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—Hasta mañana mami, hasta mañana papi —dije como una niña buena, usando mi pijama de conejos—. Buenas noches.

—Que descanses cariño —dijo mamá navegando en su tableta, seguramente buscando las fotografías del último desfile en el que participó.

—Hasta mañana amor —respondió papá sin despegar la vista de los papeles que tenía en su mesa de trabajo.

Mamá era modelo, podías notarlo por su hermoso cuerpo para nada natural en una mujer de 35 años y papá era diseñador. Así fue como se conocieron. Él debía hacerle un vestido a la egocéntrica de mamá y se enamoraron a primera vista, o una mierda así.

Subí las escaleras y cerré la puerta de mi habitación con seguro. Busqué la ropa que me pondría para la fiesta y la dejé en el baño. Tomé mi teléfono y les envié un mensaje a los muchachos.

Llegaré a la fiesta a eso de las 12. Luego les cuento.

Coloqué mi teléfono en vibración bajo la almohada y coloqué una alarma a las 11:15. La fiesta era lejos, y además, debía arreglarme. Cerré los ojos y me dispuse a dormir.

Parecía que habían pasado tan sólo dos minutos cuando mi teléfono comenzó a vibrar. Vi que era mi alarma, así que bostecé y me levanté de la cama.

Fui de puntitas hasta la habitación de mis padres y los encontré profundamente dormidos. Luego me puse a pensar qué hubiera pasado si los hubiera encontrado despiertos «dándose amor». Me estremecí ante la idea.

Caminé de vuelta a mi habitación. Le envié un mensaje a Jared para que viniera por mí y me avisó que en diez estaba en mi casa. Me duché, me vestí con un short de jean, una camisa amplia blanca con una A encerrada en un círculo, mis converse negras y mi collar de la estrella, arreglé mi cabello y rocié un poco de perfume en mi cuello. Tomé un bolso, guardé dinero, mi identificación falsa, un par de cigarrillos y mi celular.

Abrí mi ventana y saqué una pierna. Noté que el auto rojo de Jared estaba estacionándose frente a mi casa. Apoyé ambos pies en el alfeizar de mi ventana, la cerré y salté al árbol junto a la ventana de mi cuarto. Bajé con cuidado y caí sobre la tierra ágilmente. La práctica hace al maestro.

—¿Te han dicho que pareces un gato? —Me sobresalté ante el sonido de la voz de Mark.

—¡Maldición, Mark! ¡Ibas a darme un jodido infarto! —Grité en un susurro. Entrecerré los ojos y fruncí el ceño—. ¿Cómo te saltaste toda la seguridad en mi casa? ¿Y qué hay de Jared?

—Para responder a lo primero; nuestras casas tienen el mismo sistema. No es complicado hackearlo. Y Jared está en el auto. Quería venir a ver en qué casa vivías.

Reí.

—Ah vale… —Abrí mucho los ojos ante el gruñido proveniente de mis espaldas—. ¿M-Mark? ¿Q-qué hiciste con Toby?

Entonces, el ladrido.

—Maldición —gruñó Mark.

Me di la vuelta tranquilamente para ver a mi hermoso perro Tobias, enseñando sus afilados dientes y gruñendo. El pelo en su lomo estaba erizado. No sabía mucho de perros, pero sabía que eso no podía ser bueno.

—Lindo perrito —susurré—. Shh, no hagas que mamá te mate Toby, silencio —hablé como idiota. Mientras, podía escuchar a Mark retrocediendo lentamente.

Era obvio que Toby no me atacaría, pero si ladraba, mi padre saldría a ver qué pasa. Y estaríamos jodidos. Rebusqué en mi bolso algo para lanzarle. Todo lo que tenía era goma de mascar. Supuse que funcionaría.

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