[Canto IX]

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Orientados por las constelaciones que sólo fulguraban ante el espectáculo de amor infinito que desprendían los dos seres: una estrella nacida del caos y un humano ascendido a dios, retozaban entre aquel paraíso olvidado por los dioses.

Entonaban su promesa que se perpetuaría con el líquido vital emanado por el astro y perjurado por la muerte. Ambos amarían hasta el final y su voto se escribiría entre lo más preciado de la existencia.

Las palabras inaudibles nacían de su boca, Melancolía desaparecía de ellos mientras reinaba la tranquilidad que precedía a la perpetuidad de su amor, y que sería juicio y perdición de ambos, condenados a amarse en la lejanía, enlazados sólo por el Compromiso Eterno que sellarían con su juramento.

La pradera, primer lugar que visitarían tomados de la mano en el límite de la creación, digna de sentir la tez de la musa, de escuchar el cántico del sol. Mientras todo envuelto en tinieblas enmudecía de asombro por la luz de esa unión producto de la casualidad.

En la lejanía del horizonte, donde nacían las estrellas; bajo la acacia testigo del encuentro de ambos seres, era diseminada la sangre futura de la traición que, provocaría la perdida del inacabable afecto de los amantes.

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⏰ Última actualización: Feb 20, 2015 ⏰

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