[Canto VI]

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Entre tanto paraíso, la hermosa creadora viró su mirada al joven errabundo. Momento en que todo lo conocido se desvanecía. Con ese encuentro, el más grande sacrificio hecho por los dioses no pudo ostentar tal gloria. Habían sentenciado sus almas con la promesa nunca pronunciada.

El espíritu de ambos se fundió, lo único que resonaba en la nevada arboleda era aquella sonata de invierno que helaba la tierra. Amor como nunca fue visto, que abrasaba hasta al mismo sol. Como dos astros en eterna danza transformando el universo, dando forma a colores nunca vistos ni imaginados por los altísimos. Se empequeñecía todo ser vivo frente a esa unión.

Por su ser enardecido, recorría un mar de soledad que se vio marchito con la oleada de emociones que brotaban de la piel de los amantes melancólicos.

Ella, mariposa de primavera. Él, flor de invierno. Espíritus que se amarían eternamente.

Sonata de un InviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora