[Canto III]

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En los días melancólicos, cuando los dioses creaban y eran adorados, nació ella. Como un mar turbulento emergió del caos, con la fuerza de una estrella y con la rapidez de un corcel, los astros admiraban al sol neonato.

Ella viraba sin destino, él destruía mundos con su mirada. Los dos soportaban la levedad del orden y el placer de lo desconocido.

Ambos tendrían su encuentro y en ese mismo lugar cavarían su sepulcro.

Ella, abrasando el alma del corrompido dios. Él, aguardando la llegada de su amada en el silencio.

Sonata de un InviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora