nudillos se deslizaron por mi pómulo izquierdo con una tortuosa lentitud—, al final tuve que reconocer que no tienes nada que ofrecerme en cuanto a negocios.

Dejó de tocarme, y sentí alivio.

—Dale mis saludos a tu hermano, está haciendo un buen trabajo —así fue como se despidió.

Al pasar junto a mí, dejó su suave colonia en mi nariz.

Odié el aroma. Lo odié a él. Odié que me haya quedado sin nada tan pronto, odié no haber sido más astuta.

¿Qué debía hacer?

Miré por encima de mi hombro.

Él se había ido, sin embargo, mi esperanza continuaba conmigo.

Las cosas no iban a quedarse de esa manera.


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Reflejada En Los Ojos de la Bestia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora