Capitulo 7 : Regreso a Hogwarts

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El final del verano llegó más rápido de lo que Harry habría querido. Estaba deseando volver a Hogwarts, pero por otro lado, el mes que había pasado en La Madriguera había sido el más feliz de su vida. Le resultaba difícil no sentir envidia de Ron cuando pensaba en los Dursley y en la bienvenida que le darían cuando volviera a Privet Drive.

Harry en este momento, de pura casualidad, se encontraba escuchando un conversacion privada pero no tan privada por su culpa. Pudo observar a través de la pequeña rendija al señor Weasley hablando con semblante serio con una persona que no lograba ver y a la señora Weasley preparando café.

—No sé que hacer, Papá —la persona restante era Charlie— ¿La llamo?

—Nosotros opinamos que deberías llamarla y arreglar sus problemas de pareja dejando aparte el asunto de Claire —Decía la señora Weasley. Harry al oír el nombre de Claire frunció el ceño. ¿Claire? ¿Que tenía que ver ella en todo esto?

—¿Creen que haya cambiado el teléfono?

—La gente no cambia frecuentemente de teléfono, Charlie —explicó Arthur.

Harry no entendía nada, había llegado a escuchar la mitad de la historia y eso significaba que no debía suponer nada. Dejó de escuchar ya que oyó a Charlie decir que se levantaría y huyó.

La última noche, la señora Weasley hizo aparecer, por medio de un conjuro, una cena suntuosa que incluía todos los manjares favoritos de Harry y que terminó con un suculento pudín de melaza. Fred y George redondearon la noche con una exhibición de las bengalas del doctor Filibuster, y llenaron la cocina con chispas azules y rojas que rebotaban del techo a las paredes durante al menos media hora. Después de esto, llegó el momento de tomar una última taza de chocolate caliente e ir a la cama.

En la noche, los pensamientos invadieron su cerebro y comenzó a repasar las palabras de Charlie aquella noche. Pensó y pensó pero no encontró nada más que el cabello cobrizo, que uniera a Charlie y Claire.

A la mañana siguiente, les llevó mucho rato ponerse en marcha. Se levantaron con el canto del gallo, pero parecia que quedaban muchas cosas por preparar. La señora Weasley, de mal humor, iba de aquí para allá como una exhalación, buscando tan pronto unos calcetines como una pluma. Algunos chocaban en las escaleras, medio vestidos, sosteniendo en la mano un trozo de tostada, y el señor Weasley, al llevar el baúl de Ginny al coche a través del patio, casi se rompe el cuello cuando tropezó con una gallina despistada.

A Harry no le entraba en la cabeza que ocho personas, seis baules grandes, dos lechuzas y una rata pudieran caber en un pequeño Ford Anglia. Claro que no había contado con las prestaciones especiales que le había añadido el señor Weasley.

-No le digas a Molly ni media palabra- susurró a Harry al abrir el maletero y enseñarle cómo lo había ensanchado mágicamente para que pudieran caber los baúles con toda facilidad.

Cuando por fin estuvieron todos en el coche, la señora Weasley echo un vistazo al asiento trasero, en el que Harry, Ron, Fred, George y Percy estaban confortablemente sentados, unos al lado de otros, y dijo: -Los muggles saben más de lo que parece, ¿verdad?- Ella y Ginny iban en el asiento delantero, que había sido alargado hasta tal punto que parecía un banco del parque. -Quiero decir que desde fuera uno nunca diría que el coche es tan espacioso, ¿verdad?-

El señor Weasley arrancó el coche y salieron del patio. Harry se volvió para echar una última mirada a la casa. Apenas le había dado tiempo a preguntarse cuándo volvería a verla, cuando tuvieron que dar la vuelta, porque a George se le había olvidado su caja de bengalas del doctor Filibuster. Cinco minutos después, el coche tuvo que detenerse en el corral para que Fred pudiera entrar a coger su escoba. Y cuando ya estaban en la autopista, Ginny gritó que se había olvidado su diario y tuvieron que retroceder otra vez. Cuando Ginny subió al coche, después de recoger el diario, llevaban muchísimo retraso y los ánimos estaban alterados.

THE MIRACLE; La verdad [HARRY J. POTTER]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora