Capítulo 4

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A la mañana siguiente Mary entró a despertar a Adrián y sorprenderlo con un desayuno servido en una bandeja para comer en la cama, su madre nunca había hecho eso así que se preguntaba el motivo de aquello hasta que vio un sobre en la bandeja que traía la comida, el cual decía “Ábrelo cuando te sientas preparado” con una letra que no conocía y supuso que era de aquel señor que conoció ayer. Comió sentado en su cama y al haber terminado se recostó, tratando de recordar lo que había soñado; sabía que era algo sobre su niñez pero lo había olvidado, el estímulo de aquel recuerdo no había logrado desencadenar otros. Luego de un rato se incorporó, tomó la carta y se fue directo a su cuarto de entrenamiento, en el cual comenzó a saltar la cuerda y pegarle al saco de boxeo para quedar agotado, era la mejor forma que se le ocurría de estar preparado para lo que sea que hubiera en aquella correspondencia. Cuando se sintió lo suficientemente agotado se recostó en su colchoneta y se dispuso a abrirla. En el momento en el que estaba terminando de abrirlo alguien tocó la puerta, por lo que fue a abrirla pero no había nadie allí, en lugar de una persona encontró otro sobre en el suelo, frente a la puerta, “Léelo cuando recuerdes a Katherine”  decía aquel sobre con la misma letra que el recién abierto. “¿Quién se supone que es Katherine? No logro recordar a nadie con ese nombre. ¿Cómo me pide que recuerde a alguien que ni siquiera he conocido? ¿No se supone que es la primera vez que lo veo? Si es así ¿Cómo puede saber que conocí a alguna Katherine en mi vida? ¿Quién es este señor?” pensaba mientras seguía con el cuarto abierto, cuando logró despejar lo suficiente las dudas que se formulaban en su cabeza se encerró nuevamente y fue a levantar un poco de peso, dejando de lado las cartas, mientras se despejaba un poco.

Adrián no lograba aceptar quien era aquel señor y ya tenía suficientes dudas con respecto a lo acontecido aquella noche que experimentó con magia como para que su abuelo llegara y pusiera más interrogantes en su mente. No sabía qué hacer, se debatía si debía abrir o no aquellas cartas. Era tan extraño para él que llegara este caballero de un día para otro diciendo que es su familiar y que simplemente le entregara eso en vez de hablarle. Además, se cuestionaba si realmente debía creer lo que viera o leyera, ya que no confiaba en aquel caballero para nada ¿Por qué debería confiar lo que descubriría, siendo que venían de aquel señor? Realmente no sabía de quién era, lo único que podía hacer era suponer que eran de él, por eso fue a hablarle para preguntárselo en persona aunque no sabía si creer o no en lo que sea que le contestara.

A pesar de buscarlo por toda la casa no logró encontrarlo por lo que le preguntó a sus padres si sabían dónde estaba y le dijeron que había salido a pasear por la ciudad, así que salió de su casa para dar su primer paseo por la ciudad, tratando de encontrarlo. Estuvo caminando por mucho tiempo y viendo cosas que le gustaron bastante de la localidad: plazas, lugares para hacer deportes, tiendas de todo tipo, etc.  Anduvo así hasta que llegó a un lugar muy concurrido en el cual creyó ver a su abuelo a lo lejos, ya estaba a punto de alcanzarlo cuando dobló por una esquina tras la cual le perdió de vista. Pensó que podría haber entrado en alguno de los locales por lo que comenzó a entrar a las tiendas para hallarlo. Visitó toda clase de establecimientos: de ropa, de golosinas, de aparatos tecnológicos, de discos de música, de libros, de deportes y de instrumentos musicales. Adrián apreciaba demasiado aquellos últimos cuatro locales y podía pasar horas en ellos, sin embargo, tenía que recordar que estaba buscando a alguien, por lo que no podía detenerse demasiado allí.

Aunque estaba constantemente recordándose que no podía quedarse mucho tiempo en los locales no pudo evitar detenerse durante mucho tiempo en una tienda de música con las paredes llenas de instrumentos con cuerdas, exceptuando la pared donde estaba la caja registradora, y en el piso instrumentos de percusión y viento; además, en los rincones de la tienda había toda clase de amplificadores y pedales. En aquel lugar vio a una joven que estaba probando una guitarra que, según escuchó, quería comprarse, era la guitarra más hermosa que había visto hasta entonces y la joven que estaba tocándola le inspiraba una tremenda confianza. Volvió a sentir aquella sensación de que en este pueblo tenía que hacer algo, esta vez sumándole que debía ser con la ayuda de alguien; extrañamente sentía que esa persona era ella. Nunca nadie le había inspirado tanta confianza hasta entonces, aunque quizá la que le tenía a aquella voz misteriosa superaba esta sensación. No sabía por qué sentía todo aquello “¿Cómo puede inspirarme tanta confianza alguien que he visto sólo una vez?” pensaba una vez que logró salir de la tienda para seguir buscando a su abuelo. Apenas salió se dirigió de vuelta a su casa porque si aquel señor hubiera entrado en algún negocio ya se habría ido mientras estuvo dentro de la tienda de música.

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