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La desesperación comenzó a crecer. ¿Qué haría? Bien podría llamar a Jared para pedirle que fuera a mi casa y me trajera ropa, pero mi teléfono estaba ahí. No podía salir desnuda. No sabía ni cuánto había pasado en las duchas. Estaba totalmente jodida.

Caminé en círculos, pensando qué hacer. Mordí mi labio cuando la idea más descabellada pareció titilar en mi cabeza, pero no tenía otra opción. Necesitaba encontrar a Jared.

Me dirigí escurriendo agua hacia la entrada. Me asomé, asegurándome de que nadie estuviera alrededor, y corrí de las duchas de las chicas a las de los chicos. Di cada paso cautelosamente, cuidándome de que alguien me viera, mientras cruzaba los dedos para que Jared estuviera ahí.

—Jared —susurré, pero todo estaba en silencio. Lo único que escuchaba era una ducha.

El agua dejó de correr y mi corazón latía más rápido. Por favor que sea Jared.

En mi campo visual apareció un sexy rubio envuelto en una toalla, el cual mantenía su vista en el suelo. Mis ojos se abrieron como platos. Mierda.

El rubio levantó la cabeza y me vio. Me observó detenidamente y sonrió ladeado.

—¡Eh! ¡Deja de mirarme de esa forma, pervertido! —Reclamé.

—¿Y de qué otra forma se ve a una hermosa chica con un cuerpo sexy que está desnuda y mojada? —Comentó burlón, con un marcado acento italiano.

Bufé. Idiota.

—Vale, no importa. ¿Hay alguien más?

Él negó con la cabeza.

—¿Por qué estás desnuda?

—Unas zorras robaron mi ropa de los probadores y venía en busca de mi mejor amigo, pero te encontré a ti y necesito tu ayuda —dije, con tanta rapidez que temía que el catire no comprendiere.

Él elevó una ceja y rió, negando con la cabeza. Mi rostro ardía de vergüenza.

—Vale. —Abrió su bolso y sacó un par de shorts de soccer y una camisa negra—. Ten, ponte esto.

—¿Y lo uso a rueda libre?

—¿Me ves cara de tener algún sostén en mi bolso? —Inquirió con una ceja elevada.

Rodé los ojos. Tenía razón.

Me volví de espaldas a él para vestirme, cuando me lanzó algo.

—Toma. Están limpios —tomé la tela negra que me había lanzado, notando que eran bóxers.

—Estás en joda, ¿cierto? —Él negó con la cabeza—. ¿Y tú?

Se encogió de hombros y alzó repetidamente las cejas y yo reí.

Me coloqué la ropa y pregunté si estaba vestido para poder volverme. Él me anunció que podía voltearme.

—Muchísimas gracias…

—Marcello Bianco, pero dime Mark. —Me extendió la mano.

—Reaven Hayes —contesté, estrechando su mano.

Él sonrió. Era extremadamente sexy.

Caminamos juntos fuera de las duchas en total silencio. Le pedí prestado su teléfono y él accedió. Memoricé el número de Jared y lo marqué, rogando que fuera el correcto.

¿Hola? —Contestó Jared del otro lado.

—Jared, soy Reaven. Te veo en las gradas del campo de americano. Es una larga historia, pero antes, ve a mi casa y búscame ropa decente.

¿Está todo bien?

—No Jared, busca la jodida ropa y vuelve.

Colgué la llamada y el rubio me veía atentamente.

—Si gustas te regalo una foto. Duran más —espeté.

—Qué carácter —comentó—. Me gusta —guiñó un ojo.

Rodé los ojos y nos sentamos en las gradas, esperando a Jared.

—Nunca te había visto —le comenté a Mark.

—¿Tal vez porque soy nuevo?

Reí.

—Tú eres el famoso ragazzo que tiene mojadas a la mitad de las porristas.

—No sabía que ya fuera famoso.

—En Empher High no hay nada que sea un secreto durante mucho. Aunque honestamente, espero que esto lo sea —dije, viéndolo suplicante.

—No se sabrá —respondió, alzando su meñique derecho. Yo levanté una ceja.

—¿Tenemos ocho años?

—Enlaza tu puto meñique, aguafiestas.

Reí y enlacé mi dedo con el suyo. Permanecimos un rato hablando sobre él, sobre Italia y todo eso, también sobre la academia, las personas ahí y todas esas cosas, hasta que al fin llegó Jared.

—Ten —me entregó una bolsa. Su respiración era agitada.

—Lo siento joven, no sé quién es, el alzhéimer ha afectado mi cerebro ya a estas alturas de la vida —dije fingiendo voz de abuelita, mientras que Mark reía fuertemente.

—Muy chistosa. —Se desplomó a mi lado—. Tuve que trepar a tu habitación. ¿Hace cuánto tienes un Rottweiler?

—Mi papi lo compró para que nos proteja. Se llama Toby —dije desganada.

—¿Y quién es este? —Preguntó Jared, señalando a Mark.

—No seas maleducado —golpeé su mano—. Él es Marcello Bianco, el sexy ragazzo.

—¿Y cómo lo conociste?

—Buscando tu jodido trasero en las duchas puesto que la zorra de Alisson me robó mi ropa. —Jared alzó la ceja—. Luego te cuento.

—De todos modos yo… —comenzó a decir Mark, pero se detuvo en medio de la oración, viendo un punto fijo en el aire con los ojos entrecerrados—. ¿Es eso una braga?

Jared y yo dirigimos la mirada hacia donde veía Mark. En el asta de la bandera había una braga. Y lo que era peor. La braga era mía.

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Jijiji holi. Bueno, ya que el primer capítulo llegó a más de 10 estrellitas y tiene más de 100 lecturas, cosa que no creí que pasaría tan pronto, decidí subir el siguiente. Espero que les guste. Al lado les dejo la foto del sexy ragazzo

Si notan algún error ortográfico, gramatical, una palabra mal usada o tienen algún consejo, tienen la libertad de dejarlo abajo en los comentarios. Al fin y al cabo, las críticas hacen mejor a un escritor. 

Y si este capítulo nuevamente llega a 10 estrellitas o más subo el siguiente. Besos, hasta lueguito.

ReavenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora