Prologo

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Adrián salió enojado de su casa tras una discusión con sus padres y se dirigió al bosque, aquel bosque lluvioso templado de pinos que tantos recuerdos le traía, siempre que había problemas iba hacia allá para poder relajarse un poco y pensar sobre todo lo que pasaba. Una vez internado en la arboleda, observó a lo lejos una llamarada, pero no era como el fuego de un incendio, era algo más poderoso que eso, algo mucho más peligroso...

- Corre Adrián, huye - dijo una extraña voz.

Aquella voz se escuchó tal y como si alguien estuviera parado al lado suyo, sin embargo, estaba solo en aquel follaje, oscuro debido a la noche, viendo aquella llama que no sabía de dónde provenía. Aquellas palabras no se escuchaban normales pero tampoco podía evitarlas, era como si esa voz llenara cada parte de su cuerpo y lo controlara, por lo que comenzó a correr sin detenerse tratando de evadirla. Mientras corría se dio cuenta de que las llamaradas se habían apagado y, en su reemplazo, el piso temblaba un poco, como si algo pesado estuviera cayendo constantemente sobre el piso. En menos de un minuto aquel temblor comenzó a estar acompañado del sonido de pisadas, podía oírlas como si algo estuviera exactamente atrás suyo, por lo que volteó su cabeza para mirar y encontrarse a una feroz bestia persiguiéndolo, acechándolo como nunca nada antes bajo el cuidado de sus padres.

- Corre en zigzag, solo eso podrá salvarte - dijo alguien a su lado pero al mirar nadie estaba allí junto a él.

Sin poder controlarlo comenzó a correr en zigzag, salvándose sólo por cuestión de segundos de ser quemado por aquella horrible bestia que estaba persiguiéndolo con la intención de quitarle la vida "¿Qué es esa cosa que me persigue? ¡¿Qué hace aquí?!" pensaba asustado mientras aceleraba el trote para salvar su vida.

- ¡Corre más rápido y sálvate o sigue así y muere!

- ¿Quién rayos eres? ¡Sal de mi cabeza!

"¡Desearía poder correr más rápido y poder vivir!" pensó cuando comenzó a desplazarse más rápido como nunca antes, aunque nunca había corrido para salvar su vida, siempre estaba a salvo con sus padres.

- ¡No debí haber salido de casa! - gritó Adrián.

"Desearía que esto se detuviera, que esta horrorosa criatura dejara de perseguirme a mí o que no pudiera verme" pensó cuando comenzó a experimentar una sensación que nunca había sentido antes, un hormigueo recorriéndole cada parte de su cuerpo, pero no era un simple cosquilleo, iba cambiándolo, camuflándolo, tal y como un camaleón logra mezclarse con el paisaje. Apenas notó este cambio dejó de correr y trató de mirar sus manos pero simplemente no las veía, era como si hubieran desaparecido pero aún así sentía que estaban allí, frente suyo, sabía que estaban ahí.

- ¡¿Qué me está pasando?! - gritó Adrián, alertando a la bestia de su posición.

- ¡No seas idiota, no grites! ¡Empieza a correr mejor, antes que te quemes!

Obedeció inmediatamente, confiando en aquella voz que le resultaba tan desconocida y a la vez tan familiar. Tal y como si hubiera adivinado el futuro la bestia lanzó una feroz llamarada que casi lo alcanza.

- Suficiente, cambia tu dirección ahora ¡Y no grites ni hables! - dijo la extraña voz luego de un rato.

Adrián cambió de dirección y se quedó allí, parado, viendo como la bestia seguía el lugar por donde él debería estar corriendo y pensando qué le estaba pasando: "¿Por qué no puedo ver mis manos? ¿Qué es aquella voz? ¿De dónde sale? ¿Quién es?". Aquella era la primera vez que la escuchaba, le resultaba tan familiar, y la primera vez que experimentaba algún tipo de magia en su interior...

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